REFLEXIÓN EUCARÍSTICA
Juan Núñez
Pérez
Párroco Emérito de El Divino Salvador
Cortegana (Huelva)
Estamos en la Cincuentena
Pascual, próximo el Corpus Christi, y aún reciente la Semana
Mayor, con la Institución de la Eucaristía, seguida de la
Pasión y Resurrección en la Vigilia Pascual.
Jesús había llegado a Jerusalén con sus discípulos,
como otros muchos judíos, para celebrar la gran Fiesta Nacional:
la Pascua, el recuerdo de la liberación de la esclavitud egipcia.
En este contexto históricore1igioso instituye el Maestro la Eucaristía,
Misterio de amor y entrega para 1a salvación del mundo: en el Cenáculo,
reunido con sus discípulos, y a continuación de celebrar
la Pascua Judía, se despoja del manto, se ciñe una toalla
a la cintura y, postrándose ante cada uno de ellos, les fue lavando
los pies, y comunicándoles sus intimidades, les mandó hacer
lo mismo unos con otros, les dio "EL MANDAMIENTO NUEVO" y tomando
el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio diciendo: "Tomad
y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que se entrega por
vosotros". Lo mismo hizo con el cáliz: Tomándolo en
sus manos, dijo: "Tomad, y bebed todos de él, porque, éste
es el cáliz de mi Sangre, que será derramada por vosotros
y por todos los hombres, Alianza nueva y eterna para el perdón
de los pecados". Añadiendo el mandato, a todos los que le
seguimos, de seguir haciendo este MEMORIAL suyo.
Aquel jueves, inolvidable y eterno, Jesús sintetizó toda
su vida y su misión y la transmitió a los suyos: nos amó
y se comprometió a acompañarnos durante toda nuestra historia,
alimentándonos con su propia vida, su palabra, su Cuerpo y su Sangre.
Así lo entendieron los primeros cristianos (como vemos en el libro
de los Hechos de los Apóstoles), de tal manera, que no podían
comprender las escrituras, (recordemos a los discípulos de Emaús)
ni vivir en comunión, ni ser testigos fie1es de la Resurrección
de Cristo sin este gesto sacramental de Jesús. Sus vidas (seguimos
con el Libro de los Hechos) se fueron forjando con la celebración
en las casas, a la caída de la tarde, del BANQUETE EUCARÍSTICO.
En él purificaron su fe, alimentaron su esperanza y aprendieron
a vivir el Mandato Nuevo del AMOR.
Así lo ha entendido siempre la cristiandad, y así aparece,
en el año 1246, esta Festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
(Corpus Christi) para poder celebrarla no sólo en la intimidad
del templo, sino como manifestación pública de fe, paseando
triunfalmente a Cristo en la Eucaristía por nuestras calles, proclamando
la presencia permanente y real más allá de la celebración
de la Misa, ya que es digna de ser adorada la Eucaristía en la
Exposición Solemne y en las Procesiones con el Santísimo
Sacramento, que entonces comenzaron a celebrarse, y que han llegado a
ser verdaderos monumentos de la piedad católica.
Esta Festividad del Corpus es el día de la Eucaristía en
sí misma, ocasión para creer y adorar y para conocer mejor
la riqueza de este Misterio. La Liturgia Eucarística de este día
nos brinda estas palabras de San Pablo en su primera carta a los cristianos
de Corinto: "El Cáliz de nuestra acción de Gracias,¿
no nos une a todos en la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿
no nos une a todos en el Cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así
nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos
todos del mismo pan".
¡Maireneros! También vosotros habéis recibido este
Mandamiento del Señor: "Haced esto en conmemoración
mía". Así lo entendieron vuestros mayores, y os transmitieron
piedad, devoción y arte eucarísticas, expresadas en magníficos
objetos de culto, como por ejemplo, la maravillosa custodia tallada en
madera digno trono del Santísimo, que vosotros celosamente guardáis,
procesionando con ella por las calles de Mairena en el día de Corpus
y que transmitiréis con cariño y orgullo a las generaciones
venideras.
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