Real
Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío de Mairena del Alcor
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XXII
Pregón del Rocío. Mairena del Alcor mayo 2001.
D. Manuel Marín López
SALUTACIÓN
AMÉN.
Reverendo Señor Sacerdote. Excelentísimas autoridades del Ayuntamiento de esta Villa. Señor Hermano Mayor y miembros de la Junta de Gobierno de la Real Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Mairena del Alcor. Queridas representaciones de las Hermandades del Rocío invitadas a este acto. Señores Hermanos Mayores y miembros de Juntas de Gobierno de las distintas Hermandades aquí presente. Señoras, señores y amigos rocieros, muy buenas noches.
Antes de desglosar mi pregón, permitidme dar las gracias a mi amigo José Ignacio, por sus cariñosas palabras de presentación, y máximo responsable de que esté aquí en estos momentos; ya que fue él, el que puso la primera piedra en este corazón rociero.
Agradecer al Hermano Mayor y a los miembros de la Junta de Gobierno de esta querida Hermandad, por haberme designado como pregonero del "XII PREGÓN DEL ROCÍO" de mi pueblo.
Gracias a todos los miembros del Coro de la Hermandad del Rocío de Mairena por su colaboración en este acto.
También dar las gracias a esos amigos del pueblo de Gines, compañeros de grupo de ausencia del camino, de relente y candela, por acompañarme en estos momentos. Y gracias a ti amigo Carlos, por haberme dado tu amistad y parte de tu ROCÍO; espero que nos guíes desde esas marismas azules, donde te has ido junto a tu Virgen del Rocío.
Darle las gracias también a mi comadre Consuelo, por el ánimo y el apoyo que siempre he recibido de ella.
Además, gracias a ti Rubichi, por tantas y tantas horas como has pasado junto a mí en este pregón.
Y a mis padres, por haberme inculcado este gran amor al mundo cofrade.
Pero cuando eligen a una persona, en este caso a mí, han elegido también a esa gran mujer, esposa y madre de mis hijos; pues sin ella, sin su confianza y sin su aliento, nunca podría haber sido posible mi cita con la Virgen; y tampoco, lo que en estos momentos está ocurriendo. Por ello, mil veces gracias Isabel, por ser como eres y por haberme dado esos dos hijos tan maravillosos, Manuel y Lourdes, a los cuáles siempre tengo presente.
Por último, gracias a todos los que estáis aquí; pues con vuestra asistencia, me alentáis y me dais las muestras de cariño y compresión que tanto necesito en éstos momentos.
NOMBRAMIENTO
Era una tarde del mes de Mayo, y aún no se habían apagado los ecos del pregón de nuestro amigo Modesto; cuando tuve la feliz noticia, de lo que en estos momentos esta sucediendo.
Al igual que en otros muchos pueblos de esta tierra de Andalucía, en esos momentos se encontraba en las calles de Mairena la Cruz de Mayo; y fue ahí, cuando coincidí con algunos miembros de la Junta del Rocío. Entre muchas de las cosas de que hablamos, fue de lo emotivo que había sido el pregón; y lo difícil que sería de superar para el siguiente pregonero, por una sola razón, por lo alto que había dejado el listón. Fue entonces, sin más, cuando Casimiro me dijo:
– "Pues prepárate, ya que el próximo pregonero serás tú".
Cuando te dicen una cosa así, no se puede explicar con palabras lo que se siente en esos momentos. Lo que sí os puedo asegurar, es que me dio mucha alegría. Pero es la alegría del momento de saber que te han elegido a ti, para que hables de tu Hermandad y de ese maravilloso acontecimiento como es el ROCÍO; y lo que es más importante, que hables tú, de la Virgen del Rocío.
Cuándo llegas a tu casa y te relajas, ¿si puedes?, empiezas a pensar en verdad sobre todo lo que te ha sucedido; siendo entonces, cuando ese nerviosismo aflora de verdad, debido a la gran responsabilidad que esto conlleva. Esa noche, les puedo asegurar que no dormí; y que escribí todo lo que tenía en mi corazón, no sé sí fueron catorce o quince los pregones que escribí o no fue ninguno. Ese día, fue de las pocas veces que he visto más contento las claras del amanecer.
Sin perder momento alguno, salí a ver a Modesto y Alejandro, para plantearles el asunto. Gracias a ellos, y a mi amigo Callejo; pues me dieron el apoyo, el ánimo y esos buenos consejos, que en aquellos momentos tanto necesitaba.
Pero cuantas más horas iban pasando, más se iba creando dentro de mí una cosa, una cosa tan difícil de explicar, como el ROCÍO en sí. Así, que tuve la tentación de ir a ver al Hermano Mayor, y decirle:
– "Que no, ¿qué como iba a ser yo capaz de hablar de mi Virgen del Rocío?"
Pero por otro lado, tenía unas ganas inmensas de hacerlo. En verdad, estaba muy confundido; y por eso, me fui a ver a esos buenos amigos del pueblo de Gines, cimiento y pilares de este insignificante pregonero. Nada más llegar, les planteé el motivo de mi visita; y todos sin excepción, me dijeron que cómo se me podía pasar por el pensamiento en dudar, que tenía que hacerlo, que eso era lo más grande que le puede suceder a un peregrino, que en verdad quiere a la Virgen y que a la vez, siente el ROCÍO y su peregrinar. Así que tanto me alentaron, que desde aquel mismo instante me mentalicé y empecé a escribir todas mis vivencias; y sobre todo, como yo concibo el ROCÍO, mi ROCÍO, ¡Nuestro ROCÍO compadre!
