XLII Edición
del Festival de Cante Jondo Antonio Mairena.
Informa: Diario de Sevilla. Juan Vergillos
La XLII edición del Festival de Cante Jondo Antonio Mairena, en Mairena del Alcor, sirvió para homenajear al gran cantaor sevillano el pasado sábado en el vigésimo aniversario de su muerte. Fiel a la ortodoxia mairenista, encarnada sobre todo en los cantes considerados más primitivos, la noche presentó escasa variedad estilística con la soleá y la seguiriya, los palos más queridos por el maestro ("cante grande", según expresión suya), como aires dominantes durante toda la velada. Hubo envaramiento y solemnidad tal vez excesiva, en la línea de las maneras del titular del festival que se mostraría sin duda encantado al ver cómo su legado se mantiene vivo en voces consagradas como las de José Menese, su más egregio discípulo, su paisano Calixto Sánchez o su propio hermano Manuel Mairena, así como en la nueva generación cantaora representada en la madrugada del sábado al domingo por Antonio Ortega y Rubito de Pará Hijo.
Este último, en su condición de ganador del concurso anual que sirve como preludio al festival, de gran prestigio en la edad dorada de este tipo de eventos, fue el encargado de abrir una noche recia, viril, que tan sólo en la voz metálica y rozada, plena de armónicos, de Aurora Vargas, casi al final de la velada, tomó algo de color, dulzura y desenfado.
Está en racha Rubito Hijo, que hace pocas semanas recogía el máximo galardón en el Festival del Cante de las Minas. Cantó los aires obligados, seguiriya y soleá, mostrándose especialmente solvente en los estilos propios de la zona, la soleá atribuida a Joaquín el de la Paula.
Cantes viriles en las voz de Menese, sin duda el más destacado de la noche, muy emocionado en el recuerdo de su amigo y maestro veinte años después de su fallecimiento. Destacó el de La Puebla de Cazalla en las soleares, en las que introdujo considerable variedad melódica a su personal manera, con un Carrión inspirado, seguro y punzante a la guitarra, que arrancó en varias ocasiones los aplausos del público que abarrotaba el Auditorio de la Casa Palacio con sus versiones remozadas de falsetas clásicas. Menese cantó también tientos y seguiriyas doloridas.
Igualmente emocionante fue la intervención de Manuel Mairena, convalenciente aún de una intervención quirúrgica, que luchó y se entregó en soleares, seguiriyas y tangos de Pastora. La llama viva de la fragua Mairena y tal vez la voz más emocionante de la saga cantaora. Calixto Sánchez ofreció algo de variedad estilística con su estilo atenorado y espectacular, de voz apabullante, que se ganó a sus paisanos en granaínas y malagueñas. Fernando Terremoto por su parte introdujo saludables aires jerezanos en la densa atmósfera rural de los Alcores, en forma de seguiriyas y bulerías por soleá en un estilo poderoso que, a pesar de su calidad de voz, peca de fidelidad excesiva al modelo paterno.
Quizá fue la figura de Antonio Canales la más discordante en un festival caracterizado por la fidelidad a la ortodoxia. Sin embargo el estilo agresivo y efectista del sevillano, que vió entre bastidores las dos primeras intervenciones de su compañía reservándose para la soleá final, cautivó al público de Mairena. Como siempre destacó en el grupo el buen hacer y el estilo dulce de Rafael de Utrera.
Una bocanada de aire fresco supuso la subida a la escena de Aurora Vargas y sus cantes festeros en forma de cantiñas, tientos, tangos, etcétera, y con la presencia, finalmente, de los palmeros y jaleadores rompiendo en cierta manera la solemnidad de la noche, que retornó en el arte de Antonio Ortega, la nueva gran esperanza cantaora de la localidad del Alcor.
En el intermedio del festival se ofreció un homenaje a Antonio Reina, coleccionista, aficionado, conferenciante de temas flamencos y buen amigo de Mairena.