EL GRAN PESO DE LA IGLESIA EN LA ECONOMÍA DE LA SEVILLA AMERICANA
- El libro "La catedral de Sevilla, Economía y Esplendor (Siglos
XVI y XVII)" del profesor mairenero José Julián Hernández
constata su relevancia tras ocho años de rastreo en el archivo
catedralicio
Estudiantes, investigadores y curiosos disponen desde hace unos días
de un nuevo volumen reflejando la boyante economía eclesiástica
y del Reino de Sevilla durante los siglos de máximo apogeo de las
relaciones comerciales entre la ciudad y las posesiones españolas
de ultramar. Estudio que constata la gran influencia socioeconómica
y pujanza de una Iglesia que, al margen de su labor religiosa, recibía
suculentos ingresos en virtud del cobro del diezmo, un privilegio de gestión
tributaria que cedido por la Corona le permitía gravar las transacciones
agropecuarias con su 10% en especie. "La Catedral de Sevilla. Economía
y Esplendor (Siglos XVI y XVII)" del profesor de Economía
de la Universidad de Sevilla José Julián Hernández
ha sido publicado por el ICAS (Instituto de la Cultura y las Artes) del
Ayuntamiento de Sevilla.
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Fruto del trabajo
de ocho años de investigaciones en los archivos de la catedral
de Sevilla, el volumen fotografía la gran influencia empresarial
alcanzada por el Cabildo hispalense para el que llegaron a trabajar hasta
250 personas diariamente en su sede sumadas a 80 capitulaes para dar lugar
a una estructura de gestión tan compleja que con el paso de los
años generó órganos similares a los que hoy conocemos
como consejos de administración de las grandes empresas, si bien
integrados casi en exclusiva por clérigos. Toda esa estructura
surgió de la necesidad de sostenimiento de una labor que más
allá de la litúrgica se extendía a la social, aunque
de facto permitió al clero y sus jerarquías unos niveles
de vida e influencia social muy notables, que más tarde irían
decreciendo en aras a una pérdida de hegemonía que tendría
su punto más bajo en la desamortización de Mendizábal
en 1798.
Esa actividad fabril del recinto catedralicio implicó además
de la estructura laboral (de múltiples oficios) la creación
de un dispositivo contable exhaustivo y complejo que daba cuenta de todas
las operaciones, e incluía la de los almacenes territoriales o
cillas que el conglomerado disponía a lo largo y ancho de un Reino
que entonces se extendía a las provincias de Sevilla, Huelva y
Cádiz actuales, mas algunos municipios de Málaga. Además,
el profesor José Julián Hernández certifica en su
estudio que esta estructura era responsable asimismo de la gestión
de la innumerable red de inmuebles de que disponía la Iglesia sevillana
en aquel momento, cuyas rentas por alquiler suponían otra de sus
fuentes de ingresos. En total, 1500 propiedades entre rurales y urbanas
distribuidas por el reino, cuyos ingresos contribuían a atender
tanto las necesidades propias como el mantenimiento de hospicios, hospitales,
colegios, o comedores en el marco de la importante red asistencial que
desplegaba. Generalmente eran propiedades recibidas por donación
o heredades, tanto de difuntos devotos como en ocasiones del propio rey.
El volumen de material escudriñado deja entrever asimismo los ciclos
económicos aparejados a años de sequía o abundancia;
o los de inundaciones que tanto mermaban la estructura social y urbana
de la capital andaluza. Interesantes datos para un tomo que ha contado
por ello con el impulso en su publicación del profesor de la Universidad
de Sevilla Antonio Collantes de Terán. El sentido didáctico
y docente de la obra, además, quedan revalidados en la introducción
que a modo de prólogo le dedica como apertura y guía otra
autoridad en la materia, el catedrático de la hispalense Antonio
Miguel Bernal.
Cifras y datos.- En los siglos XVI y XVII Sevilla tenía un monto
de población que rondaba los 120.000 habitantes. Al potencial económico
de la actividad "empresarial" sevillana sólo hacían
sombra entonces escasos centros económicos, si bien febriles, como
la fábrica de tabacos y el puerto. El resto de la economía
era básicamente gremial, o pivotaba sobre la agricultura y la ganadería,
con escasa incidencia del sector funcionarial, pues ni la administración
municipal siquiera disponía de pujanza. Antes al contrario, era
presa del raquitismo económico. En ese contexto cantan las cifras
del poderío económico del entramado clerical con la posesión
de 1300 casas de su propiedad en Sevilla ciudad, o el ingente volumen
de productos agrícolas como el aceite o cereal que movía
junto a cabezas de ganado. Básicamente eran los mismos de la actualidad
en el campo sevillano. Por otra parte, el estudio también fedata
la dieta alimenticia más común de la época con las
legumbres, tocino, castañas, picadillos de carne de ternera, ensaladas
o arroz con leche formando parte del menú más frecuente.
Amenidad.- Pese a sus 222 páginas, la lectura de la obra del profesor
José Julián Hernández, natural de Mairena del Alcor,
resulta amena e interesante incluso para un lector profano a la economía.
Incluye esquemas y cuadros que hacen su interpretación más
asequible, y reproduce documentos extraídos del completo y complejo
archivo de la Catedral de Sevilla que, según el estudioso, encierra
aún acervo sobrado para arrojar luz sobre múltiples aspectos
de pasado de esta tierra. Hacerlo factible es cuestión de armarse
con la paciencia exigible a un investigador, dada la buena organización
del fondo y las facilidades que el arzobispado dispensa para ello.
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