NOTAS
SOBRE LA DEVOCIÓN DEL ROSARIO EN MAIRENA
Carlos José
Romero Mensaque
En nuestra provincia el Rosario ha sido la devoción por antonomasia
en la doble vertiente del rezo y el instrumento de cuentas, por un lado,
y el culto a la Virgen con esta advocación, por otro. Configurada
la oración tal y como hoy la conocemos en la segunda mitad del
siglo XV, fue la Orden de Predicadores quien la promovió pastoralmente
en sus conventos y áreas de influencia para pasar posteriormente
a los ámbitos parroquiales. El medio privilegiado fue la Cofradía
del Rosario.
La Cofradía era la primera y fundamental referencia del rezo avemariano
desde que en 1470 el dominico observante Alain de la Roche fundara la
Cofradía del Psalterio de la Virgen en Douai y posteriormente el
prior de Colonia Jacobo Sprenger la ya oficial del Rosario (1475), confirmada
por la Santa Sede. En España y, más concretamente, en Sevilla
no hay datos documentados para las primeras corporaciones dominicas, aunque
diversas noticias sitúan la fundación de la Cofradía
de San Pablo en los años finales del siglo XV. Sí hay más
seguridad con la establecida en Carmona, que data de 1522 y sitúa
a los alcores a la vanguardia de la expansión rosariana en la provincia,
es decir, cincuenta años antes de que se produjera la gran difusión
devocional y cofrade a partir de la victoria de Lepanto (1571) en que
se multiplican la fundación de cofradías en Sevilla y Andalucía.
En la segunda mitad del siglo XVII la devoción adquiere nuevas
características con la práctica del rosario a coros en las
iglesias y, sobre todo, el fenómeno de los Rosarios públicos
que, surgidos en Sevilla en 1690, otorgarán al rezo una impresionante
popularidad, creándose un nuevo asociacionismo laico al margen
de las cofradías y la Orden de Predicadores con la fundación
de hermandades diocesanas dedicadas al culto a la Virgen y sobre todo
al ejercicio rosariano por las calles.
Desafortunadamente
no son muchas las noticias sobre la devoción del Rosario en Mairena
del Alcor y, especialmente, acerca de la Cofradía erigida por la
Orden de Predicadores en la iglesia parroquial.
Existe en el Archivo
del Arzobispado documentación sobre una Cofradía del Rosario
en 1659, donde afirma que en 1603 se redactó un testamento por
parte de Pedro Miguel León en que se estipulaba que la Cofradía
administrase dos pedazos de olivar y se le diese tres ducados por el cargo
de la administración y lo sobrante se repartiese entre pobres vecinos
vergonzantes, impedidos del brazo derecho y con obligación de hijas
doncellas.1
En 1717 contaba con dos tributos y un arrendamiento temporal de olivares
que, junto a las limosnas, le otorgaban un cargo de 22.100 maravedíes.
En el Catastro de Ensenada, según Navarro Domínguez, figuraba
como bienes seis hazas de olivar de pequeño tamaño y poseía
un tributo sobre una huerta. Por ellos pagaba varios tributos, concretamente
cuatro memorias perpetuas a la parroquia sobre los olivares.2
Su instituto era la celebración de la Fiesta de octubre y también
de tres misas rezadas.3
Además sacaba el Rosario de prima noche a diario.4
Muy pocos datos más se conocen por el momento de la Cofradía,
que pervivió con diversos avatares hasta la primera mitad del siglo
XX. Actualmente la advocación del Rosario se halla integrada en
la Hermandad Sacramental, que celebra en honor de la Virgen cultos en
octubre.
Al igual que en otras
muchas localidades, la devoción rosariana experimentó una
significativa expansión y diversidad con el ya comentado fenómeno
de los Rosarios públicos, erigiéndose sin duda diversas
congregaciones dedicadas a este uso. Conocemos documentalmente la existencia
en el siglo XVIII de una que residía en la capilla del Cristo de
la Cárcel, pero sin duda en la parroquia debieron instituirse una
o varias: bien dedicadas al Rosario vespertino que salía todos
los días, bien al de la Aurora, reservado para los domingos y festivos.
Estas eran las comitivas ordinarias, pero también a lo largo del
año se registraban Rosarios extraordinarios como los de Gala, en
ocasión de la festividad de la titular de la corporación,
o los de Ánimas, que hacían estación a los cementerios
durante los primeros nueve días de noviembre (novena de ánimas).
