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El Campanillo
Hermandad Sacramental

Edición Digital 2005

La Eucaristía: El alimento. Jesús Catalá, Obispo de Alcalá de Henares

La presencia del Señor Jesús en su Iglesia, después de su ascensión a los cielos, se realiza de modo sacramental. Cristo se hace presente de muchos modos y en distintos grados de presencia: en los sacramentos, en su palabra, cuando la Iglesia suplica y canta salmos; pero sobre todo esta presente bajo las especies eucarísticas. Se trata de una presencia real, verdadera y substancial, expresada y realizada eficazmente según la fe de la Iglesia.

Ha sido deseo expreso del Señor Jesús que los cristianos celebremos su muerte y resurrección, participando del misterio eucarístico, hasta que Él venga de nuevo en gloria y majestad. Celebrar la Eucaristía es comer el Cuerpo del Seños y beber su Sangre; es alimentarnos con el Pan vivo bajado del cielo; es tomar el alimento de vida eterna. La Eucaristía restaura nuestras fuerzas para el camino y nos sostiene a los que peregrinamos en este mundo. Cristo mismo nos dijo: “Si no coméis mi Carne y no bebéis mi Sangre, no tenéis vida en vosotros; el que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene la vida eterna”.

La Eucaristía, presencia real de Jesucristo a través de los tiempos – en palabras del documento La Eucaristía, alimento del pueblo peregrino, de la Conferencia Episcopal Española -, “es invitación a todos los que están cansados y agobiados o tienen hambre y sed de salvación; en cualquier necesidad de bienes básicos para vivir, de salud y de consuelo, de justicia y de libertad, de fortaleza y de esperanza, de misericordia y de perdón. Por eso es alimento que nutre y fortalece, tanto al niño y al joven que se inician en la vida cristiana, como al adulto que experimenta su propia debilidad y, de modo singular, es viático para quienes está a punto de dejar este mundo”.

Ante la difícil y compleja situación en la que vive el cristiano en el mundo de hoy, se hace más necesario y urgente enraizarse en Cristo y fundamentar la propia vida en Él, que es Camino, Verdad y Vida, para recabar la fuerza que nos ofrece a través de su Espíritu. Y precisamente en la Eucaristía se nos regala la fuerza, la salvación y el amor del Señor. El sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo es su gran victoria sobre el pecado, sobre el mal y sobre la muerte, de la que Él nos hace partícipes. Con este alimento podemos vencer las dificultades de nuestra vida y superar los obstáculos que nos alejan de la verdadera imagen del hombre, creado a imagen de Dios.

El sacrificio de Cristo, ofrecido por nosotros, constituye un acto de supremo amor, que nos invita a imitarlo y compartirlo.
(Alfa y Omega)