Durante siglos, de
su dulce sabor dieron buena cuenta los hogares de Mairena del Alcor, en
cuya intimidad se elaboró siempre. Hoy, gracias a un tímido
proceso de comercialización industrial, comienza a cotizarse también
fuera del pueblo. Es la torta navideña mairenera, conocida por
sus tres variables: de aceite, manteca, y masa.
Una exclusividad
repostera del pueblo que ya comienza a demandarse fuera, tras el primer
tirón dado por las vecinas localidades de El Viso, Alcalá
de Guadaíra y Carmona. Pero también aún más
lejos. Lo asegura Isidoro Guillén, propietario del Horno San Isidoro,
que viene detectando cómo su compra es requerida por habitantes
de otros puntos más lejanos, e incluso hospitales.
Es por el efecto del apego del mairenero por este paladar, del que tanto
se enorgullece que lo hace bandera a la hora de hacer regalos a compromisos
que le surgen fuera. Luego, tras su degustación, esos exigentes
paladares le siguen el rastro hasta Mairena donde lo adquieren en uno
de los tres puntos actuales de elaboración: panadería El
Tuto, Dulces Zamarra, y el obrador de Isidoro Guillén.
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Poco hay documentado
sobre esta peculiar receta, aunque sí se puede afirmar con poco
margen de error su origen árabe, a cuyo dominio estuvo adscrito
el pueblo hasta 1247. La mejor prueba, dada por supuesta la tradición
repostera de aquella cultura, son sus ingredientes: buen aceite de oliva
del que produce la tierra, harina de sus campos de trigo, azúcar,
canela, matalauga, limón de las huertas de Los Alcores, y ajonjolí.
Toda esta pasta
se extiende sobre una bandera rectangular de grandes dimensiones, que
tras introducir en el horno para su cocido, se corta a cuchillo en forma
de rombo confiriendo la imagen peculiar al delicatessen confitero. Durante
siglos, todo el proceso se realizaba en el hogar salvo su horneado,
para lo que se llevaba la bandeja a una panadería, pagándose
el importe de la cocción. Se trata, pues, de una tradición
mantenida gracias a su discreto cultivo en los hogares de generación
en generación.
Otra de las variables
del dulce, la torta de manteca, obedece casi íntegramente al
recetario de la anterior, considerada la original. Dos diferencias le
aportan identidad: su redondeada forma y la sustitución del jugo
del olivo por manteca de cerdo. Dados los prejuicios religiosos del
Islam con los productos derivados de este animal, no resulta dificultoso
inferir que esta versión de la torta es de aportación
ya cristiana, y, por lo tanto, nacida tras la Reconquista de Mairena
por Fernando III el Santo.
Y aún existe
otra variable a degustar, la torta de masa, mixtura de las dos anteriores
al incluir sus mismos ingredientes con la mezcla al 50% del aceite de
oliva y la manteca de cerdo. Su presentación se caracteriza por
ser de forma aplastada, irregular y más fina, algo que consiguen
las expertas manos que las elaboran.
Restando al artesanal
producto sólo la asistencia comercial de una buena distribución
que lo catapulte como dulce navideño de consumo masivo, nadie
le resta el protagonismo de sabor típicamente local y disfrutado
asimismo por una selecta élite fuera de Mairena. Con todo, y
tras cesar en su elaboración los hogares hace ya algunas décadas,
el primer paso en pos del hito comercializador ya se dio hace aproximadamente
veinte años, que fue cuando los obradores tomaron la antorcha
de preservación de la exquisita receta. Desde entonces, los tres
productos se venden en cajas, si bien cada fabricante con su marca.
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