Un bandolero por los Alcores en el siglo XVIII:
"El Tenazas de Mairena"1
Manuel Gavira Mateos
El siglo XVIII está enmarcado en Andalucía por una serie de calamidades: epidemias de peste, largos pleitos, protestas populares, plagas de langostas, malas cosechas, años de carencias y hambres..., que hicieron que nuestros jornaleros padeciesen condiciones de vida desdichadas. Townsend, médico y clérigo inglés, llegó a escribir en su obra Viajes por España, publicada a principios de los noventa de este siglo, una significativa frase sobre la realidad andaluza: "Entre Écija y Carmona no se veían nada más que cabañas en ruinas y campesinos medio desnudos, y todo revelaba un estado de miseria generalizada".
Fue un siglo en el que se asentó definitivamente un latifundismo impresionante en estas tierras del sur, lo que provocó que el poder político local y regional, así como los precios para el mercado interior, lo controlasen una minoría de grandes propietarios, todos representantes de la nobleza señorial andaluza y el clero, frente a pequeños propietarios y a una mayoría considerable de braceros y jornaleros que sufrían verdadera penuria. A mitad de siglo en Carmona el 87´96% de la superficie de su término era del 11´90 % del número de propietarios, mientras el resto de la tierra, el 11´83 %, era del 98´10% de los pequeños propietarios. Estando integrado un tercio de estos propietarios por eclesiásticos.2
Para colmo, esta situación tan lamentable del campesino andaluz se veía aumentada por la dureza del clima, por los rudimentarios métodos de cultivo, y por unas circunstancias paupérrimas de vida: fuerte paro, precarias viviendas, bajos salarios, dieta insuficiente, etc... Pablo Olavide, asistente de Sevilla e intendente de Andalucía, nos dejó escrito sobre las condiciones en las que vivían los jornaleros: "Son los hombres más infelices que yo conozco en Europa. Se ejercitan en ir a trabajar a los cortijos y olivares, pero no van sino cuando los llaman los administradores de las heredades, esto es, en los tiempos propios del trabajo. Entonces, aunque casi desnudos y durmiendo siempre en el suelo, viven a lo menos con el pan y el gazpacho que le dan; pero en llegando el tiempo muerto, aquel en que por la intemperie no se puede trabajar, como por ejemplo la sobra o falta de lluvias, perecen de hambre, no tienen asilo ni esperanza y se ven obligados a mendigar. Estos hombres la mitad del año son jornaleros y la otra mitad mendigos".3 Estado social y personal que los abocaba, al menos en sus elementos más inquietos, a buscar otras soluciones más drásticas, así "no teniendo nada que perder y no creyendo en la justicia se convierten en salteadores de caminos, ladrones de ganado o cosechas, contrabandistas, etc.".4
La respuesta de las autoridades para evitar el desarrollo del bandolerismo andaluz no fue escasa, pues mucho se legisló y se decretó a través de provisiones y órdenes que se remitían a todas las justicias locales. En una real provisión del 1726, que obligaba a cumplir la real pragmática de Felipe IV de 1663 contra salteadores y bandidos, encontramos fielmente reflejado el momento que se vivía. En ella se puede leer: "que no había seguridad en los caminos, ni se podía transitar de unos pueblos a otros sin grave riesgo de ser muertos o robados", para aclarar a continuación que la principal causa de la inseguridad era el "poco celo y vigilancia de las Justicias".
Cuando analiza las circunstancias que impregnaban este período dice: "Sabed, que habiendo sido informado de las inquietudes y escándalos que causan en algunos lugares de estos nuestros reinos, y señoríos, diferentes tropas de gente perdida, que roban y falsean, ejecutan venganzas, odios, y enemistades particulares en los caminos, y se hacen sufrir en los pueblos de corta vecindad, y aún le obligan a que les contribuyan y socorran, cometiendo delitos y ofensas a Dios nuestro Señor, con que perturban, e inquietan la quietud, y reposo de nuestros vasallos, e impiden el comercio público, y que cada día se va aumentando el número de dichos salteadores, sin que hayan sido bastantes a remediar y castigar semejantes excesos las diligencias que han hecho nuestras Justicias".
Entre las muchas medidas que establece esta pragmática destacan aquellas que nos dan a conocer la convivencia de las autoridades locales con los salteadores y bandidos, así se manda: "que ninguna persona, de cualquiera condición que sea, pueda receptar, ni encubrir en su casa, huerta, cortijo o heredad a ninguno de los dichos salteadores, ni lo pueda socorrer, ni socorra voluntariamente con bastimentos, vestido, pólvora, balas, ni otro género de armas, ni les de avisos, ni les sirva de espía..."
