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El
Campanillo |
Entrevista
a D. Enrique López Guerrero. 2ª Parte. Manuel
Gavira Mateos
¿Volvería
a instalar otra tómbola en navidades?
Desde luego... Hoy no me explico como yo podía estar, entonces, en todo
y casi al mismo tiempo: parroquia, enfermos, clases en la Academia
y una
tómbola. Algunos años llegamos montar hasta tres: una en la calle
Ancha, otra en la hermandad de la Soledad y otra en la casa de Ignacia, cerca
de la ermita de San Sebastián.
Aunque antes habíamos hecho una magnífica, la construyó
Pepe Cayetano, era grandísima, de tres cuerpos, ocupaba todo el testero
del viejo ayuntamiento. Allí se trajeron los primeros televisores que
hubo en Mairena, las primeras lavadoras, mantas eléctricas, etc..
La plaza se ponía animadísima cada navidad. A veces, aparecía
Antonio Mairena, con su categoría como persona, cogía el micro
y empezaba a cantar flamenco como él lo hacía cuando a él
le daba la gana. La plaza se ponía a reventar, y cuando terminaba decía:
"Ahora, a comprar papeletas".
¿Cómo se
atrevió a organizar el primer festival de cante?
Pues, en honor a la verdad tengo que decir que fue idea de Antonio Mairena a
raíz de ganar la Llave de Oro en Córdoba. Entonces, coincidíamos
muchas veces en el autobús de Sevilla, viniendo un día para acá
me habló de las ganas que tenía de organizar un gran festival
en su pueblo, y siempre que lo había propuesto en otras instituciones
había encontrado dificultades, y sin más me dice: Don Enrique,
¿por qué no organizamos nosotros un festival? Yo, que estaba siempre
buscando dinerito para las necesidades parroquiales, pues que decir tiene que
no había una peseta nunca, rápidamente me enfrasqué en
el proyecto.
Los dos empezamos a planificarlo alrededor de la fiesta de San Bartolomé
de aquel año. Antonio buscó a los artistas: Juan Talega, Matilde
Coral, Melchor de Marchena... También participaron aficionados de Mairena,
como Diego de la Gloria, Cascabel, Confite y Crespo.
Yo me encargué del montaje, para ello movilice a Don Antonio Gavira,
y en el Paseo, donde se ponía antes la feria, puso un decorado fabuloso
con las figuras de cantaores de forma escalonada, como creo que nunca después
se ha hecho. Antonio Gavira puso allí el alma, como tantas veces él
hizo con nuestras cosas.
Rogelio Marín fue el presentador. Conseguí que viniese Radio Vida,
y a punto de acudir estuvo una unidad móvil de televisión, pero
entonces sólo tenían dos o tres y estaban en Madrid, y no se desplazó
una por tener que acudir, a última hora, a un desfile militar el mismo
día del festival. Hubo un gran éxito de público. Dos años
después el Ayuntamiento ya se hizo cargo de la organización del
festival, y así hasta ahora.
Don Enrique, ¿qué
queda en su recuerdo de aquellas grandes movidas alrededor del día del
Domund y otras campañas?
Ahora no puedo concebir como yo era capaz de desarrollar tanta actividad, desbordaba
energía. Cuando llegaba el Domund, no me podía conformar con pasar
una hucha, sino que tenía que sacar una caravana enorme por las calles,
con gran participación de los niños, jóvenes de Acción
Católica...
Pero tal vez, la mayor movida fue la puesta en escena de la Cruzada de la Bondad.
Movilizamos a todos los niños de Mairena, unos mil, durante cuarenta
días a finales de los años sesenta. El promotor de la idea fue
Manuel González, todo se planificó con suficiente antelación
y preparamos de todo lo imaginable: consignas, carnets, marchas, globos, carrozas...
hasta un helicóptero aterrizó en el campo de fútbol el
último día.
De sus muchos viajes
¿cuáles destacaría?
Pues, desde el punto de vista religioso destacaría dos. El primero, fue
el que organicé a Roma en los años sesenta, con motivo de la canonización
de San Juan de Ribera por Juan XXIII. Me impactó enormemente el descubrimiento
de las catacumbas y el conocer toda la herencia cristiana que allí encontramos.