Muchas noches, me he quedado pensando en Ella, y a la misma vez hablándonos los dos, diciéndole:
– "¿Qué voy a decir de Ti, Madre mía?, si yo ni se escribirte, ni soy poeta, ni estoy lo suficiente preparado para hablar de Ti; y por no saber, no se ni hablarte".
Pero mi Virgen, nuestra Virgen del Rocío, siempre me respondía lo mismo:
– "¿Tú me quieres? ¿Tú sientes el ROCÍO, el ROCÍO que yo quiero?. Pues dilo, y di como es tu ROCÍO, ese ROCÍO que llevas dentro, en lo más hondo de tu corazón; porque lo más importante en ese día, será que tendrás delante de ti a unos pueblos que me quieren, y quieren el ROCÍO que yo quiero. Uno de ellos, es ese pueblo que tan bien te ha enseñado a quererme de verdad; y otro es tu pueblo, que esta fortaleciendo esa semilla rociera y esa fe, para que no se apague nunca. Hazlo y dilo, pregonando a los cuatro vientos ese querer que tú me tienes; porque aquí, no hablan ni la pluma ni el papel, ni todos los libros juntos, aquí quienes hablan son los corazones rocieros. Y para tener, me tienes a mí, que como Madre tuya que soy no te dejaré sólo, para que toda esa gente rociera se regocije con tu pregón".
Desde entonces, todos mis momentos han sido llevarte en mi pensamiento; y desde ese mismo instante, una fuerte luz brillo en mi mente y una fuerza interior me abrió el corazón. Yo le dije:
– "Gracias Señora, por estar siempre conmigo".
A ti mi Blanca Paloma
quiero escribirte
rezando,
a ti que eres
luz y guía,
a ti que te
quiero tanto.
A ti Pastora
de Almonte
Señora
de tierra y cielo,
te pido de corazón
por todos los
rocieros.
Bendita seas
Rocío,
bendito tu santo
nombre,
enséñame
Tú el camino
para la paz
de los hombres.
Quisiera ser
tu corona,
quisiera ser
tu rostrillo,
quisiera ser
tus varales
para estar siempre
contigo.
A ninguna hora
del día
Tú te
quitas de mi mente,
Virgencita del
Rocío
siempre te tengo
presente.
Gracias te doy
Señora
rociadora de
amor,
gracias te doy
Rocío
por limpiar
mi corazón.
(Sevillana: "Gracias Rocío, por ser perfecta gracia")
¿QUÉ ES EL ROCÍO?
Escribir del ROCÍO, es muy difícil y a la misma vez, arriesgado; porque el ROCÍO, en toda su rica y extraña complejidad, no es un simple hecho por sus elementos externos para el examen y para la crítica. El ROCÍO es para mí algo más, mucho más que un acontecimiento popular y multitudinario; es un espíritu, una motivación íntima y honda como íntimo y hondo es el corazón del rociero. Por eso vuelvo a repetir, que es muy difícil y arriesgado hablar del ROCÍO...
... porque el ROCÍO se siente pero no se puede explicar
... porque el ROCÍO se vive pero no se puede contemplar
... porque el ROCÍO se palpa pero no se puede tocar
... porque el ROCÍO es cada uno de esos corazones envuelto en un torbellino de amor mariano, el cuál nos quema por dentro.
Por eso cuando esta Hermandad, mi Hermandad de Mairena, me pidió dar este pregón, tenía miedo, y a la misma vez no me podía negar; porque si me he asomado con timidez y profundo respeto al misterio de la "Fe Mariana" que se llama ROCÍO, porque si he encontrado el verdadero camino del ROCÍO, porque si me considero devoto de la Santísima Virgen, porque si de vez en cuando hago un pequeño camino, se lo debo a toda esa gente que tan bien me ha enseñado a caminar, porque estaba impregnada de ella y de esa "Fe Mariana". Y por supuesto, a esta mi Hermandad que tan bien nos ha sabido comprender a mi compadre y a mí, en nuestro ROCÍO particular.
Pero,... "¿Qué es el ROCÍO?"
El ROCÍO... es más que una simple devoción y unos sentimientos, es un estilo de vida plena de fe profunda, pletórica de esperanza en lo que no acaba, y en la que reina el amor y el amor en alardes; y todo ello, revestido por la alegría que produce el gozo.
El ROCÍO... es un santuario marismeño, donde desembocan caudalosos ríos de devoción y de amor, atraídos por el imán de la Virgen, que preside y da contenido a un mar de inmensos favores y de gracias infinitas.
El ROCÍO... es como una tormenta que rasga sus nubes para que nos llueva El Salvador, el rocío celestial y divino, que cala hondo en las almas y que con ríos de misericordia, acelera los dones que borran los pecados.
El ROCÍO... es la casa de la Virgen, que mira sus bellezas en el espejo de esas tranquilas aguas que anidan cerca de su puerta, y que ponen a prueba su misericordia infinita, asentando sus plantas benditas, en un inmenso arenal de penitencia.
El ROCÍO... es un Jordán purificador de las almas que truecan la fe por la evidencia, la esperanza por la realidad, y donde la caridad reviste caracteres de locura, arrancando la dureza del pecado y brillando el perdón.
El ROCÍO... es un belén de amores entrañables, que preside el Pastorcillo Divino, llenándolo todo de delicadezas para su Bendita Madre; y donde la humildad y la pureza, son sus mejores adornos.