Pero tal vez, mucho más sorprendentes a nuestros ojos sean las medidas que esta provisión real propugnaba: "Ordenamos, mandamos... y permitimos que cualquiera persona, de cualquier estado y condición que sea, pueda libremente ofenderlos y prenderlos [se refiere a los delincuentes, salteadores y bandidos], sin incurrir en pena alguna, trayéndolos vivos o muertos ante los Jueces de los distritos donde fueren presos o muertos, y que pudiendo ser apresados, sean arrastrados, ahorcados, y hechos cuartos, y puestos por los caminos, y lugares donde hubieren delinquido, y sus bienes sean confiscados para nuestra Cámara".5
Don Ginés de Hermosa y Espejo, asistente de Sevilla, muestra claramente en una circular, enviada a todos los pueblos de la provincia en abril del 1750, una de las principales causas del bandolerismo andaluz: la miseria de gran parte de la población campesina motivada por las adversidades de los tiempos, con la consecuente falta de trabajo y de medios de vida. Así, en una orden de abril del año últimamente citado, decía: "Por cuanto ha llegado a mi noticia de los desórdenes, que se experimentan en muchos Pueblos, con motivo de que habiéndoles cesado a los jornaleros del campo el trabajo de él, sin dedicarse a buscar otro para el modo de mantenerse, que les sea posible, acuadrillados se avanzan, y arrojan a los cortijos de los labradores, y hatos de ganaderos, robándoles lo que tienen en ellos, llevándose, en considerables partidas, ganados de todas especies. Y siendo obligación de mi empleo poner todo el remedio posible a contener semejantes excesos, y evitar los graves perjuicios, que se infligen a los referidos labradores y ganaderos, que después de la pérdida que experimentan con la calamidad del presente tiempo, en la falta de pastos, y la de cosecha que se puede temer, quedarían totalmente arruinados si se diese lugar a que tomase más cuerpo este desorden: Ordeno y mando a las Justicias de esta Comprensión, que luego inmediatamente que reciba éste, celen cada una en su respectivo término, de día y de noche, valiéndose de los soldados milicianos (donde los hubiere) y donde no, de Ministros y personas del pueblo, que nombrara para este fin, prendiendo a los que intentasen semejantes excesos, y remitiéndolos a mis disposición con la guardia y custodia necesaria a la Cárcel Real de esta ciudad, con la correspondiente justificación que baste a su escarmiento, y que su ejemplo sirva para que otros se contengan, sobre que hago el más estrecho encargo a dichas Justicias, como conviene el asunto de esta importancia, en inteligencia de que serán responsables a indemnizar los perjuicios que se causen por los referidos desórdenes, y además procederé contra ellas con la seriedad a que se hagan acreedores por su omisión".6
Medidas y disposiciones que no alcanzaban el resultado apetecido, pues unos años después, en 1769, encontramos un auto de la Real Audiencia de Sevilla remitido a la justicia de la villa de Mairena en términos similares a la orden anteriormente referida. En él se puede leer: "que sin embargo de las repetidas Providencias, que se han tomado por la Sala, para que las Justicias del Territorio de esta Real Audiencia vigilen, y cuiden de la seguridad de los caminos, recorriendo con frecuencia sus términos y sitios más fragosos donde se acogen y abrigan los delincuentes para su prisión y exterminio, han llegado repetidos avisos de frecuentes robos e insultos que en caminos, y aun dentro de poblado, se cometen por varias cuadrillas de gentes vagas, perturbando la tranquilidad pública y el libre tráfico del comercio y caminantes". Mandándose a los pueblos, una vez más, que "cuiden de la seguridad de los caminos, recorriendo con frecuencia sus términos, procediendo a la captura de los delincuentes, substanciándoles sus causas, y determinándolas conforme a Derecho... ". 7
Esta inseguridad o agitación general se plasmaba, por supuesto, en la vida cotidiana de los habitantes de los Alcores.8 Tal era la inquietud a la hora de trasladarse por los caminos de nuestros pueblos, en esta época, que los maestros plateros cambiaron sus antiguos hábitos ante la situación que se padecía. Los plateros disfrutaban, desde el siglo XV, de una bien organizada venta ambulante de sus productos en las distintas ferias y mercados anuales que se celebraban en la campiña sevillana, entre ellas las de Carmona, Guadajoz, Mairena, Lora del Río y, sobre todo, la de Utrera, en donde disponían desde tiempo inmemorial de un espacio específico reservado para su actividad, estaba éste junto al santuario de Consolación. Pues bien, estos orfebres de la plata optaron en este siglo, para huir del mucho riesgo que suponía trasladarse de un pueblo a otro con sus obras, por finalizar su trabajo con la entrega del mismo en su propio taller al comprador, o bien quedando el transporte de la labor concluida al lugar de destino a cargo del futuro dueño. Incluso, se llegó a elaborar las piezas requeridas en la misma localidad del comprador, desplazándose el maestro con uno de sus oficiales de confianza durante el tiempo que tardaran a ejecutar el encargo.9
En el mismo contexto anterior nos encontramos con el robo que se produce en la Iglesia Parroquial de Mairena de cinco lámparas y media luna de plata, en la primavera de 1745. Rápidamente se inician las pertinentes pesquisas, y al poco se detiene a Miguel de los Reyes, alias "Japón". En un principio, el ladrón es encarcelado en la cárcel pública de la villa, para posteriormente, cumpliendo con lo que "últimamente ha pedido el Señor Fiscal de la Real Audiencia" ante estos hechos delictivos, ser llevado días más tarde a la cárcel de la Audiencia de Sevilla, donde fue puesto a buen recaudo. Se responsabilizó del traslado, para mayor seguridad y en espera que la causa fuese vista, el alguacil mayor de Mairena, don Francisco de Trigueros con "la guardia y custodia necesaria". 10
1- Francisco Mateos Pontón "El Tenazas de Mairena"
Unos años después se movió por buena parte de la campiña sevillana una feroz y multitudinaria partida, la integraban gentes, sobre todo, de Mairena y Gandul: la de Francisco Mateos, "el Tenazas de Mairena".
