LA
CAÑA DE BAMBÚ
José Morales Carmona
"Yo he venido para que todos tengan vida
y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10)
Los hombres y mujeres
de hoy, rodeados por todas partes de una cultura de la imagen, sentimos
una cierta desconfianza y rechazo ante los lenguajes conceptuales y abstractos;
nos producen cansancio y nos cuesta trabajo entenderlos, porque están
alejados de la realidad de la vida cotidiana y no nos empujan a vivir.
Nos gusta más el lenguaje narrativo y concreto, porque refleja
lo que ocurre en la vida de cada día y nos invita a la acción.
El Jesús que nos muestran los evangelios -sobre todo los sinópticos-
emplea en su enseñanza al pueblo un lenguaje narrativo (parábolas):
cuenta historias, que reflejan la vida que sus oyentes viven todos los
días y que invitan a vivir y actuar de una manera determinada.
Jesús no da una definición teórica de Dios, pero
sí cuenta a sus paisanos que Dios actúa con los hombres
como un padre que tiene dos hijos y uno se le va de casa
, o como
un pastor que tiene cien ovejas y se le extravía una
(Lc
15). Jesús tampoco ofrece a sus paisanos grandes lecciones de moral
ni los atiborra con un montón de normas sobre cómo hay que
comportarse con los demás, sino que les cuenta la historia de un
samaritano bueno y les invita a hacer otro tanto (Lc 10, 25-35).
En nuestra Iglesia existe hoy una fuerte tendencia a recuperar ese lenguaje
narrativo, que nos acerca tanto al evangelio y a la gente sencilla del
pueblo. Cada día va siendo más frecuente encontrar, en las
catequesis y en los libros dirigidos al pueblo, pequeños relatos
e historias, que, como las parábolas del evangelio, presentan de
modo concreto, fácilmente comprensible y vivencial, el mensaje
de Jesús, acercándolo a la vida y el corazón. Como
muestra concreta de lo que quiero decir, me gustaría ofrecer a
los amigos y amigas de El Campanillo una parábola actual, que encontré
hace algún tiempo, no recuerdo dónde, y que nos recuerda
la parábola de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-8)
"Había una vez una caña de bambú, que estaba
bien tiesa y flexible, en medio de sus hermanas cañas de bambú.
Y vino Dios un día y le dijo: "Te necesito".Y la caña
dijo a Dios: "Aquí me tienes, Señor, ¿qué
deseas de mí?"
Y Dios le dijo: "Para que puedas serme útil, voy a tener que
quitarte las hojas y las ramas".
Y el bambú se puso triste. Pero le dijo a Dios: "Si sólo
así puedo servirte, corta mis hojas y mis ramas. Aquí me
tienes, Señor".
Y Dios le quitó las hojas y las ramas a la caña de bambú.
Y luego dijo Dios: "Para que puedas servirme, voy a tener que cortarte".
La caña de bambú se echó a temblar. Pero al final
le dijo a Dios: "Aquí me tienes, Señor. Haz de mí
lo que quieras".
Y Dios cortó la caña de bambú. Después todavía
añadió: "Mi querida caña, aún así
todavía no puedes servirme de nada. Necesito vaciarte..."
La caña de bambú sintió cerca la muerte. Pero, a
pesar de todo, se ofreció al Señor: "Aquí me
tienes, Señor. Haz con mi vida lo que necesites".
Y Dios vació la caña de bambú. La llevó a
una acequia cercana y la colocó en la orilla, inclinada hacia una
tierra que, un poco más allá, se encontraba reseca y medio
muerta.
El agua de la acequia se deslizó por la caña vacía
y llegó hasta la tierra sedienta. La caña, que parecía
seca y medio muerta al vaciarse, lucía ahora, húmeda y brillante,
reconfortada por el agua de la acequia y por el nuevo césped que
empezaba a brotar en la tierra antes reseca y ahora viva".
Tanto en la sociedad
en que vivió Jesús como en la nuestra, la situación
de muchos hombres y mujeres y de muchos pueblos empobrecidos y excluidos
se parece bastante a esa tierra reseca y casi sin vida, que necesita para
tener una vida plenamente humana de un amor, un desprendimiento, una generosidad
y una entrega tan grande como la que nos sugiere el comportamiento de
la caña de bambú.
En cada Eucaristía los cristianos celebramos, con gratitud y alegría,
la entrega generosa, el desprendimiento y despojo total, que Jesús
fue viviendo a lo largo de toda su vida y que culmina en la cruz y en
la resurrección, para dar vida a toda la humanidad, pero especialmente
a los pobres. Y esto fue posible, porque Jesús mantuvo siempre
en sintonía su vida con el corazón misericordioso y compasivo
del Padre, que envía a su Hijo al mundo para que tengamos vida
y la tengamos en plenitud.
¡Ojalá que nuestra comunidad cristiana y cuantos la formamos
saliéramos de cada Eucaristía dispuestos a ser cada día
un poco más como la caña de bambú en manos de Dios,
para promover una vida verdaderamente humana en esa tierra "reseca
y medio muerta", que en tantos lugares de nuestro mundo es la situación
de muchos hombres y mujeres, de pueblos enteros!
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