El ROCÍO... es una apoteosis de la Santísima Trinidad, el Padre con todo su poder, enamorando a su Hija Predilecta; el Hijo con su sabiduría, enamorando a su Madre; y el Espíritu Santo pleno de amores, escogiéndola a Ella como la esposa de "El Libro de los Cantares".
El ROCÍO... es para esta Hermandad de Mairena, un periodo de tiempo de diez días, en el que no se pone ni el sol, diez días para vivirlos con intensidad y gozo, sin desmayos; y todo un año para soñarlo y hacerlo vida en el recuerdo.
El ROCÍO... es un mundo de cariños que se abre paso en medio del desierto y las arenas, es el fervor que se hace vida en el milagro, amor y calor de madre, perdón y esperanza; y la mejor herencia para todos sus hijos.
El ROCÍO... es el camino que conduce a Dios a través de su Madre, pero buscando en ese caminar el perdón y la vida.
El ROCÍO... es un cúmulo de sentimientos, imposible de explicación lógica, porque el ROCÍO hay que vivirlo con ojos de fe.
El ROCÍO... es institución y costumbre, carreta de simpecado y boyero, flauta y tamboril, promesa y penitencia, peregrinación y romería; y sobre todo, procesión por esas arenas marismeñas.
Pero
el ROCÍO... es algo más,
que no se puede
definir,
que no cabe
en los límites de las palabras,
ni se encierra
en una estampa en el sombrero
ni en la medalla
que golpea el pecho,
ni se cifra
en el traje corto
ni cabalga sobre
un caballo postinero,
ni son los sajones
ni los caireles de plata fina,
ni está
en la blanca carreta de encajes,
es más
que el cante y el baile,
el ROCÍO
señores, es la Virgen María,
y la Virgen
María se llama... ROCÍO.
(Sevillana: "El Rocío que yo siento")
Así qué, el ROCÍO es la Virgen; lo demás, es la romería propiamente dicha, la hermandad, el caballo, el charré y todo lo demás, tiene un único sentido y explicación en esa y para esa Blanca Paloma. Ella, sintetiza los más profundos significados de la "Devoción Mariana" de nuestra tierra, y es cierto, que en todo hecho religioso hay detrás siempre un pueblo; pero Ella y solamente Ella, es el medio que en los momentos de gozo, de alegría, de duda y de tristeza, es capaz de transportar hacia el límite de lo divino, y de llenar los corazones de profundos sentimientos espirituales, por eso lo vuelvo a repetir una vez más, el ROCÍO... es la Virgen.
Éste es el ROCÍO que no se puede ni se debe cuestionar, ante él solo caben dos cosas, la veneración más profunda o una respetuosa contemplación; lo demás, es muy poca cosa junto a la humilde Madre de Dios... Rocío de las Marismas; porque lo demás es todo obra humana, y por lo tanto, está sujeta a defectos y errores, cosa que a mi juicio no nos corresponde calibrar a nosotros; porque por encima de todo esto, están los siete siglos de permanencia, y que Ella vela día a día como signo de autenticidad y de vida.
Cosa bien distinta será, que todos y cada uno de los que nos sentimos prendados de esa serena belleza, seamos capaces de llevar a cabo lo que constituye todo un ideal de vida, ideal de la madre sencilla, de la mujer fuerte que afrontó todo tipo de calamidades, de aquella que supo esperar por encima de toda esperanza. Pero todos sabemos, que Ella estará allí en el bullicio o en la más absoluta soledad de "Las Marismas", para comprendernos en nuestros más dolidos sentimientos y también para animarnos con su callada sonrisa cada una de nuestra existencia.
Pero desgraciadamente, hay muchos rocieros que la romería, el camino y cada una de las manifestaciones alrededor de Ella, pueden que sean para ellos una expresión festiva con tintes religiosos, pero no más lejos de la realidad.
El ROCÍO nació hace cientos de años alrededor de una "Devoción Mariana", que se cristalizó en el culto a la bendita imagen de Nuestra Señora. Nace como devoción y demanda de protección y amparo a la Santísima Virgen, por los avatares de la existencia de los almonteños; y es esta fe sin más adjetivos, es la que da lugar a la autentica "Devoción Rociera".
La Virgen es el auxilio y la fortaleza de los hombres frente a las necesidades, a los problemas de cada uno de nosotros, tanto en la salud como en el trabajo, tanto en el hogar como en la escuela,... Ella es la mediación ante Cristo–Jesús, hermano entre los hombres; porque para el auténtico rociero, la última conmoción del sentimiento la tiene cuando sus ojos se detienen ante el Pastorcillo Divino, que en las manos amorosas de su Madre está. Porque es la sabiduría de un pueblo sencillo que sabe ganarse el corazón de su Madre, para llegar al corazón de su Hijo.
A Ella la miramos a la cara para pedirle ayuda ante las necesidades: por la salud, por ese puesto de trabajo, por esas notas en las escuelas, y por tantas y tantas cosas... pero también La miramos para agradecerle las alegrías que a Ella le hemos implorado y que nos ha sido concedidas; pero también La miramos para darle las gracias por esa intercepción ante Dios Nuestro Señor, cualquiera que haya sido el resultado. Por eso lo diré una vez más, el ROCÍO... es la Virgen, y hacia Ella tienden y miran los rocieros.