Junto a estas congregaciones rosarianas, otras hermandades ya existentes
probablemente adoptaron este uso público de manera ordinaria o
extraordinaria. Tal debió ser el caso de la propia Cofradía
del Rosario de la parroquia que, aunque de instituto diferente, conocemos
que en otras localidades adoptaba el Rosario callejero en el siglo XVIII,
uso que generalizó cuando ya en el XIX se convierte en la práctica
en una hermandad estrictamente diocesana.
Del fenómeno
de los Rosarios públicos han llegado hasta nosotros las coplas
que se entonaban por los campanilleros llamando a los fieles para el cortejo
y que todavía se cantan por el coro de la Hermandad de la Virgen
de los Remedios.
Caso distinto es el de las Coplas de Ánimas, que han permanecido
como un tesoro etnográfico, gracias a la Hermandad de las Ánimas
Benditas. A falta de documentación, se podría intuir que
pudo tener relación con los ya mencionados Rosarios de Ánimas
que salían en el mes de noviembre, aunque su fin primordial fuese
el de recolectar limosnas para las misas de sufragio.
Para ultimar este
breve artículo, quiero referirme a una interesante hermandad rosariana
y penitencial que fue fundada en Mairena durante la segunda mitad del
siglo XIX denominada "de los Niños" que se establece
en la iglesia parroquial. Como su nombre indica, se trataba de una iniciativa
infantil sin reconocimiento jurídico eclesiástico, pero
que fue animada por un maestro vocacional y asimismo cofrade y apoyada
por el clero parroquial. De sus primeros tiempos nada conocemos, salvo
que rendían culto a una imagen del Santísimo Cristo de la
Columna y a Nuestra Señora del Mayor Dolor. No obstante, su intención
era impulsar la hechura de cinco imágenes cristíferas de
tamaño medio (90 centímetros) que representaran los Cinco
Misterios Dolorosos del Santo Rosario.
Tras veinte años de existencia, en 1876 encontramos en el Archivo
General del Arzobispado un expediente en que el maestro y cofrade José
María Dana
5, en nombre
de esta Hermandad, solicita al prelado la constitución formal de
la corporación y la aprobación de las primeras Reglas con
el título de los Cinco Misterios Dolorosos del Santísimo
Rosario y María Santísima de las Tribulaciones. 6
En estos años, el citado cofrade había aunado los esfuerzos
por crear una singular hermandad, donde ya sus integrantes -evidentemente-
no eran sólo niños y, aunque se va a mantener su principal
identidad infantil, se admite la presencia de adultos. Al mismo tiempo
ya habían conseguido labrar las imágenes titulares y también
las secundarias de cada uno de los Misterios, así como muy diversas
insignias que nos hablan de una espectacular procesión en la tarde
del Viernes Santo.
El tenor de las Reglas nos descubre un ambicioso proyecto de Hermandad,
que sobrepasa ampliamente los esquemas convencionales y se inserta en
un interesante plan pastoral de formación religiosa infantil conexionada
con las escuelas y sus maestros y con pretensiones geográficas
más allá de Mairena, para lo que solicitan incluso el auspicio
del Rey, que pasa a ser el Hermano Mayor honorario, y el de las autoridades
locales y provinciales. Asimismo van a solicitar la aprobación
no sólo al Ordinario Diocesano, sino a la Congregación General
de los Obispos.7
1 - ARCHIVO
GENERAL DEL ARZOBISPADO, Serie Hermandades, legajo 155.
2 - NAVARRO DOMÍNGUEZ; José Manuel, "Rentas de la Hermandad
Sacramental a mediados del siglo XVIII", en El Campanillo, nº
13, 2006, pág11.
3 - INSTITUCIÓN COLOMBINA, Archivo Catedral, Sección 2ª,
Subsidios y excusados, libro 1168 (88)
4 - ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO, Serie Visitas, 1721-22. Legajo 05192.
5 - José María Dana (Carmona 1824- Mairena, 1888) fue maestro
titular de la escuela pública de Mairena y una persona ejemplar
y benemérita. Sobre este importante personaje, vid. la reseña
biográfica de Manuel Gavira Mateos en : http://www.mayrena.com/Historia/SPM6%20Jose%20Maria%20Dana.htm
6 - El
título de los Cinco Misterios evoca el recuerdo de sendas hermandades
rosarianas que se fundaron en Sevilla y su provincia en el siglo XVI,
concretamente en la capital (la actual de Monte Sión) y Utrera.
7 - Ídem,
Serie Hermandades, legajo 120.
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