(28-Sept-2006)
Capuletti,
un genio olvidado de la pintura
Informa: Chema Cejudo
La exposición sobre el pintor Capuletti (1925-1978) que el próximo domingo se clausurará en Alcalá de Guadaíra ha venido a rescatar del olvido a un personaje de talla internacional que en vida se vinculó a Mairena y a la cultura andaluza por voluntaria vocación. El peregrinar de maireneros al Museo Municipal panadero ha sido de bulto desde el pasado día 6 en que se inauguró, ya que no en vano entre las obras expuestas un tercio ha sido aportado por coleccionistas del pueblo y el propio consistorio, propietario de los originales de las 15 aguatintas taurinas que el pintor castellano realizó para una obra de lujo y tirada limitada promovida por los hermanos Peralta, a la que el rejoneador Ángel puso texto bajo el título "Caballo Torero".
Y es que durante los años de vinculación del artista con Mairena se codeó con lo más granado del mundo del flamenco, las artes y los toros, desde Antonio Mairena al citado tándem taurino pasando por Juan Talega o Bernardo el de los Lobitos. Este periplo, comprendido entre los años 56 y 73 de la pasada centuria e intercalado por periodos de estancias en el extranjero coincidió con su etapa de máximo esplendor, si bien más internacionalmente que en nuestro país. Lo avala el que casi toda su inmensa producción de vanguardia descansa en pinacotecas y colecciones en los grandes epicentros de arte de la época, en Europa y Estados Unidos sobre todo.
Apuntala otro dato, como el museo virtual con el compendio de su obra abierto en Internet por extranjeros en el sitio www.capuletti.com en inglés como idioma exclusivo. En él se puede admirar su obra más vanguardista, y que fue la que motivó en Salvador Dalí (con quien mantuvo una buena amistad) la frase tú produces el mejor surrealismo y yo me llevo los cuartos, como se asegura en Mairena dijo a Capuletti el de Cadaqués.
Aunque el pintor más valorado en nuestro entorno nada tiene que ver con ese otro Capuletti empapado de los ismos de la época, que cultivó en París durante años hasta que decidió instalarse en Mairena convirtiendo su casa de campo, La Modorra, en un cobijo a la vez que punto de encuentro y tertulia con amigos y compañeros en su viaje por la cultura andaluza. Fruto de ella fue su apreciada colección de dibujos sobre cantaores flamencos de la década de los sesenta, a plumilla con tintas negra y blanca, de gran expresividad, que le franqueó el paso para la única exposición que aquí organizó en vida, en el Atenero de Sevilla en el año 69. En ella, sin duda, la obra estrella por su impacto fue la Cena del Cante Jondo para la que se inspiró en el cenáculo de Jesús de Leonardo da Vinci, con Antonio Mairena como maestro rodeado por el resto de cantaores de la época.
La amistad y admiración que ambos se profesaron fue profunda. De hecho, fue su atracción por el flamenco la que impulsó al autodidacta Capuletti a recalar en Mairena aportando también para su festival los carteles entre los años 66 y 69. Una pasión que se remonta a sus primeros balbuceos artísticos en su ciudad natal, vividos en ambientes de farándula con bailarines, cantantes y músicos. Así, se le conoce tanto en la ciudad castellana como en un posterior periplo madrileño una etapa dedicada a la producción de elementos escénicos (en línea con otros pintores de la época como Dalí o Miró), entre los que sobresalen decorados para espectáculos de Antonio el Bailarín como el realizado para su clásico Amor brujo. De aquella sólida amistad fructificó una destacable producción retratística.
Capuletti abandona Mairena en 1973 para encaminarse a la ciudad alemana de Walluf. Allí fallece inesperadamente en 1976 tras distanciarse de su primera esposa, musa y representante hasta entonces, la ex bailarina asturiana Pilar López, y después de establecer una relación con una joven teutónica de nombre Iris Henrich. Fruto de la relación sería su única hija, Iris-Desirée. No obstante, y hasta su fallecimiento lustros más tarde fue Pilar la heredera de su legado, progresivamente menguado y fraccionado para frustrar las posibilidades de creación de un gran museo en el pueblo abarcando las obras más representativas de todas las etapas y registros de este genial pintor al que los textos de arte califican como hiperrealista. Sus restos también descansan en la ciudad germana que le vio fallecer.
Por suerte, una buena parte del legado quedó en colecciones de Mairena y Alcalá (como por ejemplo la del desaparecido médico Juan Portillo García) posibilitado al menos iniciativas como la obrada por el consistorio alcalareño. En este reencuentro entre Capuletti y una tierra y gentes a las que tanto quiso probablemente debió ser Mairena la adelantada, pero ya que no ocurrió así hay quien sugiere que se tome la iniciativa ahora para promover la ubicación en el pueblo de un gran museo Capuletti coincidiendo con su pretendido impulso turístico. La atomización de la obra por colecciones privadas de España y -sobre todo- el extranjero no lo facilitan, aunque quizás la implicación de las administraciones pueda obrar el milagro para hacerle de paso justicia como el buen andaluz de adopción que fue.
Anecdotario.- A pesar de su origen castellano, José Manuel Capuletti Lillo del Pozo no respondía al tópico de austeridad que se atribuye a estos lugareños, según asegura el historiador local mairenero Eusebio Pérez Puerto. Amigo y depositario por obsequio del artista de una importante colección de obras, éste subraya su extroversión e integración inmediata en cualquier ambiente cultural o popular. Una muestra fueron sus frecuentes visitas y tertulias del desaparecido Bar Libra, donde el modelo de vaso que eligió para que le sirviesen la cerveza terminó imponiéndose como medida denominada un capuletto (como las cañas).
Tampoco su apellido de origen italiano respondía al cliché como su aspecto estilizado y piel oscura. Aseguraba el pintor proceder de la aristócrata familia veronesa de los Capulettos, los enfrentados atávicamente a los Montescos que inspiraron a Shakespeare para su obra Romeo y Julieta. Aseveración probablemente rigurosa si consideramos la pasada vinculación de los reinos italianos a la corona de Castilla y el importante trasvase de población durante los siglos en que Toledo, Valladolid y Madrid fueron capitales.
Otra graciosa anécdota la protagonizaron el matrimonio Capuletti junto a Antonio Mairena y Juan Talega, quienes tuvieron que emplearse durante ocho horas en un viaje entre Mairena y Dos Hermanas (de 20 minutos aproximados) hasta lograr arrancar del maestro de Alcalá uno de sus ancestrales cantes que el de Mairena ansiaba escuchar y registrar.
Además, los lectores de la biblioteca pública de Mairena pueden disfrutar de la gran cantidad de libros de temática variada que la viuda del pintor donó en vida, procedentes de la biblioteca del artista.
Por último destacar la escasez de reconocimientos para un artista tan influyente en el arte español del siglo XX. Como excepciones sólo caben destacarse la exposición tras su muerte organizada en su ciudad natal junto a la edición del libro Capuletti por la obra cultural de la Caja de Ahorros de Valladolid, firmada por José Carlos Brasas Egido.