¿Qué esta devoción se vive con alegría? ¡Pues claro que hay que vivirla con alegría! ¿Quién no es alegre al estar al lado de su madre? ¿Quién no es alegre en ese caminar de diez días con su Hermandad y sus hermanos para llegar a sus pies?. Porque es algo esplendoroso y alegre portar las andas de la Virgen, el lunes en "La Procesión", junto con tus otros hermanos que participan del común amor de la Señora.
¡Pues claro que es alegre! Y más alegría es encontrarse en el Santuario con la Señora, y allí rezarle, piropearle, pedirle, hablar con ella, llorarle... porque al ROCÍO se va a ver a la Virgen y con tu Hermandad asistir a todos los actos; a "La Presentación", a "La Misa", a "El Rosario", y a ese lunes verla navegar por esas arenas en medio de esa multitud de rocieros, que luchan por llevarla, otros por tocarla, y otros simplemente... por estar más cerca de su Madre. Esta alegría hay que sentirla desde que se empieza el caminar, por tener la esperanza de llegar a Ella.
¿Que en este caminar hay risas y fiesta? ¡Pues claro que las hay! Lo mismo que también habrá copas... pero también os digo que habrá momentos de muchos sentimientos y de lágrimas.
Pero en ese camino, también habrá gente que se equivocaron al venir, y que hacen de ese camino su ROCÍO particular, sin más pretensión que una diversión, cosa que la pueden encontrar en otro sitio. Y nosotros, los que nos sentimos devotos de la Santísima Virgen del Rocío, y rocieros de a pie y de verdad, tenemos la obligación de hacerles ver con nuestras aptitudes y nuestro saber estar en cada momento, de que ellos son los que están equivocados; y que su presencia y su poca sensibilidad hieren los sentimientos de esas personas que con su fe, van haciendo el camino.
Pero al mismo tiempo, hay que rezar por estos que dicen ser rocieros; y que rezan ante la Virgen mientras dejan morir a sus caballos de sed y soledad en esas arenas marismeñas. Eso no es de buen cristiano y mucho menos de rociero. Pero esta gente no tiene sentimientos, por eso la palabra rociero es muy fuerte para ellos. Estos son unos acoplados al ROCÍO, y que su presencia en la romería lo que hacen es deteriorarla; y que ni ellos son rocieros, ni su ROCÍO es mi ROCÍO, nuestro ROCÍO, ni es el ROCÍO que la Virgen quiere, porqué...
El rociero de corazón... primero tiene que ser cristiano.
El rociero de corazón... no se nota.
El rociero de corazón... es el que da todo lo que tiene.
El rociero de corazón... es el que esta en todo momento mirando por su hermandad y por su hermano.
El rociero de corazón... es llevar su medalla grabada en el pecho y a su Virgen muy dentro del alma y que su peregrinar sea siempre para llegar a los pies de su madre.
El rociero de corazón... es el que va al ROCÍO para estar con la Virgen, para darle culto, para honrarla,...
... por eso, no hay que darle más vuelta, lo diré una y mil veces más, "EL ROCÍO... ES LA VIRGEN"
(Sevillana)
LA SALIDA
Casi sin darnos cuenta, hemos cruzado el pórtico de la primavera y ya soñamos con ese martes único para el rociero, cuando al caer la tarde, las campanas de la Ermita llaman con insistencia a sus hijos para la Misa de Romeros.
Atrás quedaron días de espera, días que se habrán llenado de reuniones, la preparación de las carretas y por supuesto, la del Simpecado. Atrás quedó también ese Triduo, que ha abierto nuestros espíritus y nuestras mentes para hacernos más receptivos aún al sentimiento rociero, y ha preparado nuestras almas para recibir a Dios hecho hombre, para hacernos suyo al caminar.
Ya pasaron las vísperas llenas de ilusión, nerviosismo y esperanza, cuando llegamos a ese martes único, donde ya podemos descolgar esa vieja medalla que tenemos en la cama y que llegando la primavera descansa en nuestro pecho. Ya podemos acariciarla, ya nos sentimos pueblo peregrino que se prepara para esos diez días con un objetivo común, ver a la Madre de Dios.
Ya salimos, pero antes en la misa, nos acercaremos a Dios, al amigo, donde hablaremos con su Madre que desde el Simpecado nos mira, y pondremos a sus pies nuestros ofrecimientos del camino, nuestras promesas, nuestros secretos y también ese recuerdo siempre vivo de los ausentes.
Fuera, en la Plazoleta, notaremos el bullicio de la gente, de caballos con jinetes a su grupa y a todo un pueblo que canta. El boyero esta impaciente esperando que el cohetero anuncie la salida del Simpecado. La reluciente carreta de plata espera para recibir a Nuestra Señora, a la Madre de Dios.
Por fin sale el Simpecado a la Plazoleta, para dirigirse hacia su carreta donde realizará el camino junto a sus peregrinos. Una vez en lo alto de ella y antes de comenzar su peregrinación, es como si quisiera despedirse de sus mayores, que algún día lo acompañaron y que ya no pueden hacerlo, pero más grande fue para mí, ver cuando el boyero dijo:
– "!Aquí está la Madre de Dios, vamos con Ella!".
En aquel momento, vi como un hombre hundido en su pena, sólo con sus sentimientos y añoranzas, soñaba con sus pinos y sus arenas, con su "Quema" y su "Raya", con su "Ajolí" y su "Marisma",... al sentir que ya no podía caminar detrás de su Simpecado.
– "No te preocupes Manuel Clama, que la Virgen, tu Virgen del Rocío, sabe que uno de sus hijos se ha «quedao» en Mairena, y parte de ella también se queda".
