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El Campanillo
Hermandad Sacramental

Edición Digital 2008

Recuperamos el testimonio de Antonio y Manuel Sicardo

Manuel Gavira

Este año El Campanillo ha querido recoger el testimonio de dos hermanos, Antonio y Manuel Sicardo, muy vinculados a la Sacramental. Ellos, sin duda alguna, son testigos fidedignos de gran parte de nuestra historia en las últimas décadas.

Manuel, pronto toma la palabra para decirnos que desde niños ambos habían vivido muy comprometidos en la vida de la parroquia, y por supuesto de nuestra Hermandad. Y sigue:

"Además, desde muy joven, siempre participé en el Corpus de alguna manera. Se da el caso que de niño como músico, pues era de la banda de música, y después de muchacho como miembro de la Acción Católica, que en aquel tiempo se encargaba de organizar la procesión. Y para colmo, tiempo después, como concejal también salí por lo menos doce años en la representación municipal.
Y cada año, cuando llegaba la víspera del Corpus, por la tarde, nos reuníamos varios hermanos en la iglesia para montar la custodia y los otros pasos que procesionaban al día siguiente".

"Yo entré en la Sacramental - nos dice Antonio - en los años que mi hermano Sebastián fue Secretario, pues él fue el que de niño cogió el sitio de nuestro abuelo, como entonces era costumbre en las familias. Yo, también, ayudaba al exorno de la custodia y demás pasos que entonces salían".

"Si - tercia Manuel - no sólo preparábamos la custodia, además arreglábamos los pasitos del Niño Rebañito, de la Inmaculada, de San Bartolomé y, años después de la Virgen del Rosario. Lo hacíamos todo, íbamos por ramos de espigas cerca del Cebrón, y a las vecinas de por aquí le pedíamos uvas de las parras. Le poníamos los faldones al paso, lo adornábamos con las flores, le colocábamos a la custodia aquellos faroles de corona que llevaba delante…


Durante unos años no hubo custodia para el Santísimo. Lo llevaba el párroco de entonces, don Enrique Pruqquer, en un viril y bajo palio. Hasta que se recuperó una que tenía don Elías Méndez en su casa. Nosotros la preparamos en nuestra carpintería".

"Si - aclara Antonio - aquella original custodia era muy corta, no tenía peana. Los herederos de Elías Méndes la cedieron a la parroquia. La que había desaparecido en la guerra era de metal y muy lisa, según recuerdo".

"A la nueva se le hizo unas parihuelas - confirma Manuel - para conseguir un mayor realce. Le hicimos, además, unas barras por fuera, cortas pero fuertes, para los portadores y se consolidó el cuerpo de la misma".

"Fue en tiempo - nos asegura Antonio - de Rafael Carrión como Hermano Mayor. A las columnas de cada esquina le metí con un trompo una varilla enroscada, pues estaban muy sueltas y no mostraban la estabilidad necesaria para procesionar por las calles de nuestra parroquia. Y la verdad es que durante bastante años salió muy decentemente".

"Por supuesto - manifiesta Manuel -, poníamos todo el esmero en que así fuera. El exorno de las flores corría a cargo de Antonio Marín, Pablillo. Él las traía de Sevilla, y hay que reconocer que sabía ponerlas con mucho gusto. De siempre pagó estos gastos el Ayuntamiento.

Años después, siendo ya Hermano Mayor Manuel José Guillén, nos encargaron la reforma de la custodia. Se hicieron una parihuela nueva, para que saliera con costaleros, y la custodia quedó como ahora sale. Así, se sustituyó el primer cuerpo por otro mayor en altura y anchura, que le dio mayor realce. Al segundo cuerpo, el del Santísimo, se le añadió unos arcos, para mejor transporte del viril, y a los cuatro evangelistas, que van en este espacio, se le añadió unas peanas. Por cierto, según parece estas figuras son de Pedro Roldán, y fueron traídas a Mairena por aquel gran sacramentalista que fue Crespo.

Este hombre se llevó años recomponiendo el Altar Mayor de la iglesia, que había sido destruido durante la guerra. También consiguió el actual Niño Campanillo, que es de metal. Vino bastante dañado, lo restauró Antonio Gavira, que incluso le hizo un mechón en la cabeza. Nosotros le cambiamos el cojín que traía como pedestal por la actual nube que tiene de base. También trajo de Sevilla el guión de las campanitas que todavía sale.