En un auto de buen gobierno de esta época se dice: "Y porque los robos, que recientemente se han ejecutado, son en el término de Coria, Dos Hermanas, y en las inmediaciones de Alcalá de Guadaira, Mayrena del Alcor y el Viso, se encarga particularmente a las Justicias de estos cinco pueblos, que juntos y unidos recorran todos sus términos, defendidos, y ayudados de los Escopeteros, que entre sus vecinos se eligiesen, obligándoles para esto con la pena que dichos Alcaldes tuvieren por conveniente; advertidos éstos, que sino cumpliesen con la mayor exactitud éste particular encargo que se les hace, serán castigados con el mayor rigor, y responsables de cualquier insulto, que por su omisión sufran los particulares...". Tarea que resultaría, al menos, complicada, como se vería en las instrucciones judiciales que se hicieron una vez apresados los principales componentes de la cuadrilla.
"El
Tenazas", óleo
de José Manuel Díaz
Francisco Mateos Pontón, alias "El Tenazas", fue quien creó y dio nombre a la famosa partida. Nació Francisco en Mairena en el año 1739, viviendo en la calle Gandul su infancia y primera juventud, donde su familia disponía de una pequeña casa, que tributaba 33 r. a favor de la fábrica de la iglesia parroquial, como era habitual entonces en muchas familias pobres. Se sabe que el padre poseía, además, un pequeño trozo de tierra de sólo tres fanegas, que sembraba de trigo. 11
El primer oficio que conoció el joven "Tenazas" fue el de su padre, jornalero del campo, que compartía, cuando las faenas agrícolas decaían en ciertas estaciones del año, con el de panadero, amasando el pan y llevando la carga a Sevilla, Carmona, Arahal, La Campana o Fuentes, en una de las muchas reatas de bestias que partían cada madrugada desde Mairena hacia estos destinos cargadas de pan desde la antigua posada del Calvario.12 Debemos tener presente que esta actividad era la principal de la villa, pues "la mayor parte de sus habitantes se ocupan en su tahonas". No olvidemos que entonces el pueblo era conocido como "Mairena de los panaderos", por la gran importancia y relevancia que llegó a tener este sector económico en su entramado social. Se contaban, entonces, con nueve hornos, todos ellos propiedad de los duques de Arcos, señores de Mairena, y la población de la villa nunca superó los mil quinientos vecinos a lo largo de este siglo, lo que indica la gran trascendencia que tuvo este sector productivo y el gran número de maireneros que estaban relacionados con él de alguna forma, entre otros: leñadores, horneros, repartidores, herreros que cuidaban de las bestias para los desplazamientos, guarnicioneros, etc.
Ahora bien, volviendo a nuestro protagonista diremos que de su padre hemos recuperado, de un expediente que se envió al duque en 1764, estos datos: "Francisco Mateos Pontón, de sesenta y dos años, estaba casado con María Martín, de cincuenta y siete, que tenían en la patria potestad un hijo varón de veinte y cinco años, llamado Francisco Mateos, de ejercicio del campo, que sin más aplicación es gastador y jugador de naipes en juegos prohibidos, por lo que tiene mala opinión, gozan de unas humildes casas derrotadas, y a excepción de su hijo están en buena opinión, y lo pasan con sumas indigencias".13
No he podido confirmar el hecho o el motivo concreto que lleva al joven "Tenazas" a convertirse en malhechor y abandonar una vida más o menos tranquila y anónima, aunque ya, en esta primera etapa, era indicativo su fama de jugador y gastador, como hemos podido leer en la cita anterior. Es posible que hubiese no solo una, sino varias causas determinantes. Algunas serían de carácter familiar, como el apego personal con el cuatrero Diego Corrientes, pues era sobrino de él por parte de su padre y la madre de Corrientes, que se llamaba Isabel Mateos, lo que le posibilitaría ser miembro destacado de la cuadrilla de Corrientes al principio de su vida delictiva.
Además, por supuesto, no le faltarían otros impulsos o incitaciones más generales, como haber entrado en contacto con gentes muy variopintas (cosarios, escopeteros, feriantes, arrieros... ) y cercanas a los bandoleros, a las que conoció, sin duda, en las ventas, caminos, paradas y cruces de las veredas cuando iba asiduamente a Sevilla o Carmona con la carga de pan.