Atrás quedaron los sentimientos de la salida y empezamos el transcurrir por las calles de Mairena, el cuál será tranquilo. Entrando en la calle Mensones, como ojos vigilantes asomados por los tejados, observa la Iglesia Mayor, preguntándole al Simpecado:
– "¿Te vas, y no te despide de mí?".
Por
las calles de Mairena
camina ya el Simpecado. ¡Cohetero, uno más! que en la Plaza de las Flores su Hijo esperando está, y tal vez pueda escuchar algunos de los cohetes, esos que anuncian que va a pasar Rocío, La Blanca Paloma, su madre que hasta la aldea se va. Desde su cuadro y su cruz, desde su capilla y su plaza, se emociona nuestro Cristo mientras con su Madre habla: "Las mujeres de Mairena nos quieren tanto a ti y a mí, |
que por mí, llevan grilletes y por ti, estos días me traen flores, "pa" que tú las lleves por "El Quema" y "La Raya" por "Palacio" y "El Ajolí" por los pinares y las arenas hasta que llegues allí, a la ermita donde tú reinas a la aldea donde tú gobiernas a la madruga que tú sueñas. Madre, Paloma Almonteña, todo esto lo hacen, para que te acompañe el perfume de las flores maireneras. |
Tras una Salve junto a su Hijo, el Simpecado sigue su recorrido hacia el Arenal, donde un bando de palomas le da la bienvenida.
Este año no es igual que los anteriores, porque nos vamos por la vega hacia Gandul.
– "¡Que estampa más bonita tuviste en la despedida con tus hijos!".
Fue un atardecer donde los últimos suspiros del sol no querían irse, y junto a ese aroma a hierba y trigal, los girasoles se resistían a cerrar sus pétalos a la noche, porque todos querían ver tu cara, hasta ese Castillo de Luna, cristiano y moro, fortaleza para tus hijos que aquí quedan, mientras está su Madre fuera. Y como no podía ser de otra manera, vuelve a despedirse tu Iglesia Mayor en compañía de esos molinos romanos, y como no, ese monte legendario donde todos cuando niños hemos jugado, "El Cebrón".
Y a tus pies, la vega de tus hijos, de esos mismos hijos que te acompañan y que se resisten a quedarse, todos juntos te cantan la Salve.
EL CAMINO
El camino hacia la primera noche es cómodo y tranquilo. Con el ocaso del día, ¡qué bonito va ese Simpecado!, acompañado por todos sus rocieros, caminando delante de su carreta, en charla, en armonía, con ese nerviosismo de saber que ya estamos en el camino; y de vez en cuando, mirando hacia atrás, para no perderla de vista.
Como no podía ser de otra forma, tenía que ser una noche estrellada, de luna llena; para así, iluminar aún más si cabe su cara. A tanta hermosura, no le podía faltar la compañía de los luceros, para que caminase resplandeciente, radiante y esplendorosa por esos caminos maireneros.
Un toque de tamboril nos anuncia la proximidad de la parada de Gandul, a donde llegarán desde Mairena, muchos para interesarse como ha ido el transcurrir del primer día. Habrá nervios como es lógico, pero un nerviosismo sincero, de sentirse a gusto con sus gentes, con su Simpecado, y después de un rato de charla, rezaremos "El Rosario" alrededor de la Madre; donde un cante de nuestro amigo Bareta nos hará despertar de ese Rosario tan bonito, sencillo y simple a la vez, como tú, Pepi, sólo sabes hacerlo; y porque es sencillamente, como le gusta a la Virgen.
Apenas han pasado unas horas de descanso, cuando con el alba, suena el tamboril. Debemos coger fuerza de dos formas, pero la más importante es la espiritual con el rezo de la Salve, delante de nuestro Simpecado. Con las primeras horas del día empezamos nuestro peregrinar, y será al pasar por Alcalá, cuando se llegue a esos primeros momentos de emoción ante la puerta del hospital, donde los enfermos y las monjitas con el rezo de la Salve, depositarán un ramo de flores en la carreta, junto a la Virgen del Rocío, donde irán todas sus esperanzas e ilusiones de poderla ver otro año más.
Dejamos atrás "El Tomillar", para ir buscando el pueblo de Dos Hermanas. Allí, en "El Álamo", se vivirá la segunda noche de peregrinación, y al igual que sucediera la noche anterior, desde Mairena se desplazarán familiares y amigos, para juntos rezar de nuevo el Rosario ante Nuestra Madre.
Llega de nuevo el despertar, y nuestro Simpecado va buscando la vega de Coria, y por supuesto el Guadalquivir. Muchas veces he estado en este balcón del Guadalquivir, pero este día era especial, distinto, no sabía el porqué, pero pronto tuve la respuesta:
– "¿Cómo puede impresionar tanto el paso de una Hermandad en una barca?".
Cuando vi venir la carreta del Simpecado entre los frondosos álamos y eucaliptos, escuche el toque del tamboril, como si este quisiera despertar al río, diciéndole:
– "Aquí esta la Madre de Dios"
En ese momento, algo recorrió todo mi cuerpo y no pude nada más que ponerme a rezar. Estos son momentos llenos de sentimientos y de tensión contenida.
