HACE 200 AÑOS NO ESTABA EL ÁNIMO PARA FERIA

José Manuel Navarro Domínguez
Prof. Historia Autor del libro "La Feria de Mairena del Alcor: Mercado y fiesta (1750-1850)

No se si se han dado cuenta, pero últimamente proliferan las celebraciones de los centenarios. Si bien es necesario mantener el recuerdo del pasado porque forma parte de nuestras raíces, con esta manía de los centenarios (fechas que dan para un roto como para un descosido), nos estamos acostumbrando a recordar lo que ocurrió hace exactamente los siglos que haga falta. Y a veces no ocurrió nada relevante. A fuerza de ser sinceros tendría que confesar que es pecado conocido por quien esto firma, como cualquiera que tenga a mano la revista de feria de 2007 puede comprobar leyendo el artículo dedicado al azulejo de la fuente situada delante de la portada del real de la feria. Fue publicado precisamente el año en que se cumplía el segundo centenario de la emisión del documento que reproduce. De continuar esta línea este año bien pudiera ocurrírsele a cualquiera celebrar que … hace 200 años no hubo feria.

Dejen que les explique. Por aquellas fechas, abril de 1810, los españoles llevábamos casi 2 años enfrascados en plena guerra con el ejército francés, en la que sería conocida como Guerra de la Independencia. Afortunadamente el espectro de la contienda todavía no había visitado nuestra villa. La victoria de Bailén, en el verano de 1808, lo había alejado de Andalucía y permitió a nuestros antepasados contemplar la guerra de lejos, asomados a la atalaya de Sierra Morena. Sólo habían olido el acre olor de la pólvora los pocos mozos que se alistaron en el batallón de Carmona o en el regimiento de voluntarios de Sevilla y participaron con sus unidades en diversas batallas.

La feria pudo celebrarse el año anterior sin excesivos problemas, aunque tuvo muy reducida concurrencia debido a las circunstancias de la guerra. Pocos ganaderos se atrevían desplazar sus animales y el Ejército requisaba caballos, mulos y bueyes para el transporte de las tropas. Como era esperable el negocio fue flojo, a juzgar por los reducidos ingresos consignados en la contabilidad.

Pero el año 1810 se presentó con un cariz muy diferente. El propio tiempo pareció acompañar. Fue un invierno lluvioso, que desbordó arroyos y ríos, anegó por completo los molinos de Alcalá y Cantillana, encharcó los campos y redujo considerablemente la labor, haciendo temer una mala cosecha.

Y entre tormenta y tormenta llegó la noticia de que las tropas francesas habían cruzado Despeñaperros y descendían por el valle del Guadalquivir. Esta vez no hubo ni un ejército que defendiese Andalucía ni un general Castaños para mandarlo. Todo parecía completamente perdido hasta el punto de que la Junta Central, el gobierno provisional español, huyó a Cádiz buscando refugio al amparo de sus murallas y de los cañones de la flota inglesa.

Cuando el día 26 de enero llegó a Mairena el general Alburquerque al mando de unos 9.000 hombres, volvió a surgir la esperanza por unos días. El general recogió en la villa suministros para sus tropas y emprendió el camino hacia Carmona. Pero cuando pocos días después los maireneros volvieron a ver a aquellos mismos hombres pasar a todo correr en dirección a Alcalá, la mayor parte de la población siguió su ejemplo y escapó a buscar refugio en las huertas y cortijos dispersos por el campo.

En la madrugada del día 29 entraron en Mairena los destacamentos de vanguardia de la división de caballería francesa. Los dragones encontraron un pueblo casi vacío, según cuentan los pocos testigos que permanecieron en la villa. El propio Mariscal Victor se alojó en la villa de Mairena esa noche junto con su estado mayor, partiendo al día siguiente para Alcalá de Guadaíra. Los 25.000 hombres de su ejército acamparon en los ruedos y explanadas cercanas durante los días 29, 30 y 31 de enero, a la espera de marchar sobre Sevilla. El primero de febrero levantaron el campo. Pero detrás llegaron los regimientos de la división del general Morthier (algo más de 10.000 hombres) que pasaron por la villa en los primeros días de febrero.

Tras la marcha de las tropas francesas los vecinos se encontraron una población arrasada. La bodega de los abastecedores de bebidas, la única gran bodega de la villa, había sido requisada por el ejército francés y los soldados se habían pimplado nada menos que 1.200 arrobas de vino y 250 arrobas de aguardiente, todas las existencias de la bodega, según informe de los propios abastecedores. Con tanto caldo en el cuerpo debieron montar una buena juerga por las calles de Mairena, pues durante varios días se vieron los toneles vacíos rodando por la calles. El propio general Victor, alojado en casa del escribano, tuvo problemas para conseguir una jarra de vino para su cena, pues los oficiales a cargo de la bodega se negaron a entregar el vino al criado enviado para recogerlo.

Y no había sido el único edificio saqueado. La segunda noche de su estancia en Mairena los soldados rompieron los candados del pósito, destrozaron sus puertas y los muebles del establecimiento, pegaron fuego a sus papeles y arramblaron con la mayor parte del trigo que estaba almacenado en las paneras. Viendo las puertas abiertas, algunos vecinos aprovecharon para llevarse el trigo que pudieron. Cuando, unos días más tarde, una vez que los soldados se habían marchado, el depositario del pósito se acercó a ver el almacén, apenas quedaban unas 200 fanegas de grano. Las tropas también incendiaron la cárcel y la carnicería pública y asaltaron algunas casas particulares, sirviéndose de los muebles, papeles y libros para hacer camas y para quemarlos en hogueras para calentarse. Y en la escribanía del Cabildo destruyeron los muebles y parte del archivo.

La villa tardó en recuperarse. Todavía en marzo faltaban por regresar bastantes vecinos, especialmente del barrio de S. Sebastián, y la Municipalidad amenazaba a los huidos con la incautación de las casas que se encontrasen vacías. La medida no parece que tuviese mucho efecto pues el Prefecto de Sevilla dictó en mayo un bando con idéntica amenaza para hacer regresar a los huidos. Quienes si llegaron fueron los soldados franceses. Varias unidades de infantería y caballería pasaron por la vía real y algunas se detuvieron algún corto periodo y se alojaron en la villa, en espera de un destino. Durante el año 1810 las autoridades de Mairena se quejaron frecuentemente de la presencia de un gran número de tropas, que alcanzó, en ocasiones, los 250 hombres. No se trata de guarniciones permanentes y hasta 1811 no se instaló en la villa una compañía del Séptimo de Caballería (Séptimo Regimiento de Caballería Ligera de Lanceros), una unidad de ulanos de origen polaco.

Con la villa saqueada, la bodega seca, el pósito municipal sin grano, las patrullas francesas moviéndose por los caminos, las comisiones de requisa registrando establos y corrales y alguna que otra partida de guerrilleros rondando por el campo, la situación no se presentaba precisamente muy estimulante para un mercado de ganado.

Así que en este 200 aniversario, si la historia debe enseñarnos algo, sólo puedo desearles que disfruten de la mejor de las ferias … Ahora que podemos, pues hace 200 años, con la que estaba cayendo, no es de extrañar que Mairena … no tuviera el cuerpo para feria.