CUARESMA
DE 2004
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EL
MUÑIDOR
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BOLETÍN
Nº 16
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Vivimos en un momento difícil.
Es contrastable la crisis de valores que se dan en nuestra sociedad. Todo parece
relativizarse. El hombre parece que deja de creer en que las cosas han de tener
un sentido más allá de la realidad cotidiana en que todo es negociable.
Se desconfía sistemáticamente de lo que se nos dice
Nada
parece claro. Todo vale
Y, sin embargo, cada vez más este hombre de nuestros días, aparentemente
escéptico y despreocupado de todo sentido moral, necesita ser y sentirse
realmente persona, necesita afecto, seguridad
amor
tener algo que
no se le pueda romper en las manos, una confianza en que su vida vale la pena,
que hay amigos de verdad, que todo lo que soy no puede acabar en una muerte
para siempre
El corazón del hombre sigue latiendo muy vivo, aunque su sonido se ahogue
entre el vocerío de la superficialidad que le rodea, de las palabras
que nada dicen, del amor intranscendente que se compra y se vende
El corazón
no se ve, se esconde en los miles de rostros sin luz, ciegos de no querer ver
con claridad ni a mí ni a mis vecinos.
Es hora ya de tomar decisiones porque nuestro ser como hombres está en
juego. Es tiempo de optar con decisión por valores absolutos, que sigan
inalterables más allá de las circunstancias de la historia y de
los intereses del momento, que den un sentido a mi vida personal, a mi trabajo,
a mi relación con los demás
que me ayuden a ser feliz, que
me despierten de mi rutina. Es preciso enfrentarse a la realidad del mundo en
que vivo y crear a mi alrededor un poco de ilusión, un poco de Verdad
Pero ¿Qué es la Verdad? El tiempo de Cuaresma nos lleva siempre
al Desierto, como Jesús. Allí, en el santuario de la conciencia,
aparece la tentación y el camino de Dios. Ambos se presentan como el
que puede hacer al hombre más feliz, más dueño de su vida,
más libre. Y hay que elegir, sabiendo que te juegas tu existencia. Jesús
escogió el camino de Dios, pero las tentaciones fueron muy fuertes...
Al final, prevaleció en él la opción más comprometida
y difícil, la que significaba el grave compromiso de vivir día
a día con el trabajo de mis manos, con la incertidumbre de mi razón,
con la arriesgada, pero entrañable llamada del corazón
El camino de Dios pasa por enfrentarse a la realidad sin tapujos, por no dejarse
llevar
por los aparentes triunfos de la mentira, la hipocresía,
el poder, las riquezas
Pasa, en definitiva, por fiarse de quien primero
se arriesgó por nosotros en una decisión que le costó la
vida. Aquella Cuaresma le condujo a la Pasión y a la Muerte - duro camino,
"demasiado humano" - pero en el amor que entregaba con su vida como
valor absoluto de su fe - Resucitó
descubriendo la Verdad: que
todo tenía sentido, que el camino del hombre es también el de
Dios.
Ojalá nuestra Cuaresma también nos conduzca a Dios en la Búsqueda
sincera y comprometida de la Verdad
Merece la pena intentarlo.
C. S. J.