El San Bartolomé, que todos conocemos, también se trajo en estos años, a finales de los cuarenta. Fue en tiempo del acalde Marcelino Pérez Calvo, que hizo que a partir de entonces el Ayuntamiento organizará las fiestas patronales. Y siempre estuvo vinculado a la Hermandad Sacramental".
"El Ayuntamiento- dice Antonio - además se encargaba de repartir las juncias y del adorno de las calles. Entonces se arreglaban muy bien. Recuerdo un año de ver la calle Real preciosa, estaba adornada con ramas de álamo blanco.

Las juncias antiguamente la traían los horneros, que las iban recogiendo cuando salían al campo por leña para los hornos de las panaderías y las apilaban cerca de la antigua cárcel, allá por la Atarjea, de donde ya se cogían para repartirlas por las calles la mañana del Corpus".

"Por lo demás, - explica Manuel - todo ha variado poco. La procesión se organizaba como ahora. Salía después de la misa de la mañana, con los niños de comunión, la representación de las hermandades, ordenadas por su antigüedad, los miembros del clero, que iban desde los acólitos, el de la manguilla con los colores del Corpus, blanco y amarillo, el sochantre, el organista, además de los hermanos, las autoridades, la banda de música… Sí era muy larga la comitiva, llegaba desde la iglesia hasta el Alconchel, ocupando toda la calle Real, pues hubo años que el recorrido fue distinto. Después seguía por la calle Ancha y se llegaba hasta la Plaza, donde se cogía por la calle Mesones y se bajaba por la calle Arrabal. A la vuelta, en la Plaza se montaba un altar y el párroco bendecía al pueblo, casi siempre se ponía alrededor de la antigua farola.

También han cambiado los cultos en la parroquia, pues entonces era una octava, que se hacía en los días después del Corpus. Cuando se dejó de hacer la octava, se empezó el triduo".

"Una procesión - aclara Antonio - que despareció fue la de los impedidos, el día de la Ascensión, y que también organizaba la Sacramental. El objetivo era llevar la comunión a los enfermos que lo pidiesen. Los niños de las escuelas acompañaban con ramos de flores, el cura iba también bajo el palio, y en vez del viril llevaba el copón con las Sagradas Formas, se paraba en casa de los enfermos y en la puerta la música tocaba la marcha real… La gente se arrodillaba, en señal de respeto, cuando pasaba el Señor. Era un gran día de fiesta".

"Para ir terminando - toma ahora la palabra Manuel - debemos citar a los muchos hermanos de entonces y que trabajaron por esta Hermandad. En primer lugar, aunque no lo conocimos, pues murió antes de nacer nosotros, debemos nombrar a Elías Méndez. En casa se le conocía como el tío Elías. El dejó cuadros, altares y muchos enseres para la iglesia y la hermandad. Hace unos años acudimos como sobrinos de él, con otros miembros de la familia, al cementerio para el traslado de sus restos a la capilla del Cristo. Por cierto, estaba enterrado muy hondo, a bastantes metros, pues así lo dispuso él en su testamento. Era un hombre casi místico, se llevaba noches y noches rezando.

También debemos recordar a nuestro hermano Sebastián, que vivía todo el año para sus dos hermandades, Humildad y Sacramental, fue secretario de ésta más de veinte años. Él hacía los recibos, las citaciones de cabildo, preparaba los cultos, en fin estaba pendiente de todo. Casi no trabajaba en lo suyo, vamos que lo primero para él era la Hermandad.

Además, eran hermanos muy significativos entonces: Antonio Marín, que tantas veces trajo los claveles y las flores, Fulgencio, Pepe Cayetano, Gallego, Eusebio, Rafael Carrión, Antonio Botica…".

"Como anécdota curiosa - nos dice Antonio - referiré aquella que nos pasó de niño, muy pequeños con cuatro o cinco años, cuando una noche, que fuimos no recuerdo bien para qué a la iglesia, nos perdimos de mi padre. Y aparecimos en el monte del paso de la Humildad dormidos, no recuerdo cómo nos subimos, pero si la sorpresa de todos a encontrarnos allí".

"Aunque si comparamos las situaciones, de antes y de ahora, debemos decir - concluye Manuel - que las hermandades, gracias a Dios, han mejorado mucho. El momento actual de la Sacramental es muy positivo, por el número de hermanos, por los jóvenes que aglutina, por la seriedad de sus cultos, por la vistosidad que se le da ahora a sus procesiones, por el arreglo de las calles por donde pasa el Santísimo el día del Corpus, por los altares que montan las demás hermandades y vecinos…".