- Rosario González
Núñez ha sido su encargada desde niña
- Ha tenido siempre una de las pocas llaves de su ermita, recibiendo por
ello el cariño indiscriminado de la gente
- Atesora un acervo de recuerdos y vivencias
Como proclamó
Andy Warhol (arcángel del movimiento Pop At), todo el mundo tiene
derecho a sus quince minutos de gloria. Algunos más serán
los que el próximo domingo a mediodía dedique la hermandad
del Cristo de la Cárcel y Nuestra Señora del Amparo de Mairena
del Alcor al agasajo por su dedicación vital a esa imagen a Rosario
González Núñez, "la Niña de la Expertación",
que hoy cuenta con 96 años de edad. "El Cristo forma parte
de mi vida como yo de la de él", sintetiza la agasajada.
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Tan es así
que según cuenta Rosario han sido numerosos los niños que
le han preguntado a lo largo de su vida que si el Cristo era su marido.
El grupo cofrade premia de este modo la labor de una vida de entrega y
amor al Señor de la Cárcel, iniciada siendo ella aún
muy niña de forma natural, ya que vivía (y vive) frente
a su ermita en la céntrica Plaza de las Flores del pueblo. Fue
primero la curiosidad, seguida por la devoción más tarde,
la que alambicó la relación. De los anteriores cuidadores
que conoció, Angelita y Crespo, heredó una fe y devoción
que aún permanece. Para la "Niña" (como se la
sigue conociendo a pesar de su senectud) nunca fue un impedimento el horario
ni el día cuando se trató de abrir la capilla para el culto
a la imagen. Bien si se trataba de orarle, encomendarse a ella por la
razón más peregrina, una visita a destiempo de cualquier
foráneo o grupo, colocarle un ramo de flores...A cualquier hora,
Rosario González lleva a gala no haber hurtado jamás la
visita al Cristo de nadie: camioneros de partida a un largo viaje, parturientas,
enfermos...siempre vieron flanqueado el camino de la capilla al gracias
a su encomienda de una de las 3 ó 4 únicas llaves que del
recinto existen.
Esa fidelidad y devoción son las que reconocerá el domingo
en El Cine en el contexto de un almuerzo la hermandad, cuyo hermano mayor
Francisco Capitas, asegura haber recogido e impulsado el testigo de una
vieja idea amasada en el seno del colectivo como una de las primeras iniciativas
de su recién constituida junta de su gobierno.
Numerosísimos han sido los sacerdotes a los que ha ayudado a preparar
Misa la "Niña", incontables los exvotos colocados en
torno a su altar por favores recibidos, los ramos de flores cedidos por
sus fieles expuestos con primor, las limosnas introducidas en su limosnera
por entrega de devotos, las velas encendidas, o las "estampitas"
de la imagen repartidas. De éstas aún posee un buen taco
en casa, que sigue repartiendo a la menor ocasión. En definitiva,
una vida de unión con el Crucificado de la antigua cárcel
mairenera, una de cuyas reproducciones cuelga de su salón, como
porta en su cuello su medalla. El rezo diario del Rosario con unas cuentas
del propio Señor es otra de sus adicciones diarias. Por eso, Rosario
se muestra tremendamente por el reconocimiento, y sólo lamenta
no ser más joven para poder seguir dedicándose a la imagen.
Su experiencia como mayordoma, cargo que ejerció durante décadas
sin jamás haber sido nombrada sacristana o mayordoma de manera
oficial, la han llevado a atesorar su cúmulo de conclusiones y
teorías de base real. Por ejemplo, ha podido constatar la enorme
fe y conocimiento que de la imagen existe fuera del pueblo; cómo
junto a Mairena son El Viso del Alcor, Alcalá de Guadaíra,
Utrera, Dos Hermanas y Barcelona los lugares cuyos habitantes acaparan
el mayor número de visitas.
Aunque existe también un lado negativo entre sus experiencias,
la quema del lienzo original traído de América en el siglo
XVII por Tomás de Paz y Marina Palacios, en los tristes acontecimientos
de 1936. Quienes protagonizaron los hechos llegaron a amenazarla si no
se metía en su casa antes de proceder a perpetrarlos. Con tristeza
narra la peregrinación de fieles que se produjo al templo los días
siguientes para interesarse por el destino del Cristo. En su retina conserva
los rostros de aquellos verdugos, a pesar de que salvo alguno todos eran
foráneos. También el contradictorio detalle de la mayoría
de ellos, que descubrieron sus cabezas como señal de respeto antes
de proceder a la quema.
Otra curiosidad que no todo el mundo conoce, aunque sí ella, es
que el lienzo original no admitía cristal protector. Tantas veces
se le colocaba uno, casi de inmediato saltaba en esgriños. Un hecho
inexplicable que luego no volvió a ocurrir con la actual reproducción
del original firmada por el artista Félix Lacárcel. Un buen
fragmento de uno de aquellos trozos aún permanece bajo su propiedad,
no es menos cierto que ya muy menguado (unos 6 centímetros cuadrados)
tras haberlo ido repartiendo por trozos a lo largo del tiempo.
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