– "¡Ya esta mi Simpecado en la barca, en su nuevo trono!". Aquí late el corazón con más fuerza, pidiéndose los deseos con más fervor y empezando a surgir alguna que otra lágrima, a la vez que al fondo, unos cantes con sentimiento afloran de gargantas rocieras. que esas aguas Marismeñas traen desde Sevilla y Triana fieles hermanos costaleros, que junto a sus hermanos rocieros hasta la otra orilla quieren llevarla. ¡Ay, río Guadalquivir! que navegando sobre tus hombros parte de Mairena te llevas. |
Pero si tristes se quedan las olas por no poder retener tanta hermosura, más es la tristeza de los que no han podido venir con Ella.
Y vigilante, la iglesia que con sus campanas al aire le da la bienvenida a la Reina Mairenera.
– "!Tira cohetes cohetero, que mi Virgen pasa por Coria!".
Dejamos atrás Coria y esos momentos de emoción, para dirigirnos hacía esa «pará», donde toda hermandad tiene su noche mágica; y para Mairena, es "La noche de Tornero"; es esa noche, la cuál, todo rociero sueña con vivirla alguna vez. Y es aquí, en esta «pará», cuando nuestro Simpecado y nuestro pueblo nos esperaron, a mi compadre y a mí, para ir juntos en nuestro caminar.
Por eso, mi primera noche en "Tornero", junto al Simpecado de Mairena y con mi pueblo, fue muy especial. Es esa noche que al igual que me sucediese en "Palacio" hace muchos años, nunca se me podrá olvidar. Es esa noche que sin estrellas ni luceros ni luna, brilla ella misma con luz propia. Es una noche llena de fe y de sentimientos alrededor de ese Simpecado. De fe, porque todo un pueblo rezo por una niña. Y de sentimientos, por ver a un hombre cantar y a la vez llorar, pudiendo más el corazón que las palabras. No es momento para hablar sino para rezar, para dialogar con la Virgen y donde no se puede articular palabra alguna. Es ese momento donde uno se siente pequeño, pero donde el rociero se siente humano y sencillamente bueno, son esos momentos donde uno quisiera abrazar a todo el mundo, pero algo muy dentro si, impide romper esta situación.
Esa es mi noche de "Tornero", esa es la noche de "Tornero".
Si bonita fue la noche por sus sentimientos, su amanecer fue uno de los amaneceres más bonito que yo he vivido sin duda alguna. Al despertarnos mi compadre y yo, solo los dos, y permaneciendo ante una luz radiante del Simpecado, vimos como esos luceros que la acompañaron durante la noche, despidiéndose de Ella están; y que junto a la luna están besando su cara.
Al toque del tamboril, en medio de la brisa marismeña, despierta el sol, radiante y celoso, por haberse dejado atrás tanta belleza. Con él, se aparejan los bueyes, y con una Salve de romeros le damos los buenos días a Nuestra Madre. De nuevo empezamos a caminar, pues tenemos que alcanzar "El Quema".
"La
Marisma" se despierta
y ya quiebra su silencio, un rumor de campanillas y de carretas a lo lejos. ¿Cuál será aquella hermandad que viene por los senderos, que esta abriendo las arenas del camino rociero, que esta buscando en "El Quema" romperle al agua su espejo? Que esperen las hermandades y que se callen los cantes, porque está Mairena, mi pueblo, rezando la Salve en el "Jordán" rociero. |
(Sevillana: "Pasando el Quema")
Aquí, viviremos uno de los momentos más serios de nuestro peregrinar; y donde todos debemos acompañar a nuestro Simpecado. Es el momento de la Salve en el río, donde serán bautizados aquellos nuevos rocieros, como signo de fe y de amor hacia la Virgen del Rocío; y como mejor testigo, tendrán a nuestro Simpecado.
Ya hemos dejado atrás "El río Quema", y con él se ha ido río abajo ese momento tan maravilloso y lleno de fe que hemos pasado junto a Ella, aunque nunca se irá lo que en nuestro interior con orgullo y enorme felicidad hemos vivido.
Mientras caminamos, sin dejar de pensar en lo sucedido, se va levantando la mañana. A lo lejos una torre, es el pueblo de Villamanrique, que nos recibe entre aplausos de sus palmeras por la brisa marismeña.
– "¡Tira cohete, cohetero!, que estamos entrando en un pueblo donde la fe rociera se siente por sus calles".
Y bajo el pórtico parroquial, espera el Simpecado de la primera Hermandad del Rocío, y sin perder un instante, nuestro boyero junto con los todos los rocieros maireneros, la subimos al cielo.
Mientras se canta la Salve, brotan de nuevo los sentimientos, siendo el lugar donde se le cantará y llorará de alegría, pues aún si cabe, estamos más junto a Nuestra Madre.
– "Dime, ¿qué sentiste Rubén en ese momento, que con tus manos la llevaste al cielo?. No te avergüences y di con orgullo,... Yo lloré en Villamanrique, junto con mi Simpecado y con mi Hermandad".
– "Y dime tu boyero; ¿qué sentiste cuando por dos veces la subiste al cielo?".
Una vez terminado el saludo del Simpecado, el transcurrir por las calles de ese pueblo será de regocijo y de orgullo, donde el sonar de los cohetes y el ruido de las ruedas por esos adoquines, llevarán a mi hermandad hasta las puertas de esos vecinos que no han podido estar en la iglesia. Y fue entonces, cuando me preguntó una mujer:
– "Hijo, ¿qué Hermandad es?".
Yo le contesté:
– "Mairena del Alcor".
– "Pues hijo, vaya cosa más bonita habéis hecho en la iglesia".
– "Y usted, ¿cómo lo sabe?".
– "Lo he visto por la televisión de aquí, y aunque he visto muchas, ésta me ha hecho llorar muy temprano".
