La primera
foto de este grupo es un testimonio fidedigno de los "verdeaores"
de los Alcores, oficio ancestral en nuestra comarca y sustento para muchas
familias a través de los tiempos. En esta imagen los campesinos aparecen,
en un receso del trabajo, para posar ante la cámara de algún
fotógrafo anónimo, de esos que iban por los caminos y las veredas
buscándose la vida con su profesión.
Como se puede comprobar en la foto el momento inmortalizado sería instantes
después al almuerzo, pues asoma por la parte de la izquierda uno de
los hombres con la maja y el plato vacío del "sopeao o gazpacho".
Generaciones y generaciones de campesinos andaluces han vivido, durante años,
gracias a esa combinación de ajo, pan, pimientos, tomates, aceite,
vinagre y agua. Sobre las antiguas costumbres gastronómicas de nuestro
pueblo nos dejó escrito Bonsor en una de sus obras: "En el campo,
al mediodía, comen el gazpacho... De retorno a la casa, terminado el
trabajo, suelen hacer el plato más consistente de la jornada, un potaje
de garbanzos o chicharos, con aceite, pan y agua".
Los hombres aparecen en la foto con su herramienta esencial en esta labor:
el macaco, esportilla de esparto en la que se depositaban las aceitunas que
se cogían del árbol y en la cual, una vez llena, se llevaba
a la mesa de escoger, donde mujeres, personas mayores o niños las seleccionaban
antes de almacenarla en el cortijo o casilla, para, por último, llevarla
a la almazara. Así, se puede constatar en la foto con las dos mujeres
que están de espaldas, y que completaban de esta forma la cadena de
trabajo del campesino en el olivar.
Destaca también la formalidad y la uniformidad de todos en el vestir:
mamelucos, chalecos, chaquetas de paten, gorras de visera, sombreros...
Foto nº 31. Rocío
López
A continuación
publicamos una evocadora estampa de unas yuntas de mulas arando por nuestros
campos (Número 32). En ella quedó inmortalizado aquel tren de
vapor que desde Carmona unía la comarca con Sevilla, y que era conocido
como "el tren de los panaderos", por aprovecharse tradicionalmente
este gremio de sus servicios para abastecer la capital de pan de Alcalá,
Mairena o El Viso.
El tren de la vega, que yo conocí, era una singular y anticuada locomotora
de vapor, de nombre "Adela", que aún silbaba orgullosa tirando
de sus variopintos vagones por los Alcores. Cuando fue inaugurada oficialmente
la línea en el 1.880, pienso que ya mostraría, casi sin dudas,
su rancia fisonomía, pues en la prensa de la capital pocos años
después, concretamente en el "Noticiero Sevillano" del 8
de marzo del 1.894, se podía leer: "El material móvil de
la línea de Sevilla a Alcalá y Carmona es verdaderamente impropio
de una vía férrea que arranca de una capital de la importancia
de la nuestra.
Son tantas las quejas que con frecuencia vienen a exponernos las personas
que viajan por el citado trayecto, que hoy ya nos decidimos a llamar la atención
del Gobernador, convencidos por experiencia propia de la verdad de cuanto
nos han dicho.
Hay que dejar a un lado la irregularidad en las horas de salida y llegada
y en las marchas, y el mal estado de las estaciones, para fijarse principalmente
en lo que al material móvil se refiere.
Los coches de tercera clase carecen de visillos, los de segunda (dos departamentos)
son tan reducidos que, para permanecer sentados, hay que cruzar las piernas
con el viajero de enfrente, con lo cual dicho está que en estos coches
no pueden viajar señoras; y el único compartimiento de primera
clase se diferencia de los de segunda solamente en que se compone de dos de
estos corridos.
Uno y otro presentan un aspecto deteriorado y pobre, con unos malos cojines
forrados de una sucia telilla de color. Y menos mal si los departamentos fueran
limpios, que van llenos de basura y revestidos de espesa capa de polvo, de
tal manera que el viajero pulcro siente repugnancia al entrar en ellos.
Nos parece que el Gobernador está en el caso de obligar a la empresa
a que corrija, inmediatamente, todas estas faltas".
Foto
nº 32. ¿?
