Recuperamos
el testimonio de Antonio y Manuel Sicardo
Manuel Gavira
Este año El
Campanillo ha querido recoger el testimonio de dos hermanos, Antonio y
Manuel Sicardo, muy vinculados a la Sacramental. Ellos, sin duda alguna,
son testigos fidedignos de gran parte de nuestra historia en las últimas
décadas.
Manuel, pronto toma la palabra para decirnos que desde niños ambos
habían vivido muy comprometidos en la vida de la parroquia, y por
supuesto de nuestra Hermandad. Y sigue:
"Además, desde muy joven, siempre participé en el Corpus
de alguna manera. Se da el caso que de niño como músico,
pues era de la banda de música, y después de muchacho como
miembro de la Acción Católica, que en aquel tiempo se encargaba
de organizar la procesión. Y para colmo, tiempo después,
como concejal también salí por lo menos doce años
en la representación municipal.
Y cada año, cuando llegaba la víspera del Corpus, por la
tarde, nos reuníamos varios hermanos en la iglesia para montar
la custodia y los otros pasos que procesionaban al día siguiente".
"Yo entré en la Sacramental - nos dice Antonio - en los años
que mi hermano Sebastián fue Secretario, pues él fue el
que de niño cogió el sitio de nuestro abuelo, como entonces
era costumbre en las familias. Yo, también, ayudaba al exorno de
la custodia y demás pasos que entonces salían".
"Si - tercia Manuel - no sólo preparábamos la custodia,
además arreglábamos los pasitos del Niño Rebañito,
de la Inmaculada, de San Bartolomé y, años después
de la Virgen del Rosario. Lo hacíamos todo, íbamos por ramos
de espigas cerca del Cebrón, y a las vecinas de por aquí
le pedíamos uvas de las parras. Le poníamos los faldones
al paso, lo adornábamos con las flores, le colocábamos a
la custodia aquellos faroles de corona que llevaba delante
Durante unos años no hubo custodia para el Santísimo. Lo
llevaba el párroco de entonces, don Enrique Pruqquer, en un viril
y bajo palio. Hasta que se recuperó una que tenía don Elías
Méndez en su casa. Nosotros la preparamos en nuestra carpintería".
"Si - aclara Antonio - aquella original custodia era muy corta, no
tenía peana. Los herederos de Elías Méndes la cedieron
a la parroquia. La que había desaparecido en la guerra era de metal
y muy lisa, según recuerdo".
"A la nueva se le hizo unas parihuelas - confirma Manuel - para conseguir
un mayor realce. Le hicimos, además, unas barras por fuera, cortas
pero fuertes, para los portadores y se consolidó el cuerpo de la
misma".
"Fue en tiempo - nos asegura Antonio - de Rafael Carrión como
Hermano Mayor. A las columnas de cada esquina le metí con un trompo
una varilla enroscada, pues estaban muy sueltas y no mostraban la estabilidad
necesaria para procesionar por las calles de nuestra parroquia. Y la verdad
es que durante bastante años salió muy decentemente".
"Por supuesto - manifiesta Manuel -, poníamos todo el esmero
en que así fuera. El exorno de las flores corría a cargo
de Antonio Marín, Pablillo. Él las traía de Sevilla,
y hay que reconocer que sabía ponerlas con mucho gusto. De siempre
pagó estos gastos el Ayuntamiento.
Años después, siendo ya Hermano Mayor Manuel José
Guillén, nos encargaron la reforma de la custodia. Se hicieron
una parihuela nueva, para que saliera con costaleros, y la custodia quedó
como ahora sale. Así, se sustituyó el primer cuerpo por
otro mayor en altura y anchura, que le dio mayor realce. Al segundo cuerpo,
el del Santísimo, se le añadió unos arcos, para mejor
transporte del viril, y a los cuatro evangelistas, que van en este espacio,
se le añadió unas peanas. Por cierto, según parece
estas figuras son de Pedro Roldán, y fueron traídas a Mairena
por aquel gran sacramentalista que fue Crespo.
Este hombre se llevó años recomponiendo el Altar Mayor de
la iglesia, que había sido destruido durante la guerra. También
consiguió el actual Niño Campanillo, que es de metal. Vino
bastante dañado, lo restauró Antonio Gavira, que incluso
le hizo un mechón en la cabeza. Nosotros le cambiamos el cojín
que traía como pedestal por la actual nube que tiene de base. También
trajo de Sevilla el guión de las campanitas que todavía
sale.
