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El Campanillo
Hermandad Sacramental

Edición Digital 2003

El amor de mis amores. José Aurelio Jiménez Guillén, hnssc.

Muy queridos hermanos de esta entrañable Hermandad Sacramenta.l. Me dirijo a vosotros sabiendo que muchos me conocéis: mi nombre es José Aurelio, soy hijo natural de Mairena del Alcor, y hace tres años que soy sacerdote. Actualmente desempeño mi ministerio en unos pueblos de Toledo.

Me piden que os dirija unas palabras para el boletín "El Campanillo" y, aunque sé que nadie es profeta en su tierra, sin embargo uno no se olvida de sus raíces y es para mí una gran alegría dirigirme a mis paisanos para hablaros de lo que más quiero: el Sacramento del Amor, y el cariño a la Virgen.

Este curso, esta Hermandad está de enhorabuena pues nuestro querido Papa Juan Pablo II, en el 25º año de su pontificado, nos ha regalado dos grandes documentos que nos tocan muy de lleno: el primero una
encíclica sobre la Eucaristía (Ecclesia de Eucharistía), entregada este Jueves Santo de 2.003: este es el centro de la Hermandad Sacramental; el segundo una carta apostólica sobre el Santo Rosario (Rosarium Virginis Mariae), entregada el 16 de octubre de 2.002: también a esta Hermandad está confiado el culto a Nuestra Señora del Rosario. Dos documentos que os invito a leer a todos los miembros de esta querida Hermandad, sabiendo que de ello sacaréis gran provecho.

La Iglesia vive de la Eucaristía. Con esta afirmación comienza la encíclica. ¡Y cuánta verdad hay tras estas palabras! Afirma el Papa: "Del misterio pascual nace la Iglesia. (...) Si con el don del Espíritu Santo en Pentecostés la Iglesia nace y se encamina por las vías del mundo, un momento decisivo de su formación es ciertamente la Institución de la Eucaristía en el Cenáculo. Su fundamento y su hontanar es todo el Triduo Pascual, pero éste está como incluido, anticipado, y 'concentrado' para siempre en el don eucarístico" (n.3.5).

La iglesia nació del misterio Pascual de Cristo, es decir, del misterio la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, junto con el envío del Espíritu Santo en Pentecostés. Y no hay que olvidar que el Misterio Pascual de Cristo, tiene su origen en el amor de Dios, que se ha hecho humano en el Amor del Corazón de Cristo.

Por eso podemos afirmar también que la Iglesia ha brotado del Corazón de Cristo. Así lo ha visto el Evangelista San Juan cuando nos dice que "uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y en seguida salió sangre y agua" (Ju 19, 34) Esa agua que brota del Corazón de Jesús traspasado por la lanza es el derramamiento del Espíritu Santo, que San Juan ve anticipado en la Cruz y que da nacimiento y vida a la Iglesia. Así lo había dicho antes: "Dice la Escritura: de sus entrañas brotarán ríos de agua viva". Eso lo dijo refiriéndose al Espíritu que habrían de recibir los que creyeran en Él. Pues aún no había Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado (Jn 7, 37-39).

Por eso podemos afirmar que del Corazón de Cristo brota la Eucaristía, significada en esa sangre que brota con el agua de su costado. Eucaristía que es memorial perpetuo de su sacrificio Redentor en la Cruz. Si el misterio Pascual está contenido en la Eucaristía, y la Iglesia nació y vive del misterio Pascual, entonces la Iglesia vive de la Eucaristía. La Iglesia no es una organización humana, que pueda ser llevada adelante por la pericia de hombres sabios, sino que la Iglesia es un misterio, que nació en el misterio Pascual y se alimenta de éste mismo perpetuado en la Eucaristía.
Por eso, al cantar al Sacramento de la Eucaristía, cantamos al Amor de los amores. Es el recuerdo y la presencia permanente de un Amor, el del Corazón de Cristo, que ha dado la vida por nosotros y se ha quedado con nosotros para establecer una amistad de corazón a corazón. Por eso, en la procesión del Corpus no llevamos una imagen, sino al mismo Cristo presente en la custodia. Desde ahí arriba Él nos mira, comprende nuestros corazones, conoce nuestra historia personal y nos invita a seguirle y amarle. Al mirarle nosotros a Él no olvidemos que también somos mirado por Él con una mirada de amor y de invitación a la amistad.

Para concluir sólo una palabra del Rosario de la Virgen. Esta carta del Papa no ha sido simplemente una recomendación piadosa, como quien puede recomendar cualquier práctica de piedad, sino que ha querido darnos un instrumento de santidad y evangelización. El Concilio Vaticano II puso de relieve la llamada de todos los hombres y mujeres de cualquier estado a ser santos, es decir, a llevar una vida del agrado de Dios. Pues bien, el Rosario se ordena a esta "pastoral de santidad" que ha impulsado el Papa con su carta Novo Millenio Ineunte, centrando la vida cristiana en el trato con Dios. Y también es un instrumento de evangelización, pues el fruto de la evangelización es el encuentro personal con Cristo, y a eso se ordena el Rosario, al trato personal con el Señor por medio de María.

Finalmente, dos invitaciones para vivir este año de gracia, y toda nuestra vida, como miembros de la Hermandad Sacramental: cada día recordad y adorad la presencia de Cristo en la Eucaristía haciendo una visita al Sagrario, o al menos rezando un Padrenuestro desde casa. Y segundo, tratad con confianza a nuestra madre la Virgen con el rezo del Rosario, o al menos con un misterio cada día: Ella es la mejor maestra para conducirnos hasta el Corazón de su Hijo, y allí vivir en el seno de la Iglesia, alimentándonos y viviendo de la Eucaristía, Amor de los amores y sacramento de nuestra fe.