CUARESMA
DE 2006
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EL
MUÑIDOR
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BOLETÍN
Nº 18
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- DESDE LO ALTO -
Hay circunstancias
en la vida, situaciones, momentos, en los que todo lo que está a nuestro
alrededor, incluso lo inerte, parece tomar vida para ponerse en nuestra contra,
para convertirse en el lobo que se come al hombre. Son días, o semanas,
o temporadas grises, casi negras, que con el paso del tiempo y al volver la
vista atrás, queremos borrar pronto de la memoria. Pero incluso en
esos momentos en que todo resulta un callejón sin salida, un laberinto
maldito, un camino lleno de espinas, la luz de arriba nos puede iluminar los
recónditos y bellos rincones de la vida humana.
Cuenta una leyenda que un anciano, desahuciado de su familia y del mundo,
vagaba todos los días por un parque desangelado de una ciudad, con
la única esperanza de la llegada pronta de la muerte. Allí,
entre la maleza, comenzó un día a asomar un pequeño brote
verde, una semilla que llegó al parterre quien sabe como, y que se
asomaba curiosa al mundo exterior. El anciano, en un instinto paternal que
sus hijos no habían conseguido ahogar del todo, empezó a regar
con sus propias manos aquella plantita, que se asomaba a la vida con la fuerza
y la desesperación de quién lo tiene todo en su contra. Las
toscas manos del abuelo acariciaban con suavidad los brotes, que dieron paso
a una flor pequeña, frágil, sensible, pero bella y desafiante
con el mundo. Fueron los días más felices de ambos, él
de nuevo útil y sin ya esperar nada a cambio, y ella despertando a
la vida gracias a su ayuda. Aquella relación dulce y fugaz fue el mejor
recuerdo que ambos tuvieron al marchitarse a la vez. Solo los callados bancos
del parque guardaron para siempre el secreto de aquellos momentos.
Y es que en todos sitios, incluso en un parque sombrío y desangelado,
desahuciado del resto de los que se llaman sociedad, es posible encontrar
la belleza y la grandeza de la vida. No hacen falta importantes logros, como
decía la Santa de Ávila; en lo pequeño está lo
grande, y solo hay que poner una sonrisa en el alma para ver a nuestro alrededor
la grandeza del mundo que el creador nos regaló en el principio de
los tiempos. La luz de arriba es tan grande que ilumina incluso el parque
más sombrío, el cielo más nuboso, el alma más
marchita.
María de Gracia Ortega Seda