También influiría en su situación personal las circunstancias socioeconómicas globales de la comarca, pues coincide, como hemos analizado al principio, sus años de fechorías con rachas de calamidades climáticas, miserias, malas cosechas y hambres en los Alcores. En la década de los cuarenta de aquel siglo se padeció una gran sequía y en los cincuenta abundantes lluvias. Eventos que se recogieron en las actas capitulares de Mairena en varias ocasiones, en una de ella se lee literalmente: "considerando al mismo tiempo la gran necesidad que están padeciendo los pobres jornaleros de esta Villa, que no pueden trabajar por motivo de las grandes lluvias que han sobrevenido y están sobreviniendo, y que se están muriendo de hambre, debiendo ser la obligación de este Cabildo socorrer a dichos jornaleros y demás pobres vecinos, para que no se mueran de hambre". Por esta causa se repartió "pan amasado entre los dichos jornaleros y demás pobres", con lo que el concejo local pretendía conseguir dos cosas: "la primera el alivio de los pobres, con dicho socorro, y la otra que no hagan daño a ninguna persona con motivo de la necesidad que están padeciendo... y cometan robos e insultos con motivo del hambre".14
Al mismo tiempo, hubo hasta varias plagas de langostas en estas décadas, una de ellas muy persistente en toda la provincia en el año 1781. Ello ocasionó que se tomaran cuantas medidas se creyeron oportunas para su extinción y acabar así con los notables perjuicios que se provocaba en los campos con este azote. Incluso, el arzobispado sevillano decretó nueve días de rogativas públicas, ordenando a los párrocos que saliesen a los parajes más afectados para que oficiasen "los exorcismos que se hallan consignados por la iglesia", para terminar con este infortunio que arrasaba las cosechas.15
De la misma manera, debió de influir en la formación de esta cuadrilla la conducta permisiva que socialmente se respiraba en el pueblo, pues autoridades y señores se implicaban en exceso en negocios poco claros, como el derivado del hurto de ganado, o el de la falsificación de las guías necesarias para la posterior venta del ganado robado, en el bullicio fraudulento que se originaba alrededor de las ferias de la comarca, o el del contrabando de artículos de primera necesidad, etc... En este sentido, se puede constatar algunos testimonios muy significativos que han llegado a nosotros, como aquel del prófugo Pedro Núñez que se escapó de la cárcel antes de ser juzgado por portar "arma vedada" y ahora, en 1771, se desconocía su paradero desde hacía tres años. O aquel episodio por el que el concejo tuvo que solicitar, en 1777, al duque que cesase al alcaide de la cárcel, Miguel Barrera, "que se hallaba actualmente preso" pues, además de ser conocida "su mala conducta por privarse de su sentido embriagándose", éste dejaba escapar a los presos que detenidos por robos debía él custodiar, citándose entre lo prófugos a un tal Juan Sánchez, menor que estaba en ella por hurto. 16
También puede ser significativo la necesidad que tenía el cabildo local, en 1779, de vallar, limpiar y adecentar sesenta y tres solares y caserones que hay en la villa y "que están sirviendo de muladares y ocultación de gente en todo tiempo, y mayormente en los que se celebra la feria, y que se ha experimentado algunos asaltos por los mismos".17 Estas propiedades abandonadas, o en ruinas, eran muchas de instituciones religiosas que no las cuidaban adecuadamente después de recibidas por legajos testamentarios de buenos cristianos. Los nuevos propietarios (hermandades, capellanías, órdenes religiosas… ) abandonaban las casas y, al cabo de un tiempo, éstas mostraban un estado tan ruinoso que sólo servían de refugio para mendigos y gentes de mala fama.
Lo cierto es que nuestro protagonista, Francisco Mateos, aparece inicialmente unido a la cuadrilla de Diego Corrientes, pues fue apresado por primera vez en 1781, cuando los escopeteros que traían a Corrientes desde Portugal a Sevilla se lo encuentran por el camino. Fue reconocido por el cabo de esta partida de escopeteros, José Suárez, pues él personalmente lo había dejado preso, junto a otros miembros de la partida, en el pueblo de Cubillán en Portugal, y ahora, sorprendentemente, en el mismo camino de regreso a Sevilla se encuentra con él, habiendo quedado libre nada más los escopeteros abandonaron el país vecino con la comitiva de Corrientes. Se sabe por una carta de Don Francisco de Bruna, que el joven "Tenazas" "venía con una escopeta cargada de postas, y un pasaporte en el bolsillo de aquella justicia, en el que traía envueltas unas balas". 18
Pero fue puesto en libertad, de nuevo, muy pronto, no conocemos por qué, aunque algunos autores lo justifican debido a su juventud. Razonamiento que no compartimos, pues consideramos que no era tan joven, ni en otros casos de menores de edad integrados en partidas esta condición fue tenida en cuenta a la hora de aplicarles el rigor de la ley. Lo cierto, es que a partir de ahora es cuando el "Tenazas" se dedicó a formar su propia partida, que fue conocida con el nombre que él mismo tenía como apodo familiar, y que llegó a disponer de más de cuarenta hombres, según los cronistas de la época.
El área de actuación de la amplia partida del "Tenazas" se centraba, en primer lugar, en el camino real que atravesaba completamente todas las poblaciones importantes de los Alcores (Alcalá, Carmona, Gandul, Mairena…), en segundo lugar se extendía por otras zonas de la campiña sevillana, concretamente por los términos de Arahal, Marchena, Utrera, Coria y Dos Hermanas, y en tercer lugar, centralizaba sus asaltos y golpes a las entradas y salidas de Sevilla. Así pues, toda esta amplia demarcación del reino de Sevilla vio alterada su vida normal y la tranquilidad de sus vecinos, haciendas y caminos con los numerosos robos que ejecutaban en los despoblados, donde la cuadrilla no dudaba en usar armas cortas blancas y armas de fuego prohibidas para amedrentar a sus víctimas. Como fue el caso del comerciante Manuel Moreno que, yendo de Jerez a Sevilla, en el término de Utrera, en el mes de diciembre de 1786, fue asaltado por el "Tenazas" y su cuadrilla, al que le quitaron todo el dinero que llevaba y otros efectos propios de su oficio.
