Semana
Santa en 1620 |
Cuando el siglo XVII comienza,
dejando atrás la fiebre de los viajes a las Indias y superando las epidemias
que azotaron a Andalucía, Mairena, nuestro ancestral pueblo, al llegar
el idus de marzo engalana sus calles "porque han de salir en esta Villa
las procesiones de Semana Santa y en ellas (las calles) hay algunos malos pasos
desempedrados y se manda se aderecen los más importantes hoyos".
Días antes, por carnestolendas, que fue cuando se empezó a llenar
el aire de incienso de la Semana Santa, el Cabildo Municipal procedía
a nombrar el predicador cuaresmal, que este año de 1.620 sería
Fray Tomás Francisco de la Orden de Santo Domingo. Predicará en
la Iglesia Parroquial y recibirá 58 ducados, pues además ayudó
"a confesar a los vecinos, que han sido muchos, en esta Semana Santa por
la obligación de cumplir con la Iglesia y el Santo Jubileo".
La Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno prepara su devota imagen
en la parihuelas. Este año no habrá estreno, la epidemia de fiebre
aún muestra sus estragos y la última plaga de langostas africanas
aún se cierne por la vega alcoreña.
De los más recónditos baúles se han sacado las túnicas,
aunque en buen estado sólo habrá unas cincuenta, las capuchas
púrpuras ya están almidonadas, las capas moradas de cola larga
junto a los cinchos esperan en la sacristía, los atuendos de la verónica
se han zurcido de nuevo, los sencillos candelabros de hierro se han repuestos
con velas traídas por los hermanos panaderos, que diariamente van a la
capital, los cirios se compusieron en casa del muñidor, el diputado mayor
puso a punto las pesadas cruces de disciplina, lo que no aparece son los cinco
sayones de los judíos, que siempre fueron en la procesión recaudando
limosnas entre los fieles, ya hace años que no salen.
Pronto será Viernes Santo y cuando el momento va llegando los añafiles
moriscos convocan a todos los hermanos. Nuestro Padre Jesús Nazareno
vendrá a Mairena desde su ermita de San Sebastián.
Al nacer el santo día la Hermandad sale a la calle, la noche se hace
luz, la luna, que entre nubes aparece, quiere ir de penitente. El silencio chasquea
fervor y pasión. La vereda hacia Mairena es corta, al entrar por la antigua
Puerta de Sevilla el amor se hace dardo:
"Cargando con el madero
hacia el Calvario camina
Dios y hombre verdadero.
La sangre forma un sendero
con sus pisadas divinas".
En la calle la Iglesia el
cortejo avanza ascético y sobrio, sus casas son testigos, una vez más,
de la desazón humana:
"Después de
ser azotado,
el Divino Salvador,
una cruz le prepararon
y en sus hombros la llevó
a la cumbre del Calvario".
Por la Morería, sinuosa
y centenaria, el azahar milenario de la huerta de Alconchel se une a la comitiva.
En el Cantillo Lanero la santa mujer limpia el sangrante rostro:
"Verónica se
llamaba
aquella buena mujer,
que con lienzo se acercaba
limpiando el rostro de Jesús
al concluir su jornada".
Se reemprende el camino,
los luceros tempraneros de abril reciben a la cofradía, el regreso se
hace pausado cuando en el crisol del amanecer se delimita a la madrugada sacra,
a las primeras brisas matutinas se cierran las viejas puertas de la ermita.
"Sacratísimo
Cordero,
que expiraste en un madero
con inocente humildad,
eres de la humanidad
el camino verdadero"