El San Bartolomé, que todos conocemos, también se trajo
en estos años, a finales de los cuarenta. Fue en tiempo del acalde
Marcelino Pérez Calvo, que hizo que a partir de entonces el Ayuntamiento
organizará las fiestas patronales. Y siempre estuvo vinculado a
la Hermandad Sacramental".
"El Ayuntamiento- dice Antonio - además se encargaba de repartir
las juncias y del adorno de las calles. Entonces se arreglaban muy bien.
Recuerdo un año de ver la calle Real preciosa, estaba adornada
con ramas de álamo blanco.
Las juncias antiguamente la traían los horneros, que las iban recogiendo
cuando salían al campo por leña para los hornos de las panaderías
y las apilaban cerca de la antigua cárcel, allá por la Atarjea,
de donde ya se cogían para repartirlas por las calles la mañana
del Corpus".
"Por lo demás, - explica Manuel - todo ha variado poco. La
procesión se organizaba como ahora. Salía después
de la misa de la mañana, con los niños de comunión,
la representación de las hermandades, ordenadas por su antigüedad,
los miembros del clero, que iban desde los acólitos, el de la manguilla
con los colores del Corpus, blanco y amarillo, el sochantre, el organista,
además de los hermanos, las autoridades, la banda de música
Sí era muy larga la comitiva, llegaba desde la iglesia hasta el
Alconchel, ocupando toda la calle Real, pues hubo años que el recorrido
fue distinto. Después seguía por la calle Ancha y se llegaba
hasta la Plaza, donde se cogía por la calle Mesones y se bajaba
por la calle Arrabal. A la vuelta, en la Plaza se montaba un altar y el
párroco bendecía al pueblo, casi siempre se ponía
alrededor de la antigua farola.
También han cambiado los cultos en la parroquia, pues entonces
era una octava, que se hacía en los días después
del Corpus. Cuando se dejó de hacer la octava, se empezó
el triduo".
"Una procesión - aclara Antonio - que despareció fue
la de los impedidos, el día de la Ascensión, y que también
organizaba la Sacramental. El objetivo era llevar la comunión a
los enfermos que lo pidiesen. Los niños de las escuelas acompañaban
con ramos de flores, el cura iba también bajo el palio, y en vez
del viril llevaba el copón con las Sagradas Formas, se paraba en
casa de los enfermos y en la puerta la música tocaba la marcha
real
La gente se arrodillaba, en señal de respeto, cuando
pasaba el Señor. Era un gran día de fiesta".
"Para ir terminando - toma ahora la palabra Manuel - debemos citar
a los muchos hermanos de entonces y que trabajaron por esta Hermandad.
En primer lugar, aunque no lo conocimos, pues murió antes de nacer
nosotros, debemos nombrar a Elías Méndez. En casa se le
conocía como el tío Elías. El dejó cuadros,
altares y muchos enseres para la iglesia y la hermandad. Hace unos años
acudimos como sobrinos de él, con otros miembros de la familia,
al cementerio para el traslado de sus restos a la capilla del Cristo.
Por cierto, estaba enterrado muy hondo, a bastantes metros, pues así
lo dispuso él en su testamento. Era un hombre casi místico,
se llevaba noches y noches rezando.
También debemos recordar a nuestro hermano Sebastián, que
vivía todo el año para sus dos hermandades, Humildad y Sacramental,
fue secretario de ésta más de veinte años. Él
hacía los recibos, las citaciones de cabildo, preparaba los cultos,
en fin estaba pendiente de todo. Casi no trabajaba en lo suyo, vamos que
lo primero para él era la Hermandad.
Además, eran hermanos muy significativos entonces: Antonio Marín,
que tantas veces trajo los claveles y las flores, Fulgencio, Pepe Cayetano,
Gallego, Eusebio, Rafael Carrión, Antonio Botica
".
"Como anécdota curiosa - nos dice Antonio - referiré
aquella que nos pasó de niño, muy pequeños con cuatro
o cinco años, cuando una noche, que fuimos no recuerdo bien para
qué a la iglesia, nos perdimos de mi padre. Y aparecimos en el
monte del paso de la Humildad dormidos, no recuerdo cómo nos subimos,
pero si la sorpresa de todos a encontrarnos allí".
"Aunque si comparamos las situaciones, de antes y de ahora, debemos
decir - concluye Manuel - que las hermandades, gracias a Dios, han mejorado
mucho. El momento actual de la Sacramental es muy positivo, por el número
de hermanos, por los jóvenes que aglutina, por la seriedad de sus
cultos, por la vistosidad que se le da ahora a sus procesiones, por el
arreglo de las calles por donde pasa el Santísimo el día
del Corpus, por los altares que montan las demás hermandades y
vecinos
".
|