Muchos autores, entre ellos Bernaldo de Quirós y Santos Torres, han destacado a las gentes del "Tenazas" por la gran audacia con que planeaban y ejecutaban sus fechorías, así como por los instintos sanguinarios que mostraban al rematar a sus víctimas.
La Audiencia sevillana tuvo que promulgar un auto en 1793 ante la caótica situación que se padecía en la provincia, pues teniendo constancia de "los repetidos insultos, robos y raterías que se están causando en los términos, haciendas, cortijos y caseríos de la comprensión de esta Real Audiencia por diferentes hombres acuadrillados con uso de todas armas prohibidas, dando motivo a la inquietud, y ninguna seguridad y tranquilidad de las personas que les precisa el viajar de una parte a otra", mandándose, a continuación, a todas las justicias de los pueblos afectados "que inmediatamente celen y vigilen que en sus respectivos términos no se cometan semejantes delitos", para conseguirlo se les proponía que se valiesen de la tropas regulares, y en caso de no ser posible esta opción se les indicaba que se reuniese a un grupo de vecinos, suficientes y competentes, para que se "limpien los campos de semejantes gentes".19
Hubo un momento que parecía que los esfuerzos de las autoridades provinciales no conseguían los efectos apetecidos, pues los robos y crímenes que la cuadrilla del "Tenazas" cometía en los caminos quedaban impunes, ya que contaba con numerosos cómplices, que le hacían conocer el movimiento de los escopeteros con la suficiente antelación, y estos se mostraban ineficaces a la hora de prenderlos, siendo muy llamativa la connivencia de la partida con las autoridades de Mairena y con las tropas de milicias encargadas de la custodia del orden público, como más tarde quedaría patente en las diligencias procesales que se le instruyó a todos los integrantes de la partida, a sus valedores y encubridores.
Al final, el azar quiso que, una noche, se capturara a toda la cuadrilla en una venta cercana a Sevilla. Los bandidos sorprendidos mientras dormían no pudieron escapar, y una vez atrapados fueron conducidos a la capital.
Cuando se instruye el sumario, los bandoleros hacen inesperadas revelaciones, y por ellas son comprometidas numerosas personas de todos los estratos sociales y políticos, que serían acusadas de cómplices, auxiliares y colaboradoras.
Una vez vista la causa en la Real Audiencia, y siguiendo la legislación en uso, se dictan cinco penas de muerte en horca, con la agravante que se daba a los salteadores de caminos, como era que debían ser arrastrados previamente y descuartizados después en la Mesa Real, exponiendo sus cuartos y cabeza en los lugares donde cometieron sus peores fechorías.
Al cumplirse en firme la sentencia se ajusticiaron cuatro de ellos en horca vil, como fue el caso de Francisco Mateos, el jefe de la partida, que antes de ser ajusticiado, demostrando una gran desfachatez, solicitó del verdugo tiempo para fumarse un cigarrillo. Petición que fue atendida, y el "Tenazas"con gran tranquilidad e indiferencia aprovechó el gesto para fumarse su último cigarro.
También murió de la misma forma Pedro Guillén Barco, hermano de dos de los condenados en la causa de Diego Corrientes, "los Chatos de Mairena". Eran éstos seis hermanos, cuatro de ellos varones, y con fama de mala reputación todos. El mayor, Manuel, fue ejecutado en marzo de 1782, y Antonio acompañó a Corrientes en su último viaje a Portugal antes de ser detenido. Incluso el padre, de nombre Pedro, era "hombre de mala fama y ha sido procesado, en tiempos pasados, por hurto de ovejas, se halla prófugo hará un mes por haberse solicitado su prisión por sospechas de haber substraído a un arriero, que iba de tránsito, un costal de trigo de dos fanegas, continúa ausente de esta Villa y su jurisdicción, y su familia lo pasa con desdichas por no tener recurso alguno para mantenerse".20
José Téllez, "El Ballico", acabó sus días como los dos anteriores en la misma horca del cadalso de la famosa plaza sevillana. Hijo de Pedro Téllez, del que heredó el apodo y el oficio, pues su padre, tenía "la nota de ladrón, por lo que habiendo estado en diferentes ocasiones preso en esta cárcel pública, a causa de haber anteriormente sido condenado a presidio por antedicho delito, no pudo ser castigado, aunque le fue justificada su reincidencia, a causa de haber escalado en dos ocasiones dicha cárcel, consiguiendo su libertad y hoy no se sabe el paradero o destino que tenga... por cuyo motivo su mujer e hijos padecen extremas necesidades...". 21 Circunstancias que, sin duda, fueron el preludio para que "Ballico hijo" terminase su vida ajusticiado con el "Tenazas".
Con los anteriores también fue castigado en la horca Juan González Rasgado, del que se tienen noticia que era hijo de un jornalero de Gandul, Pedro González, que vivió en una pequeña casa de esta aldea, con techo de paja, propiedad del marqués, para quien trabajaba como bracero.