Y, por supuesto, no olvidaré jamás a Su Santidad dirigiéndose
a nuestro grupo con estas palabras: "Ricordo a la Giralda".
El segundo dentro de este punto sería los viajes a Tierra Santa, he hecho
cuatro. Y me quedo con el que dirigí personalmente, fueron doce días
inolvidables.
Desde el punto de vista cultural, de pasarlo bien y conocer otras culturas,
señaló el viaje a Egipto, fue un crucero por el Nilo de onces
días y cuatro más en el Cairo. Aunque, no puede ser comparable
con los citados anteriormente, pues están en escalas o jerarquías
distintas.
¿De su pasión
o gusto por la Ufología y hechos parapsicológicos que nos dice?
Pues que comenzó en mí siendo muy joven. Cuando leí la
obra "El retorno de los brujos", sobre el año 44, se me abrió
un mundo desconocido, unos horizontes nuevos que rompían mi punto de
vista racionalista de muchas cosas. Años más tarde, sobre el 65,
me asombré con un programa de televisión sobre los ovnis. Desde
entonces empecé a coleccionar recortes de prensa que diesen noticias
sobre éstos, y además, ya metido en el tema, leí cuanto
caía en mi mano sobre el fenómeno. Tuve, también, la fortuna
de contactar con los principales investigadores de la época, y comencé
a viajar para mejor documentarme sobre el tema.
Fue una época plena de actividad: llevaba la parroquia, daba clase en
la Academia, investigaba sobre los ovnis, y para colmo, descubro ahora también
la parapsicología, estudiando cuanto podía y experimentando en
la medida de mis posibilidades. Con experiencias asombrosas.
¿Entonces es cuándo
publica su libro?
Bueno, un poco después, en el 1.978, aunque la obra recogía un
trabajo de mucho tiempo. Con "Mirando a la lejanía del universo",
como se llama mi libro, pretendía dar una explicación desde el
punto de vista católico a todos los fenómenos de ufología
que yo pude conocer.
Como sabéis es una obra muy extensa, y a veces pienso que si tuviera
suficiente tiempo la revisaría y la actualizaría.
¿Qué supuso
en la organización parroquial los aires renovadores del II Concilio Vaticano?
Para mí fue una alegre sorpresa, pues muchas cosas que yo había
cambiado años antes son las que puso el Concilio sobre el tapete. Entre
otras, recuerdo lo absurdo y poco evangélico que en la práctica
era la administración de algunos sacramentos por categorías, había
entierros de primera, segunda o tercera, según el dinero que se pagaba
así era la calidad de la ropa que vestía el sacerdote, de las
velas que se encendían o de si tocaban o no las campanas. Era denigrante
aquellas bodas de cuarta o quinta, para los pobres, en un altar lateral, casi
escondidos y sin flores. También, los bautizos eran distintos según
la categoría, había desde el de salve y pila "colgá",
conocido así por los adornos que se le ponían a la pila bautismal
y la salve que se cantaba en un de los altares, hasta el más simple posible.
Yo tenía muy claro que había que igualarlo todo, dándole
un verdadero sentido cristiano a los sacramentos. Pero, ¿qué pasó,
cuando se empezó a administrar los sacramentos con la misma ceremonia
para todos?, pues, que las gentes que antes podían pagar los mayores
estipendios empezaron a no hacerlo, y los ingresos disminuyeron considerablemente.
Recuerdo que el sacristán, Juan López, me decía: "Don
Enrique Vd. podrá pasar el hambre que quiera, pero los demás ministros
tenemos que comer". Pero poco a poco, y coincidiendo con la llegada como
coadjutor de Don Joaquín, la cosa empezó a mejorar y los ingresos
aumentaron. Más tarde, cuando llegó Don Gabriel, un sacerdote
ejemplar, se nos ocurrió suprimir los aranceles, no ya igualar sino suprimirlo,
creamos el FAC. La gente a partir de entonces daban lo que querían al
mes para sostener su parroquia, independiente o no de la necesidad de recibir
algún sacramento. Fue un año casi nulo en ingresos. Don Gabriel
y yo teníamos que dejar la mitad de nuestro sueldo de Palacio para la
administración parroquial. ¡Qué mal lo pasamos...!
