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El Campanillo
Hermandad Sacramental

Edición Digital

SACRAMENTO DE AMOR. D. Juan Manuel Domínguez Peña (Sacerdote)

No me resulta fácil escribir sobre la Eucaristía. Repetir frases hechas y trilladas si lo es, pero acercarse al misterio exige en el creyente una crítica, una reflexión, además de la fe. Dios está por medio.

Cuando niño nos enseñaron lo que debíamos creer del Santísimo Sacramento. De mayores hemos aprendido algunas cosas más; pero para el creyente en Cristo los conocimientos deben traducirse a través del corazón: esto es, en Amor. A Cristo en la Eucaristía se le adora, pero sobre todo se le debe Amor. La Eucaristía es fruto del Amor.

Dice San Juan: "Dios es Amor" (1Jn 8,16). De la naturaleza del amor es la unión, la presencia, la intimidad, la fusión con el ser amado. El darse, el entregarse, ser feliz haciendo feliz. Dios es todo esto, y más, no por necesidad, simplemente porque ama, porque es Amor.

Llegados aquí sale otra vez al paso San Juan: "Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Juan 13,1).

El extremo en el Corazón de Cristo, que es Dios... ¿Cuál será?... Pidiendo todas las disculpas que sean necesarias a la teología, me viene a la memoria el célebre argumento de Scoto en el tema de la Inmaculada: Pudo, quiso, luego lo hizo.

¿Pudo? Por supuesto. El que obró la encarnación y la resurrección, pudo buscar el modo de quedarse corporalmente con los hombres. No sería Dios si no pudiese hacerlo.

¿Quiso? El amor hasta el extremo lleva a buscar el modo de quedarse para siempre con el ser amado. Lo exige la naturaleza del amor y no olvidemos que "Dios es Amor". Dios negaría su propio ser. El hombre no lo hace porque no puede; Dios sí puede.

¿Lo hizo? Y si lo hizo, ¿cómo lo hizo? Ahora en San Lucas el que responde: "Y tomó el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar tomó el cáliz, diciendo: este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va ser derramada por vosotros (San Lucas 22; 19-20).

Así de sublime y de sencillo, de profundo y asequible, de entrañable y amoroso. Y es que así es Jesucristo: AMOR.