(28-enero-2009) Un triste aniversario. Sucedió hace 200 años

Informa: Redacción Mayrena.com

El 28 de enero de 2010 se cumplen 200 años de la entrada en Mairena de las tropas francesas y el inicio de un largo periodo de ocupación militar. Con intención de promover el conocimiento de aquellos duros momentos de nuestra historia ofrecemos este extracto del trabajo "Los Alcores durante la Guerra de la Independencia", del profesor José Manuel Navarro Domínguez, publicado en las actas de las V Jornadas de Historia sobre la Provincia de Sevilla, celebradas en Mairena del Alcor en 2008.

LA OCUPACIÓN FRANCESA DE LOS ALCORES

La victoria de Bailén permitió mantener el espectro de la guerra alejado de Andalucía, al otro lado de Despeñaperros, pero por poco tiempo. Los ejércitos franceses se reagruparon en el norte, y el propio Emperador, al frente de un numeroso contingente de tropas, cruzó el Bidasoa a primeros de noviembre y marchó rápidamente sobre Madrid. Tras la victoria de Somosierra, entró en la capital el 4 de diciembre y dictó órdenes para que sus mariscales se extendiesen por la península.

Poco antes la Junta Central había partido hacia el sur, buscando refugio en Sevilla. Instaló sus oficinas y dependencias en los Reales Alcázares, junto a las de la Junta Suprema de Sevilla. Pero las desavenencias entre ambas hicieron muy difícil la convivencia e imposible la coordinación de los recursos para la defensa. Todavía a fines de 1808 una nueva llamada a las armas logró reunir a un importante grupo de voluntarios y recaudar las contribuciones extraordinarias necesarias para sostener el esfuerzo de guerra y equipar estas nuevas unidades.

Pero las expectativas de una pronta resolución del conflicto se esfumaban conforme avanzaba el año 1809. La evidente superioridad del ejército francés se impuso, y sus cuerpos de ejército se extendieron rápidamente por la península derrotando, batalla tras batalla, a cuantas unidades les hacían frente, incluso obligaron a reembarcar en La Coruña al cuerpo expedicionario británico del general Moore, que había acudido como aliado de España.

Algunos de los vecinos de Los Alcores alistados como voluntarios perdieron la vida en estos combates cuando fueron destrozadas las dos unidades militares a las que se habían incorporado la mayor parte de los mozos de la comarca. El 20 de enero de 1809 cayó el Vº Regimiento de Voluntarios de Sevilla en la batalla de Arquillos, y 5 días después, en Uclés, el batallón de Carmona sufrió cuantiosas pérdidas, siendo apresado el propio comandante, José Aymerich.

Las continuas derrotas de las tropas españolas en la Meseta y la amenaza de un nuevo avance francés sobre Andalucía llevaron a la Junta Central a ordenar otra movilización para crear un nuevo ejército e intentar repetir el milagro de Bailén. Pero el ardor patriótico del primer momento se había esfumado y la nueva leva de tropas apenas reunió a un puñado de reclutas. Aymerich consiguió fugarse y regresar a Carmona donde, con gran esfuerzo, pudo reunir los voluntarios y recursos necesarios para reorganizar el batallón y volver a la lucha. Sería el último intento efectivo. Las juntas municipales de Los Alcores, agobiadas por las contribuciones, el alojamiento de soldados, el pago de suministros y equipos y las órdenes de recluta, se mostraban incapaces de realizar las gestiones encomendadas.

Tras el desastre de Ocaña, en el que fue desarticulado el último ejército español de la Meseta, no quedaba ninguna fuerza española que pudiese impedir el avance francés hacia Andalucía, sólo algunas unidades dispersas de reducidos efectivos. Soult dio órdenes de avanzar rápidamente sobre Andalucía a sus tres cuerpos de ejército (Mortier, Sebastiani y Victor) y la división de reserva de Desolle, con un total de 60.000 hombres. El propio José Bonaparte marchaba en la columna de tropas.

Todos los intentos de la Junta Central de organizar la defensa fueron inútiles. A una población agotada por varias levas y el pago de elevadas contribuciones le faltaban los recursos necesarios para levar un nuevo ejército, y el tiempo para entrenarlo. Tiempo que el ejército francés no estaba dispuesto a conceder. Victor cruzó rápidamente Sierra Morena, dispersó a las escasas fuerzas españolas supervivientes de Ocaña que protegían el paso y, al mando de su cuerpo de ejército, comenzó a descender a marchas forzadas por el valle del Guadalquivir. Alcanzó Córdoba el 24 de enero y, sin apenas detenerse, continuó su avance sin oposición alguna en dirección a Écija.

La única fuerza de importancia con que contaba Sevilla era el reducido "Ejército de Extremadura" (apenas 8.400 infantes y 600 jinetes), al mando de Alburquerque, que bajó por la vía de la Plata para socorrer a la capital del Guadalquivir. Tras abastecerse en las localidades de Los Alcores entre el 24 y el 26 de enero, partió para interceptar al ejército francés. Pero todo fue inútil. Su débil tropa fue batida por los dragones de la vanguardia francesa el día 27 cerca de Écija, viéndose obligado a retirarse. Carmona se negó a acogerle, temiendo sufrir el asalto de las tropas francesas, que le pisaban los talones, por lo que regresó a Sevilla. Esa misma noche, en consejo de guerra, las autoridades españolas, viendo imposible la defensa de Sevilla, decidieron retirar las tropas de Alburquerque a Cádiz, para contribuir a su defensa y la dispersión por las sierras de Huelva y Ronda de los restos de las fuerzas militares.

