José Manuel Navarro Domínguez
Mis más sinceras felicitaciones y mi más profundo agradecimiento al fotógrafo, y a la comisión, jurado, grupo selecto, tribunal, capillita (en el pleno sentido de la palabra), encargado de la selección de la fotografía del cartel. Una imagen sencilla, limpia, elegante y digna, dentro de los "cánones tradicionales" y los modelos más frecuentes de la cartelística pasionista. Una fotografía "de cartel y estampa".
Y no digo esto por falta de excelentes fotografías como son todas las que han figurado en los carteles de Semana Santa representando a la Hermandad de Jesús Nazareno en años anteriores. desde aquella magistral fotografía de Damian, con el niño asomado a la reja ante el paso. Captaba con excelente técnica e impecable precisión la dulce frescura del ambiente hogareño y el aire suave, claro, primaveral, de una mañana de Viernes Santo. Desde aquella, que marcó un hito en la fotografía de Semana Santa de Mairena, se han sucedido varias excelentes fotografías, pero la Hermandad de Jesús nunca ha hecho figurar sus Titulares en ellas, al contrario que las restantes. Fotografías magníficas, comentaba un buen amigo, cofrade y "jesuista hasta los huesos", como él mismo se define, "excelentes para portada del Muñidor, pero la gente en un cartel lo que quiere ver son las Imágenes". Decía esto mientras encargaba enmarcar la sobrecogedora fotografía de Antonio Romero, ganadora ese año del concurso de la tertulia cofrade "El Cirineo", con el Cristo de Vera Cruz acariciado por las cálidas luces de la noche subiendo la vieja calle de la Iglesia, y enrollaba discretamente "el cartel de la vela".
Sin duda, como se argumentó en su momento, toda la espléndida belleza de una procesión no se reduce a las imágenes titulares. Abunda en detalles, ornamentos, vistas y aspectos que todos guardamos con cariño en la memoria. Somos conscientes de que las fotos de detalle son de mayor y originalidad y lucimiento; y que las vistas generales y la repetición de imágenes cansa y agota los modelos. Pero un cartel, un pregón en imágenes, debe ser algo más que una buena foto. Debe transmitir algo, pulsar la fibra sensible de nuestras entrañas, zarandearnos en lo mas hondo de nuestra fe. Anuncia nada menos que la Semana Mayor y debe estar acorde con el fin al que se destina.
Este año el cartel
recoge la dulce penumbra intimista del interior del palio. El suave tono miel
dorada, que refuerza la penumbra. Dejando apenas entrevisto tras las velas a
San Juan, resalta en toda su magnificencia la soledad inconsolable, el llanto
amargo, y delicada belleza de la Virgen de la Amargura. Su bendito rostro, foco
de atención de la imagen, está situado a la altura justa, marcado
por la regla áurea de proporción que desde el mundo clásico
rige las más elementales normas de composición pictórica.
Esta centralidad se refuerza por la disposición de los encajes del vestido,
las líneas convergentes que marca, en la parte superior, el escudo de
la hermandad del palio, la mirada de San Juan, la disposición de las
velas y las "claras del día" que, a ambos lados de la Imagen,
dan un toque de luz, dorando los flecos, queriendo secar las lágrimas
de la más hermosa de las mujeres.
El cálido tono, la sencilla candelería, la oscuridad del techo,
dan un ambiente de noche, en realidad de barruntos de amanecida, que refuerzan
el intimismo de la escena. Curioso contraste por tratarse precisamente de la
única hermandad que procesiona en la mañana en Mairena y de la
que normalmente todos recordamos los hermosos efectos de sol, la luminosidad
y el calor. Son precisamente los momentos de la salida, al rayar el alba, los
que se recrean en la imagen que este año proclama la Semana Mayor de
Mairena.
Decía al inicio del artículo agradecimiento porque este año por fin podrán verse cumplidos los deseos de aquella buen vecina, anciana ya, hermana desde niña de su "Jesús ", e incondicional devota de la Amargura, que desde hace ya una decena larga de años espera pacientemente, en la humilde sencillez de su hogar, poder colocar sobre el cabecero de su cama el cartel de Semana Santa de su cofradía. La recuerdo, años atrás, resignada, llegando estas fechas, mirar con sana envidia a sus vecinas, devotas de los titulares de otras hermandades, que la consolaban con resignación tras cada cartel: "¡Paciencia!, a lo mejor dentro de cinco años..."
Apenas puedo escribir estas líneas conteniendo una lágrima de emoción recordando las suyas ayer, desbordadas de alegría, como la niña que siempre fue, porque venía de encargar el marco para su Virgen de la Amargura. Porque teniendo varias imágenes suyas distribuidas por su casa, por fin iba a poder dormir bajo la vigilia permanente de su querida Madre, como ella la soñó siempre, desde un cartel que pregonase por todos los cantillos de Mairena, que la Semana Santa ya está en puertas.