Antes de
la mecanización del campo eran los carros de tiro el medio de transporte
más común. Las haces de gavilla se llevaban en los carros a
la era, donde se hacía la trilla. Después los granos se transportaban
para almacenarlos en las casas. Verlos transitar cargados por nuestras empinadas
y sinuosas calles, al final de la jornada, era todo un deleite, y se requería
gran experiencia, destreza y habilidad por parte del "carretero"
para manejar estos pesados vehículos tirados normalmente por varias
mulas.
El carro de esta foto (Número 33), como se puede distinguir, era de
cuatro ruedas, y con una caja de altos varales en los costados y delantera,
para cargar el máximo de gavillas.
Foto nº 33.
Jesús López
Foto nº 34.
Mª Angeles Jiménez
Es la siguiente
una cuidada foto de un taller de costura, que tantos agujeros taparon en las
maltrechas economías familiares (Número 35). Destaca la "maestra"
con la cinta métrica colocada a modo de bufanda y, en las manos, el "figurín"
con los patrones. Observándose, además, el bien posar de todas
las muchachas: agraciados peinados, elegantes vestidos, fino calzado, collares...
Foto nº 35.
José Manuel Peña
¿Y qué
fue de aquellos lavaderos públicos de la Atajea, Alconchel, Huerta Recreo...
que servían además como lugar de encuentro y convivencia para
la mujer mairenera?.
Es esta fotografía todo un testimonio histórico de aquellas vetustas
pilas de lavar, en las que tantas muchachas vieron cambiar sus cuerpos y manos
de niñas a mujer (Número 36).
Foto nº 36.
Jesús Sánchez
También
queremos rendir un sencillo, pero sincero homenaje, a todas las maireneras,
que aliviaron las paupérrimas condiciones económicas de muchas
familias con su trabajo callado y duro en aquellos almacenes de aceitunas y
cooperativas.
Corresponde esta foto a la década de los sesenta. Vienen aquí
(Angelita, Carmen, Dolores, Chari Cubero...), en un momento de descanso, otra
vez alrededor del plato de gazpacho, pero valga esta foto como símbolo
a su sacrificada tarea (Número 37).
Foto nº 37.
Noelia Sánchez
Esta foto (Número
38) corresponde a una zapatería artesanal de las varias que hubo en Mairena.
En ella el maestro, en este caso Juan de Dios Fernández, dos oficiales
y un aprendiz. El maestro era quien tomaba las medidas a los clientes, confeccionaba
las plantillas, cortaba los patrones y cortaba el cuero. Quedando el resto (coserlo,
montarlo en la horma, ponerle la suela… ) para los oficiales y aprendices. Estos
talleres decayeron ante el progreso del calzado fabricado más industrialmente,
ante el cual no podían competir.
Foto nº 38.
Antonio Fernández
Superada la
crisis económica de los cincuenta, nuevas aplicaciones profesionales
emergen en el panorama local. Fiel testimonio de muchas pequeñas empresas
familiares maireneras que saben adaptarse a los nuevos tiempos son las de los
Hermanos Capitas, en construcciones metálicas, y la creada por Don José
Marín Liaño, como concesionario de conocidas marcas de bebidas.
Responden ambas a un mismo esquema; personas que saben dar respuestas, a base
de mucho trabajo, a las nuevas necesidades que se van planteando, a la vez que
evolucionan positivamente aumentando considerablemente el volumen sus ventas,
el patrimonio de sus instalaciones y el número de sus empleados.
Recoge la siguiente instantánea el momento de la inauguración
de un nuevo depósito para las marcas representadas en la calle Sevilla,
acto presidido por el coadjutor de entonces Don Juan Antonio Hernández.
(Número 39)
Foto nº 39.
José Marín
Ejemplo de la evolución e industrialización de los aperos y accesorios del campo es el cultivador que aparece en la foto. Fue hecho este, entonces, moderno arado en el taller de Manuel Sutil, que aparece en la foto junto a José Guillén, Juan Jiménez, Antonio "el Titi", Juan Manuel Prendas y Francisco Capitas. Es Capitas fiel exponente del cambio de la herrería tradicional al desarrollo industrial actual, evolucionando en su empresa desde el taller para la labranza mecanizada hasta la carpintería de aluminio y cerrajería artística actual (Número 40).
Foto nº 40.
Francisco Capitas