Por último, Lázaro de Mena fue ejecutado a garrote por ser originario de buena cuna, y por este motivo no fue arrastrado ni descuartizado, siendo enterrado, una vez cumplida la sentencia, en el Hospital de la Caridad de Sevilla.
Una vez ajusticiados, en la mañana del 25 de febrero de 1795, según Bernal Rodríguez o en el mismo día pero del año 1791 según Santos Torres, los cuerpos de los cuatro primeros fueron llevados a la Mesa Real, en el camino de Sevilla a Carmona. Allí fueron descuartizados por dos verdugos ante los agentes de la justicia, escribanos y tropas. Por la noche las cabezas y los cuartos fueron enviados a su destino: las cabezas a la entrada de Mairena, menos la de Juan González que fue colocada en las inmediaciones de Gandul, y los cuartos a los caminos públicos. Así recibieron la luz del nuevo día, como carteles de aviso a quienes intentaran repetir sus crímenes y como pretexto de escarmiento para sus cómplices y futuros malhechores.
Vista
de la Villa de Mairena del Alcor, donde se expusieron los
cuartos y la cabeza del "Tenazas" para escarmiento general.
Por otra parte, salieron delitos a la luz pública en este proceso que inculparon a destacadas autoridades locales, religiosos y miembros de las fuerzas del orden, lo que obligó a procesos distintos por los fueros eclesiástico y militar.
A las autoridades locales implicadas de Mairena, entre ellos a don Luis Pernia, a don Diego Antonio María de Vegas, y a otros que ocuparon la alcaldía o diferentes empleos dentro del concejo de Mairena durante estos años, se les prohibió volver a ejercer cargos públicos, "por no haber evitado la vecindad en la Villa de gente viciosa, jugadora, sospechosa de mala conducta y por tener relación con fulleros y ladrones".
Diego María de Vegas y Trigueros pertenecía a una familia de fortuna, que hacía tiempo se había instalado en Mairena, pues su padre era de un pueblo de Málaga. La buena situación familiar le permitió a Diego seguir estudios en el colegio de Santa Catalina de Granada, y una vez terminados volvió a Mairena, de donde se ausentaba esporádicamente por diversos asuntos, pero siempre volvía al poco tiempo "por la precisión de cuidar de su labor y caudal". Contrajo matrimonio en la iglesia parroquial de Mairena con doña Josefa Méndez cuando tenía treinta y dos años, en 1781.22 Fue nombrado primer alcalde ordinario en el año 1785 por el duque de Arcos, señor de Mairena. Durante los años siguientes también ejerció otras funciones dentro del concejo mairenero, y en la década de los noventa se vio implicado en un largo pleito con un hacendado de Utrera por el uso y propiedad de un cortijo llamado Casablanca.
A don Luis Pernia, otro de los alcaldes de Mairena a finales de la década de los setenta e implicado en esta trama, se le prohibió ejercer por cuatro años cualquier oficio público, con el apercibimiento de que sería castigado con mayor pena si volvía a incurrir en los excesos que se le probaron.
Entre los distintos documentos que se han manejado de esta época destaca, también, el cese del alguacil mayor de la villa mairenera, Juan Luis Berdejo, suspendido por la Real Audiencia de Sevilla 23, y apercibido que "si en los sucesivo tuviera trato y comunicación con ladrones y personas de mal vivir será castigado como reincidente en este delito"24. Igual suerte siguió el regidor y el síndico de la villa, José Espinosa de los Monteros y Juan José Pérez en 1795.
Se remitió, además, una notificación de culpabilidad al juez eclesiástico del arzobispado sevillano para que procediese contra uno de los presbíteros de Mairena, Diego Castellón.25 También sufrió condena Juan Telésforo Rodríguez, crucero de la iglesia parroquial, y hombre hasta entonces con buena fama, habiendo ejercido por una época el cargo de alguacil mayor de la villa. Se le castigó a un mes de cárcel y a una multa, apercibiéndole que no volviese a jugar juegos de suerte y azar, y muchos menos con personas tan sospechosas como los reos de esta causa.
Asimismo, se notificó la causa al gobernador militar en relación con la actuación del oficial de milicias Francisco Rodríguez Sarraca, vecino de Mairena y con una casa en la calle Benardo.
De otros miembros de la partida conocemos por la sentencia los siguientes veredictos: a Nicolás Marín y Joaquín Gutiérrez se les condenó a diez años de presidio. A Fernando Aldabón diez años en el presidio de Puerto Rico. A Juan Sánchez los mismos años, pero a galeras. De este último no se ha podido constatar si es aquel menor, del mismo nombre, que se fugó de la cárcel y provocó el cese de alcaide, Miguel Barrera, allá por el año 1777, como ya hemos referido anteriormente. Además, se obliga a los cuatro a presenciar la ejecución de sus compañeros ahorcados y a pasar bajo sus cuerpos.
