Historias
del Castillo Capitulo 2. De cuando ocultó amores ilícitos... |
Uno de los sucesos más curiosos que he podido constatar en el entorno de nuestro Castillo de Luna fueron los amores prohibidos que un clérigo de nuestra parroquia protagonizó entre sus muros para asombro de todos a finales del siglo XVII. Su nombre era el de Don Isidro de Paz, vecino de Mairena, donde ejercía como clérigo de menores y capellán. Su padre era Don Andrés de Paz, Alcalde de la Villa allá por el año 1.686, que fue cuando se dieron los hechos que voy a relatar.
Tenía el joven Don Isidro fama de ser una persona temperamental y echado para delante cuando surgía el más mínimo conflicto de intereses. Con anterioridad ya había dado nota y escándalo, pues un día muy temprano en el camino a la huerta de Bencarrón había esperado a un conocido hombre de nuestro pueblo, Don Pedro Alcocer, el cual había dado palabra de casamiento a su hermana, y como pasaba el tiempo y la boda no se celebraba nuestro protagonista lo emboscó "con una escopeta, y luego que lo vio alzó el gato y le hizo puntería queriéndolo matar". Acción que no ejecutó porque se lo impidieron quienes acompañaba a Don Pedro, circunstancia que aprovechó la posible víctima para alegar que él no tenía culpa de la tardanza en "algunas diligencias que hay que hacer antes". Este episodio acabó en la consiguiente querella criminal para tan impetuoso clérigo, pues no se le permitía, por razón su cargo, "llevar armas de fuego"(1).
Pues bien, si concretizamos en el caso que nos ocupa diremos que todo se empezó a conocer cuando Don Isidro, en el último día de San Sebastián, se dejó ver públicamente con "una mujer casada, que hace muchos años que tiene su marido ausente" en la ermita de Santa Lucía, allá por los Alcores entre el Viso y Mairena. Llegó él a este paraje montado en su jumento y con ella a la grupa al mediodía, almorzaron juntos y solos en las laderas de las colinas, por cierto, más cerca de la fuente que de las cuevas que allí hay. Después, a la hora de la siesta, en la que los mozos y mozas se recrean en las bambas cantándose bellos requiebros de amor, ellos entraron en la ermita y ocultándose en la torre, según algunas beatas testigos del acontecimiento, se dejaron llevar por sus deseos. |
Cuando el
Vicario del pueblo, unos días después del incidente en la ermita
de Santa Lucía, se ve obligado a actuar abriendo el correspondiente expediente
contra Don Isidro, por vivir escandalosamente con una mujer casada, al objeto
de que se le "castigue para ejemplo de los demás", no
podía imaginar que el citado clérigo, ni corto ni perezoso, emprendiese
los arreglos necesarios en unas dependencias del castillo para refugiarse allí
con su amada. En los testimonios que se recogieron en el sumario que se le instruyó
uno de los testigos del caso manifiesta sobre este personaje que "sabe
que dos años con poca diferencia ha estado amancebado con una mujer casada,
comiendo a pan y manteles y tratándola como si fuese su marido, sábelo
porque parte del tiempo referido tuvo a dicha mujer en una casa propia del dicho
Don Isidro en la calle Posito de esta Villa, frente de la casa en que vive la
testigo, donde veía que el susodicho entraba y salía a comer,
cenar y dormir, y asimismo tuvo a dicha mujer en el Castillo de esta Villa,
en las casas, ocultándola de Su Merced el Señor Vicario, procuraba
evitar la ofensa de Dios, todo con notable escándalo y publicidad. Y
en dicho castillo labró una vivienda con una ventana a la vega, y ha
oído decir a la misma concubina que quince días antes que el Ilmo.
y Rvmo. Sr. Arzobispo viniese a hacer su visita a esta Villa, que fue por el
mes de abril próximo pasado de este año, la enviaba a la Villa
del Arahal para que su Ilma. no la hallase en ésta, y la llevaba Bartolomé
Jiménez, vecino de esta Villa, y compadre de dicho Don Isidro".
Un tal Pedro Morales, natural y vecino de Mairena con 50 años, declaró
: "que el susodicho llevó a la mujer a vivir a uno de los aposentos
que hay en la vivienda del castillo de esta Villa, donde vive el testigo, y
para que estuviese con comodidad le labró una cocina, cercó un
patio e hizo otras obras y reparos, todo a fin de ocultar dicha mujer por esta
excusado el Castillo en la salida de esta Villa, y andarle siguiendo Su Merced
el Señor Vicario"(2).
En las diligencias hechas aparecen varios testigos más relatando los hechos con más o menos los mismos matices. También se incluye en la causa la confesión del implicado, y aunque se manifestó inocente de todos los cargos Don Isidro fue castigado a seis meses de reclusión en el Convento de San Agustín y a otros seis voluntarios, asimismo se le obligó a pagar treinta ducados y a satisfacer los gastos y cotas del proceso. Al final del expediente se dan noticia de ella, se llamaba Ana de Trujillo, estaba casada con un barbero de Jerez, y estando presa en el Palacio Arzobispal de Sevilla por los escándalos en el Castillo de Mairena solicitaba que la soltasen inmediatamente, pues pensaba que su burlado marido podía presentarse de un momento a otro por ella "a llevarme consigo, y si tiene noticia de los motivos de mi prisión corre riesgo evidente mi vida". |