Las poblaciones de Los Alcores no se plantearon en ningún momento ofrecer resistencia al enemigo, dadas sus escasas posibilidades de defensa. De las fortificaciones de Carmona únicamente el alcázar de la Puerta de Sevilla se encontraba en buen estado, pues las restantes apenas eran un montón de ruinas; el castillo de Mairena estaba abandonado y presentaba numerosos huecos, como señalan diversos informes, y el castillo de Alcalá de Guadaíra estaba prácticamente derruido y sus terrenos se utilizaban como corral para ganado.

El grueso del ejército del mariscal Victor avanzó hacia Sevilla por la vía más amplia y directa desde Écija, la carretera o arrecife de Madrid. La 1ª división de caballería, formada por varios regimientos de dragones, que abría paso a las fuerzas, llegó en la tarde del día 29 a Carmona. El Cabildo de la ciudad optó por recibir pacíficamente a la vanguardia del ejército francés y remitió a su encuentro una comisión con bandera blanca. Las autoridades recibieron solemnemente a los mandos del ejército francés y el día 30 recibieron al propio rey José I. Esta medida, aunque evitó el saqueo indiscriminado de la población, no pudo impedir la dispersión de las tropas por la ciudad y el saqueo de casas y haciendas de campo. Las autoridades municipales organizaron el alojamiento de los oficiales en las casas de los más acaudalados vecinos, el acomodo de las tropas en posadas, conventos y en tiendas en los ruedos. Las unidades de caballería que avanzaban en descubierta entraron en El Viso y en Mairena en la madrugada del día 29 y probablemente alcanzaron Alcalá esa misma noche o al amanecer del día siguiente. El día 30 entró el mariscal Victor en Alcalá, al frente de las tropas de la división de vanguardia.

Al estado mayor francés se le planteó entonces el dilema de perseguir a las tropas españolas, camino de Cádiz para acabar con el ejército de Alburquerque y conquistar el puerto antes de que reforzase sus defensas o, por el contrario, conquistar primero Sevilla, la antigua capital de la Junta Central. Finalmente se decidió dar preferencia a Sevilla, aunque algunas unidades fueron enviadas en persecución de Alburquerque. Desde Alcalá se enviaron negociadores a las autoridades sevillanas para conseguir una rápida capitulación y evitar un prolongado asedio, que retrasaría excesivamente el avance sobre Cádiz. A la espera de entrar en la capital el grueso del ejército francés acampó unos días en Los Alcores, reagrupándose.

El retraso en la toma de Sevilla resultó decisivo en el transcurso de la guerra. Alburquerque se había retirado de Los Alcores por Alcalá, buscando por Utrera y Jerez la ruta hacia Cádiz, llevando a sus espaldas a los franceses. El mismo día que José I entró en Sevilla, el 1 de enero, Alburquerque llegó con sus tropas a Cádiz, reforzando considerablemente la defensa de la ciudad. Bajo el amparo de la flota británica, anclada en la bahía, la ciudad se convirtió en el baluarte de la resistencia española.
El grueso del ejército de Victor, unos 25.000 hombres entre infantería y caballería, se estableció en Los Alcores durante los días 29, 30 y 31 de enero, y las poblaciones hubieron de soportar durante aquellos fatídicos días todo el peso de mantener a las tropas a la espera de marchar sobre Sevilla. Los soldados ocuparon conventos, posadas y algunas casas particulares, aunque la mayor parte acampó en los ruedos y explanadas próximas a las localidades. Unos días más tarde pasó por la comarca la división del general Morthier, con más de 10.000 hombres, y otras unidades menores durante los días siguientes. En conjunto las autoridades carmonenses registraron el surtido de suministros y el alojamiento de unos 40.000 hombres durante la primera semana de ocupación.

La entrada de las tropas en las distintas localidades estuvo acompañada por diversos actos de violencia y saqueo, incluso en Carmona, donde las autoridades habían recibido al ejército francés y ofrecieron los conventos del Carmen y San Francisco como cuarteles. Siguiendo las disposiciones de Napoleón que ordenaban "vivir sobre el terreno" para reducir la impedimenta, las unidades francesas saquearon los pósitos de Carmona, Mairena y El Viso, extrayendo una gran cantidad de grano para surtir a la tropa y en Alcalá obligaron al alcalde a entregarles grandes cantidades de trigo. Tampoco las bodegas se salvaron. En Carmona los soldados consumieron gran parte del vino y el aguardiente almacenados, y la de Mairena quedó completamente seca, viéndose durante días los toneles vacíos rodando por las calles. El propio mariscal Victor, alojado en la casa palacio de Mairena, tuvo problemas para conseguir vino para su cena. En Carmona además requisaron la renta del tabaco y la sal y el aceite almacenado en los conventos.

Las tropas francesas que entraron en Carmona asaltaron las casas del Cabildo, destrozando enseres y muebles, al igual que en Mairena, cuya casa capitular sufrió un incendio. Además sufrieron serios destrozos la casa cuna y la pescadería de Carmona, los estancos de Alcalá y la posada de Gandul. Algunos edificios religiosos sufrieron también el saqueo. En Carmona asaltaron el convento de San Francisco, la casa cuna, la antigua casa de los jesuitas y la iglesia de El Salvador, en Alcalá saquearon las iglesias de Santa María del Águila, de San Miguel y los conventos de San Francisco, Santa Clara y San Ildefonso, destruyendo los retablos y expulsando a los religiosos y religiosas, y en Gandul asaltaron la iglesia de San Juan. Saquearon también algunas casas particulares, requisaron librerías y archivos de conventos, sirviéndose de los muebles, papeles y libros para hacer camas y para quemarlos en las hogueras para calentarse.

Buena parte de los vecinos abandonaron sus casas buscando refugio en las haciendas y huertas del campo. Mairena quedó prácticamente vacía mientras estuvo acampada la vanguardia francesa y en Carmona el vecindario tardó al menos una semana en regresar.