A penas menores, entre uno y cuatro meses de cárcel y pago de multas, entre otros a los ciudadanos de Mairena: Juan de Herrera, Ramón Santos, Juan de Ortega el "Mayor", Juan de Ortega el "Menor", Francisco Múñoz Marchena, Juan de Lora, Diego Grande, Morro el "Hornero", José de Valero, Don Antonio Vides… Se da la circunstancia que varios de ellos se consideraban como "personas de mayor acomodo en la Villa", pues por esto, paradójicamente, el último nombrado fue citado varias veces por el concejo mairenero, al objeto de constituir el cuerpo de los cuadrilleros en la villa y, además, decidir la forma de recaudar los arbitrios suficientes para el pago que se había de hacer para el establecimiento de las partidas de la Compañía de Escopeteros Voluntarios en Carmona.26
Pero las situaciones no cambian radicalmente pues, meses después, el alguacil mayor, Francisco Romero, es gravemente herido cuando una noche hacía su ronda reglamentaria en las calles del pueblo por un tal Juan Jerónimo Bernal, alias "de la Cruz", que fue hecho preso y procesado.27
También fue inculpado un año después, en 1798, Sebastián Carmona, pues siendo el encargado de custodiar en su casa el arca donde se guardaban los caudales comunes del Real Pósito, en razón de su cargo, fueron sustraídos más de siete mil reales, acordando el cabildo proponer a otra persona para el empleo violado.28
De este ambiente que se vivía en la villa de Mairena da muestra igualmente la solicitud que se hace al Consejo de Castilla, por parte de sus autoridades locales, para que se conceda licencia al ayuntamiento con el fin de permitir a los vecinos, que lo pidiesen, reedificar muchas casas viejas y solares, más de sesenta, " y algunos de ellos en los principales sitios de sus calles", propiedad casi todas ellas de instituciones religiosas, "Patronatos, Conventos de Monjas, Capellanías y Hermandades" que las tenían abandonadas, pasando a "ser abrigo y ocultación para que con facilidad puedan saquearlas, y robarlas, como ya se ha verificado con otros muchos delitos, que ocasionan estos lugares por no ser habitados en la noche por nadie, y en especialidad en la ocasión de la feria que se celebraba anualmente en esta Villa".29
Circunstancias parecidas también se daban en otras zonas de la comarca. Así, en 1778, se ordena desmantelar las chozas que habían sido construidas "en unas cañadas reales para paso de ganado", en el camino de Carmona a Sevilla, cerca de Torre-Palma, pues se consideraban que eran guaridas de malhechores y sus habitantes insultaban a todos los que se atrevían a transitar por allí.30
En el mismo año, anteriormente citado, el escribano real de la Audiencia de Sevilla publica un auto para lograr la captura y exterminio de las cuadrillas de los forajidos que han dado muerte últimamente en el término de Alcalá de Guadaira a un arriero de Arahal, Alonso de Morales, que se dirigía a Sevilla, con otros arrieros, con una carga de habas. También era preciso detener a los implicados en el asalto y robo al ordinario de Aracena, Pedro Barrequero, así como a los responsables de otros atropellos en la provincia. Mandaba el mencionado auto que se indagara el paradero de los autores de tantos desmanes, y llegado el caso se les persiga para aprehenderlos y ponerlos en manos de la justicia.31
2 - Apéndice
Fragmento del Pregón de la Feria de Mairena del año 2002, a cargo de Manuel Gavira Mateos. Juego literario sobre Francisco Mateos "El Tenazas de Mairena":
"Por la Plaza, mi abuelo empezó a fumar un cigarro y, entre bocanada y bocanada, me contó la historia que decía haber escuchado una vez, en la taberna de su padre, sobre el bandolero Francisco Mateos, "El Tenazas de Mairena". Yo le oía entusiasmado. Me dijo que cuando este era gañán, joven y sumiso en el viejo cortijo de El Judío, donde trabajaba de sol a sol cobrando solo un real de vellón cada sábado por la tarde con el que apenas podía ir tirando, dio su primer golpe, tal vez el más osado y atrevido. Sucedió que una tarde, días antes a la feria, llegó a una de las posadas de la calle Mesones una comitiva sin igual. Componían la expedición un coche de colleras, tirado por cuatro mulas, cochero en el pescante, y a caballo dos escopeteros armados con sus retacos y cuatro hombres que guiaban una cuerda de más de veinte bestias, entre mulos, mulas, potros y yeguas. Antes del anochecer, criados y ganado ya tenían su acomodo, los hombres en el mesón y el ganado en la cuadra. Al día siguiente, la noticia de la llegada de tan valiosa reata se supo en toda Mairena, así como el nombre de su afortunado dueño, el marqués de los Llanos, que, por cierto, en el grupo incluía su mejor potro para pasearse con él por el mercado ferial. No hubo cortijo, caserío o gañanía que no hablase en aquellos días de tan cara reata. Pues bien, en la madrugada del día 25, víspera que siempre fue de esta feria, todos los animales fueron robados en la oscuridad de la noche, sólo quedó allí un viejo burro moruno de un esquilador gitano, que también se hospedaba en el mesón. Durante los dos días siguientes las autoridades locales, el alcalde, el corregidor, el alguacil mayor, los milicianos... el propio marqués y sus escopeteros hicieron cuantas gestiones fueron posibles para recuperar el preciado botín. Pero nada... Hasta que el último día de la feria, a eso de media mañana, se vio entrar en el mercado el potro más brioso que se pudiera soñar. Lo montaba el "Tenazas", que lozano y arrogante, con un trabuco naranjero en la mano derecha, desafiaba a todos los presentes. Traía el caballo con paso alegre, exhibiendo este hermoso ejemplar de piel azabache, cabeza fina, cola larga, fuertes remos, jaeces andaluces, silla alta, estribos vaqueros, mosquero de madroño, alforjas rondeñas sobre la grupa y, en el arzón delantero, una manta jerezana. Todos allí quedaron mudos y de piedra ante la visión de tan elegante estampa, que completaba el más bandolero que jamás conocieron los Alcores. Iba el "Tenazas" con una rica chupa, de hombreras y caireles de seda, un chaleco que tapaba una camisola bordada, vistosa faja y ajustado pantalones de paño hasta debajo de las rodillas; botín abierto de cuero y airoso castoreño gris de anchas alas en la cabeza.
