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El
Campanillo |
Sal de la Tierra (Mt 5, 13). Manuel Morales Rodríguez
El mensaje evangélico debe condicionar la vida del cristiano, a pesar
de las condiciones adversas que encontramos en el ambiente de secularización
y ateismo que se está implantando, de forma creciente, en la sociedad
de nuestros días.
Los medios de comunicación social, cargados de programas basuras, están
logrando conductas desviadas y comportamientos incomprensibles y sorprendentes,
por cuanto tienen de abandono de formas y costumbres, estables y dignas, que
garantizaron la felicidad y convivencia en otros tiempos.
Hoy se crean muchas tensiones por cuestiones tan diversas como separaciones
matrimoniales, divorcios, eutanasia, vida en pareja, violencia de género,
matrimonios homosexuales, abortos, otros tipos de abandonos, crispación,
intolerancia
Y esto, en muchos casos, aduciendo que son derechos de la
persona, cuando, más bien, puede decirse que es degradación y
su alineamiento.
Ante esta realidad, el cristiano responsable, debe asumir el reto de exponer
su criterio, aunque puede aparecer como intolerante o retrógrado, que
no evoluciona al compás de los tiempos
Quizás, como causa, habría que señalar la falta de formación
social, humana y cristiana de una gran mayoría, presa del materialismo
y paganismo imperante, que claudican de sus convicciones y se suman a las corrientes
dominantes.
Posiblemente, el origen de todo esto parta de la crisis familiar. Es la FAMILIA
la que está en peligro. Se va consiguiendo estructurar la familia tradicional
cristiana, que ha sido y es garantía de amor, ayuda mutua, comprensión
y convivencia de sus miembros.
Ante el peligro de su devaluación y trivialización, se hace necesario
proclamar la diferencia del matrimonio cristiano con cualquier otra forma de
convivencia; matrimonio civil (unión por contrato), vida en pareja (unión
sin contrato), uniones de hecho, etc.
La comunidad cristiana está obligada a irradiar sus criterios y el estilo
de vida dimanante de su fe, y asumir el riesgo de incomprensión, antes
de perecer diluida en el cambio de costumbre.
Para mantener nuestras convicciones, conocemos el camino profundizar
en la doctrina de la Iglesia. No tener miedo, Abrir las puertas
a Cristo, nos deja dicho nuestro bendito Papa Juan Pablo II, que desde
el cielo nos seguirá iluminando, como ya hizo en la tierra con su palabra.
Confiamos en que el Espíritu Santo ilumine a su Iglesia y a cada uno
de sus hijos, que bien sabe de la fuerza inagotable de la oración y de
la Eucaristía
para seguir manteniendo nuestra fidelidad y ánimo
ante las dificultades que presenta la vida.
La defensa de la FAMILIA,
en toda su plenitud, debe ser preocupación del cristiano, ante un mundo
tan complejo y cambiante, cada día más, con la irrupción
de las costumbres foráneas llegadas de la inmigración.
Son muchas las dificultades, pero estamos seguros, que la mejor colaboración
que podemos ofrecer a la Iglesia es nuestra entrega a la catequización
de los ambientes, y a ensalzar y resaltar los valores que se incorporan a la
familia que surge del matrimonio cristiano.