Desde aquel momento las calles de ese pueblo tan rociero me parecían el cielo... ¡Mairena mi pueblo, con mi Hermandad a hecho llorar a un pueblo tan rociero! ¡Que poca fe la mía, en dudar de mi Hermandad!
Después de reponer fuerzas de los momentos vividos y cambiar los bueyes, se sigue el camino, y con el rezo del Ángelus se alcanza "La Raya Real", ¡mi "Raya Real"!.
"La Raya Real", es para mí donde empieza el otro mundo de mi ROCÍO, es donde me siento más a gusto con Ella, es donde estoy más cerca de Ella.
"La Raya Real", es la gran arteria del inmenso corazón rociero, por el que fluye el gran caudal de amor que el peregrino va impulsando hacia la Virgen.
"La Raya Real", es donde esas arenas marcan de verdad las promesas, es donde el Simpecado necesita más a sus rocieros; y por supuesto, los rocieros a su Simpecado. Pues es donde el rociero de a pie se siente más cerca de Ella y donde el esfuerzo es mayor por esas espesas arenas, pisadas por muchísimos pies cansados y doloridos.
Pero no todo es cansancio, hay también muchas alegrías en medio de esa inmensidad de arenas. Aquí, afloran muchos sentimientos de esos rocieros que van a pie, y que se vuelcan con cualquier Simpecado; porque aquí, no se mira el color del mismo, aquí es en verdad cuando se le reza cantando.
Al final de "La Raya", y donde los sudores son lágrimas de un Rosario, ¡"Palacio",...! ¡"Palacio", que estampa más bonita¡. "Estuario de Palacio" donde desembocan todos los vientos que por las Marismas pasan. "Palacio" es el refugio del rociero, que a la sombra de sus viejos eucaliptos y bajo la atenta mirada de su escolta de palmeras, se nos ofrece como un oasis donde repondremos las fuerzas perdidas en esas arenas de "La Raya". Es aquí, cuando la esperanza de llegar a Ella, se siente a cada paso que damos. Es aquí, cuando se siente que el ROCÍO esta cerca. Es aquí, en "Palacio", al igual que sucediera en "Tornero", donde esos sentimientos y esa fe salen a relucir.
Una vez repuestas las fuerzas debajo de esos eucaliptos y despertando de este maravilloso sueño, continuaremos el camino. Y es en "Palacio", donde sale el último sendero testigo de las muchas pisadas de buenos rocieros. Es este sendero, el que nos pone en busca de esa noche de "Mata Gorda" y que con sus arenales nos indica que la frontera que lleva al cielo está cerca.
La noche de "Mata Gorda", bajo ramas de viejas encinas que nos dan cobijo, es una noche de marisma y candela, noche de cansancio compartido y de cuerpos rotos «arrebujaos» en la manta, cuerpos que ya son rocieros, noche de cante de corazón, noche de vísperas para contar las estrellas porque todos sabemos, que estamos a las puertas del cielo.
La mañana del sábado, con el toque del tamboril, nuestro corazón comienza a latir más deprisa. Ya estamos en "El Ajolí", frontera que separa la tierra que quedó atrás del cielo prometido y deseado del Rocío...
– "¡Ya está mi Simpecado en "El Ajolí"¡"
¡Ay!
Puente del Ajolí,
cobijo del sentimiento
que anida en
el corazón
y nos llena
de recuerdo.
¡Ay! Puente
del Ajolí,
que te estremeces
por dentro
cuando está
pasando Mairena,
mitad cante,
mitad rezo.
Los momentos duros del camino, las vivencias sentidas desde que salimos de Mairena, se verán a su vez compensadas y empequeñecidas por la satisfacción de ver al Simpecado de nuestra Hermandad en "El Ajolí". Aquí se busca la compañía del grupo del camino, pero el alma impregnada de sensaciones únicas, desea aislarse con la Virgen que desde el Simpecado sonríe.
Allí estará el Pastorcillo Divino, al que su Madre ha revestido con calzones y blusita nueva, «pá» que vaya a esperar a las carretas. También será el sábado, al amanecer, cuando a esa gente de fe se les unan esos familiares y amigos que no han podido hacer el camino; y allí, todos unidos en esa misma fe rociera y encima de unas tablas viejas, le cantaremos la Salve a la Señora, que se irá enredando entre los álamos blancos y que será como el primer aldabonazo en el alma del rociero. Aquí, el rociero verá cumplido el deseo de llegar y de ver a la Blanca Paloma, siendo el momento donde le invadirá la calma por todo su cuerpo.
Ya con el paso lento y pensando, entramos en la aldea. Y una vez en la Casa-Hermandad, sin que nos hayamos quitado el polvo de ese camino, al Santuario, a ponernos a los pies de la Señora, para darle las gracias por la ayuda recibida; y con lágrimas al contemplar tanta hermosura, le diré:
–
"Dios te salve María,
llena eres de
gracias
el Señor
es contigo,
bendito es el
fruto
que de tu vientre
vino,
ese que nos
quiere tanto
el Pastorcillo
Divino"
El sábado, el ROCÍO es todo colorido y esplendor, pero piensas que estarás tres días en la aldea, que convivirás con tu pueblo y tu gente haciendo amistad, cultivando ROCÍO; pero de cuando en cuando hay que desprenderse de todo ello, y volver a la Ermita para pedir por todo los que pensaste en el camino.