Entre corvetas, cabriolas y marcadas piruetas pasó el momento. Y antes que nadie se pudiese arrimar a él, el caballo emprendió el trote. Después, se vieron a lo lejos dos jinetes que se marchaban con él, eran los dos escopeteros del marqués. Aquel día nació para los atajos, veredas y cañadas de la sierra y la campiña una nueva partida de bandoleros.
Durante mucho tiempo no hubo feria en Mairena que no se relatasen las correrías y venturas del "Tenazas" por esos caminos de Dios, y algún año su presencia se notó en el mercado y en los mesones de nuestro pueblo hasta que, aún muy joven, fue capturado por la Justicia. Una vez procesado, murió en la horca en 1795".
NOTAS:
10
A.
M. M. Legajo 9, Actas Capitulares, 12 de julio de 1745
11
El
profesor e investigador mairenero D. José M. Navarro Domínguez
aportó, como es habitual en él, una reseña muy documentada
y fidedigna sobre la partida del "Tenazas" en su trabajo "Bandoleros
y cuatreros en torno a la feria de Mairena", en III Jornadas sobre Bandolerismo
en Andalucía, Lucena, 2000, pp. 324-329.
12
La
posada del Calvario recibía su nombre por estar enclavada en el lugar
donde la hermandad de Jesús oficiaba su sermón cada Viernes Santo.
Era la posada una casa-mesón propiedad del conde de Peñaflor.
Y aquí se agrupaban, por la noche, las reatas de los panaderos para ir
acompañados, unos con otros, a sus lugares de destino. Décadas
después, desaparece de los documentos el nombre de "posada del Calvario"
para ser sustituido por el del Cruce o la Venta del Cuerno. No he podido constatar
si era el mismo lugar con nombres distintos o dos lugares diferentes, lo cierto,
es que este lugar (o lugares), se corresponde con parte de lo que hoy es el
paseo de la avenida de Andalucía, entonces localizado fuera del casco
habitado de Mairena.
13
A.
H. N. Osuna. Legajo 1629/12. 1764.
14
A.
M. M. Legajo 11, Actas Capitulares, 17 de febrero de 1751.
15
Archivo
General Arzobispado de Sevilla. Gobierno, 50. 1781.
16
A.
M. M. Libro 14, Actas Capitulares, 6 de abril de 1777.
17
A.
M. M. Libro 14, Actas Capitulares 1779.
18
A.
H. N. Consejo de Castilla. Sala de Alcaldes de Casa. Legajo 9452, 1781, Número
1. Sobre el "Tenazas" y su partida puede ser interesante el texto,
ya clásico, que en su día usó Bernaldo de Quirós
y que se encuentra en la Hemeroteca de Sevilla, en el periódico El Liberal
de 26 de diciembre del 1929.
19
A .M .M. Libro 121 de Reales Órdenes y Disposiciones.
20 A. H. N. Osuna. Legajo 1629/12. 1764.
21 Ibídem.
22A.
G. A. de Sevilla. Expedientes matrimoniales. 1690. 1782.
23 A.
M. M. Legajo 13, Actas Capitulares, 15 de marzo de 1795.
24 José
Mª de Mena, Curiosidades Históricas de Sevilla, Editado por J. Rodríguez
Castillejo S.A. Sevilla, 1986, pp. 231-240.
25
En los censos y
padrones manejados se encuentra el nombre de Juan Antonio Castellón,
y no de Diego, que fue durante los años ochenta y noventa presbítero
de Mairena y capellán de varios patronatos. Aparece otro presbítero
con el apellido Castellón, y de nombre Francisco, pero este falleció
en diciembre del 1790.
26
Don Antonio
Vides fue un destacado miembro de la Hermandad de Jesús Nazareno de Mairena
en esta época. En un acta capitular del 1792 hay una petición
firmada por él para que la citada hermandad realizara la procesión,
como hacía desde tiempo inmemorial, aunque no tuviese dicha corporación
sus reglas aprobadas.
27
A. M. M. Legajo
13, Actas Capitulares, 15 de febrero de 1796.
28
A.
M. M. Legajo 13, Actas Capitulares, 11 de febrero de 1798.
29
A.
M. M. Libro 14, Actas Capitulares, 1779.
30
A.
M. M. Libro 117 de Reales Órdenes y Disposiciones.
31
A.
M. M. Orden del 21de agosto de 1778.