Cuando la gente se fue dando cuenta del sacrificio que hacíamos se empezó
a volcar con su parroquia... y principalmente, a través de la colecta
dominical. Que se comenzó a hacer, casi cuando el Concilio, al darse
entonces la posibilidad a realizar procesiones de ofrendas. Yo no era partidario
de pasar una canastita en la misma misa a los feligreses, me molestaba porque
casi se obligaba a todos a dar limosna, quisiesen o no. Recuerdo que cuando
lo planteé en el Concejo Económico Parroquial Diego "el practicante"
dijo: "Encima que la gente va a dar dinero, tiene que ir con un sobrecito
al altar.. ¿lo veremos?. Yo le contesté: "Vamos a probar,
si no resulta lo dejamos". El primer domingo se duplicaron los ingresos,
y tiempo después se triplicaron. Y así fue como la economía
se levantó con la colecta dominical, cuando todos, como buenos cristianos,
se fueron haciendo consciente de que era necesario mantener nuestra iglesia.
Me consta que a veces
dudó de Mairena, que estuvo a punto de abandonarlo todo, ¿qué
pasó para no identificarse en ciertos momentos con nuestro pueblo?
Yo me identifico definitivamente con Mairena cuando supero dos circunstancias:
la primera, fue aquel año en el que suprimimos los aranceles, pues significó
como ya he dicho un momento muy difícil. Mi familia tenía que
comer... Hasta mi madre me llegó a manifestar la mala situación
que se creó y a veces me recordaba: "Enrique, el de la vocación
eres tú". Pensé en rogarle al Señor Cardenal que me
trasladase. Pues no veía yo una respuesta a mi gran esfuerzo.
La segunda circunstancias fue cuando supero una pequeña depresión
que cogí a principio de los sesenta, y todo a raíz de que en una
feria me había fracasado una tómbola que pusimos. Yo había
trabajado muchísimo y no resultó, quería abandonarlo todo.
Pero gracias a muchas personas que me querían, y que oraban por mí
en el Sagrario, pude superar aquellas dudas. Es a partir de entonces, cuando
ya me identifico con Mairena plenamente, tan unido a ella me siento que no concibo
jamás que mi trabajo lo hubiese realizado en otra parroquia. Soy un mairenero
desde entonces.
¿Qué le
recomendaría a las actuales hermandades?
Creo, en general, que el movimiento cofradiero andaluz, de gran piedad popular
sin duda, necesita de mucho apoyo por parte de los sacerdotes, frecuentemente
no le prestamos la asistencia que le deberíamos porque nos es imposible,
no podemos estar en todos los sitios. Pero con esa atención las hermandades
mejorarían mucho y serían verdaderas asociaciones de Iglesia,
y no que, a veces, hay de todo.
Mairena, en mi opinión, presenta un grado de formación en sus
hermandades superior al que se encuentra en otros sitios. Encontramos en nuestro
pueblo personas muy capacitadas, en el sentido religioso y con sus ideas muy
claras, para saber lo que debe ser una hermandad dentro de la Iglesia. Y si
nosotros los sacerdotes le dedicáramos a las hermandades el tiempo suficiente
y una metodología adecuada encontraríamos una mina, se podrían
hacer muchas cosas.
Las hermandades serían semilleros de vida, y sobre todo valdrían
para atraer el pueblo alejado de Dios, a ese pueblo que sólo conoce a
Dios a través de una imagen concreta, y habría que abrirle el
mensaje evangélico en toda su plenitud. En Mairena, hay un grupos cofrades
que tienen la suficiente categoría para hacerse este planteamiento, y
yo no les faltaría, si Dios me da la fuerza.
¿Qué mensaje
eucarístico nos podría dar a todos?
Yo he sido siempre muy eucarístico, y no sólo por la Hermandad
Sacramental a la que considero muy necesaria en la Iglesia, sino por convencimiento
pleno. Qué alegría tuve al leer la nueva encíclica del
Santo Padre sobre la eucaristía, mi pensamiento se identificó
completamente con el suyo. Yo siempre he tenido clara la idea, no podemos olvidar
que Dios vive con nosotros, que está al lado nuestra, que podemos hablar
con Él cara a cara, que se nos ofrece en alimento Él mismo, que
se deja exponer, manipular... Si un cristiano no es consciente de esto y no
participa no es cristiano, será una persona religiosa, creyente, buena,
pero no cristiana.