Después de mucho trabajo de nuestros priostes en la carreta, ya está todo a punto para el momento más esperado y deseado de nuestra Hermandad, "La Presentación" ante la Reina de las Marismas de nuestro Simpecado.
Y junto a él, todos sus rocieros cantándole:
– "Pastora, reina y gitana, ya estamos otra vez aquí, otro año más, ya sabes quienes somos, venimos de Mairena, "pá" quererte y cantarte, que «tó» es poco «pá» ti".
Ya están los bueyes en la puerta y las campanas que alegre tocando están, ¿por qué será? Yo si sé porque, es nuestro amigo Juan que tocándole a su Hermandad está.
El domingo, después de asistir y acompañar a nuestro Simpecado en la "Solemne Misa", volvemos a nuestra Casa–Hermandad, donde habrá convivencia y reinará la alegría, la armonía, la amistad y como debe ser, invitaremos a todo aquel que vaya buscando esa "guía y luz" que es nuestro Simpecado.
Como rocieros que somos, tendremos abierto nuestro corazón de par en par y tenderemos una mano al que lo necesite. Casi sin darnos cuenta, el día está tocando a su fin; y será ese Rosario de plegarias, de Ave Maria y de velas encendidas, todo un hermoso espectáculo en medio de esos arenales de penitencia, en medio de esa marisma. Esto será la antesala de lo que dentro de poco, será lo máximo de toda la romería: "La Procesión".
Hoy no es procesión litúrgica ordenada; es decir, no es aquella donde abre la cruz y cierra la bendita imagen de nuestros amores, ni va presidida por la iglesia, sino que la llamamos procesión por llamarla de alguna manera. Por ello, no es procesión sino entrega amorosa, donde todo un pueblo la recibe como el mayor tesoro que existe en la tierra, entregándose sin medidas. Ella, solo saldrá para ver a sus hijos y agradecérseles que hallan ido un año más a verla.
En la "Madrugá" sus hijos saltan la reja y antes del amanecer,
en sus hombros y con mucho cariño hacia su Madre, empiezan a recorrer
la aldea casa por casa, y en cada una de ellas como madre que es, sabe lo que
necesita cada uno de sus hijos, y si se encuentra con un hijo prodigo como el
de la parábola, no se quiere separar de él, pues tal vez, otros
no la necesiten tanto.
En su andar, la Virgen va realizando su misión apostólica, buscando aquel descarriado, pero sano y bueno en sentimientos. Por eso, está allí y toca el corazón cambiándolo; y es cuando el rociero, el verdadero cristiano, rompe ese muro entre él y Ella, y en un arranque valiente y firme dirá:
– "Madre he pecado contra Dios y contra ti".
Después vendrá la alegría, la piropeara, la querrá tocar, llorará por haber llegado allí, y le dará gracias porque su Madre se ha acordado de él... Entre piña de sus hijos se irá de allá para acá; pero Ella, se dará trazas de volver otra vez al mismo sitio, y al ver de nuevo a ese hijo reconciliado con Ella, le brillará en sus ojos todo su amor.
Más tarde, se irá a otro Simpecado, a otra casa, en busca de esa oveja descarriada, que no quiso escuchar las voces amorosas de una Madre... pero al tener delante a la Virgen bella, gozó, y su alma se iluminó y diciéndole tan solo:
– "Rocío,..."
Y allí, sintió vergüenza y lloró...
Ya no hay porqué competir, la lucha ha terminado entre Madre e hijo, porque el hijo ha visto la sonrisa de la Virgen que comparte con el Pastorcillo Divino, y que entre sus manos parece como si quisiera escapar de su Madre para irse con él.
Y allí, entre los Simpecados, el de Mairena, expectante y ansioso, aguardando ese momento tan esperado para ser presentado y rezar la Salve. Ella viene despacio, lentamente, gozosa, sin orden, sin mando, como nave a la deriva. Ya se acerca, ya viene entre la gente mi Madre Buena, en busca de su Mairena que junto a su Simpecado está con pena. Pero cuando llega, nos sentimos pequeños por tener tan cerca a tan grande hermosura. Le rezaremos la Salve, y se le pedirá por todos, para poder venir a verla, otro año más. Y son esos momentos, donde el rociero siente que por sus venas corre como una corriente eléctrica, esa es la pureza que nos ha «derramao» sobre nosotros.
Después, se irá a otro Simpecado, a otra casa, a otro pueblo, y se llenará de luz y de alegría, al igual que lo hemos vivido nosotros.
Cuando hacia el mediodía, cumplida su misión, entra en el Santuario, todos comenzaremos el camino de vuelta, llenos de paz y de alegría.
Bonito
y triste el camino
cuando se viene
de vuelta,
cantando sevillanas
poquito a poco
muy lentas.
Ya terminó el Rocío, hay que emprender el camino de vuelta, ese camino donde tendremos un enorme afán por llegar pronto a Mairena, para contar todo lo que nuestro corazón trae; para que aquí, en esta tierra y en nuestros hogares, se siembre su palabra, para que más tarde dé sus frutos y se llene de ese amor de Madre, que trae consigo el Simpecado.
Pero que triste es el camino de vuelta, porque hemos dejado allí a nuestra Madre, en esos arenales de penitencia y al lado de esas tranquilas aguas, donde resplandece su belleza. Pero volvemos contentos, porque venimos llenos de "amor de Rocío", de esperanza para poder ir otro año, y estar cerca de Ella. Y con las caras morenas, por la brisa marismeña y por esa gracia que Ella nos ha «derramao»...
¡HE DICHO!